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Una obra invita a descubrir la inmensidad de lo interior

En la zona rural de La Playosa, la capilla "San Bernardo" se erige en medio de la Pampa Húmeda y junto al entorno proponen un camino a la introspección. Un encargo familiar que marcó la vida al arquitecto responsable.

Tan austera como majestuosa. Cerquita, en el sudeste de Córdoba, una capilla deslumbra tanto por la simplicidad de su arquitectura como por la profundidad espiritual que ofrece junto al entorno.

En medio de la inmensidad de la estancia “San Bernardo” -en zona rural de La Playosa-, un añoso monte rompe con la llanura de una parcela dedicada a la siembra. Allí, casi sobre el perímetro del arbolado, una pequeña edificación religiosa no convencional de unos 100 metros cuadrados se erige en agradecimiento a todo lo que la Pampa Húmeda ofrece y en reconocimiento a los trabajadores rurales que cultivan esas tierras.

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La capilla es obra del arquitecto rosarino Nicolás Campodonico y responde al encargo familiar que su propio padre, un médico que repartió su actividad laboral entre su profesión y la explotación agropecuaria, le encomendó para materializar un espacio de reflexión destinado a quienes tienen la ardua tarea de trabajar en el campo.

En diálogo con Puntal ADC, el arquitecto Campodonico cuenta que el proceso se extendió durante cinco años, los que describió como una etapa de felicidad “única e irrepetible”.

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“Siempre se pensó en una capilla pequeña, por una cuestión de intimidad y también por los recursos que se pensaba disponer”, introdujo Nicolás.

Además, otra de las premisas se sustentaba en la reutilización de materiales de una construcción antigua que en el mismo monte había existido. Es que en ese mismo sector se encontraban acopiados los ladrillos de una centenaria construcción que otrora fuera vivienda de los peones encargados de esa zona de la estancia.

“No fue una elección de primer momento trabajar con ladrillos, pero de alguna manera la evolución del proyecto nos llevó a aprovechar el material que había estado ahí durante más de cien años”, explicó el arquitecto.

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El proyecto

Campodonico cuenta que uno de los primeros pasos fue reflexionar respecto de qué significaba hacer una capilla en estos tiempos, lo que sin dudas es totalmente distinto a la época de evangelización en la que se promovían las capillas rurales o de pequeños poblados. “La primera idea tuvo que ver con que el lugar tenía que, de alguna manera, fomentar en el visitante la introspección, es decir, crear un escenario para la reflexión, para un viaje íntimo, interior. Ese fue como un eje: el hecho de pensar qué le iba a producir al visitante, la experiencia del mismo en la capilla”, señala.

Cuando la obra se termina, se saca todo el andamiaje interior y el sol empieza a entrar de pleno en las tardes, fue una gran sorpresa hasta para mí. Porque el resultado fue en la línea de lo pensado, pero fue mucho más intenso de lo que había imaginado. Cuando la obra se termina, se saca todo el andamiaje interior y el sol empieza a entrar de pleno en las tardes, fue una gran sorpresa hasta para mí. Porque el resultado fue en la línea de lo pensado, pero fue mucho más intenso de lo que había imaginado.

Paralelamente, también se resolvió como premisa introducir en el proyecto aspectos que el profesional ya venía trabajando en otras obras de su estudio, tales como el ingreso de la luz solar y fundamentalmente allí, durante los atardeceres de la estancia que ofrecía sensaciones maravillosas.

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El uso de materiales nobles y a la vista fue otra de las decisiones que se alineaban a la idea del conjunto por esa posibilidad de ofrecer un mensaje de austeridad y sencillez. “Acordamos hacer un uso auténtico de los materiales y de las técnicas, porque quisimos que el material y la tecnología fueran visibles y que fuera una construcción que no tuviera revestimientos ni decoraciones, es decir, austera y auténtica, al mismo tiempo”, explica el profesional.

Y agrega: “Esos lineamientos vinculados muy íntimamente con el lugar fueron de alguna manera mezclándose, amalgamándose, para dar por resultado el proyecto definitivo”.

El material y la técnica

Todo el interior de la capilla está construido con ladrillos nuevos, especialmente fabricados a medida y de pequeño formato, mientras que para el exterior y los muros se reutilizó la vieja mampostería que yacía en el lugar.

“Teníamos en claro que el interior iba a ser con una piel continua de ladrillos y que íbamos a jugar con la luz. A partir de ello empezamos a investigar qué técnicas podíamos adoptar para construir y materializar el espacio imaginado y fue que al participar de un curso de bóveda mexicana que allí conozco al arquitecto Jerónimo Silva, de Paraná, que ahora es un amigo, y que ya trabajaba en técnicas relacionadas a la construcción artesanal de ladrillo”, cuenta Campodonico.

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Para añadir: “A partir de varias charlas fuimos desarrollando juntos una serie de combinaciones de técnicas preexistentes y finalmente él (Silva) -junto a trabajadores que tenían entrenamiento previo-, se hizo cargo de la construcción y la conducción de la obra, y yo de la dirección”.

Solamente uno de los muros interiores tiene una suerte de salientes hechos de los mismos ladrillos con la finalidad de servir de base a la colocación de velas para iluminación en horarios nocturnos, ya que el lugar carece tanto de servicio eléctrico como de provisión de agua.

El espacio interior se encuentra equipado con mobiliario de madera de caña fístula traída del norte del país.

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Con tablas de esa madera y bulones, el mismo Campodonico fabricó a la vieja usanza rural un altar, bancos, una gran puerta y los dos palos que proyectan su sombra dando forma a una imponente cruz (ver aparte).

Un camino a la intimidad

El conjunto fue pensado para el reencuentro espiritual de uno mismo y con esa esencia se definieron las circulaciones en las distintas instancias hasta culminar en el interior en lo que es el momento de mayor introspección personal.

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“El concepto es exactamente lo opuesto al de las iglesias tradicionales. Uno llega desde la inmensidad a un monte de árboles y entre los árboles hay una serie de muros que dejan entrever tres posibles ingresos hacia lo que es un patio interior propio de la capilla. Al acceder al patio, se advierte que la puerta de la capilla no mira hacia la parte central del mismo, sino hacia un costado, por lo que uno debe ir encontrando el ingreso por un camino que es casi un espiral y que llega hasta una gran puerta. Esta nos conduce por un corredor que se va angostando hasta llegar al interior permitiendo casi el paso de a una sola persona por vez”, describe el arquitecto.

Y reflexiona: “Eso es un poco una analogía de este camino personal que plantea la obra en general y que uno recorre en solitario. El nacimiento y la muerte son episodios que la persona transita de manera íntima, personal e individual, y un poco todo el recorrido es una alegoría de esta invitación a un viaje al interior”.

Javier A. Borghi