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Un viaje al corazón del boxeo mendocino con el maestro Pablo Chacón

El expúgil fue campeón mundial en 2001 y medallista olímpico en Atlanta 96. Su presea de bronce es la última de la disciplina para la Argentina. La historia de un campeón devenido en formador, imperdible

Mendoza respira boxeo, por donde se la mire. Y lo hace con una identidad propia, un ADN bien marcado. El arte de pegar y no dejarse pegar, que sea el deporte de los puños una suerte de ballet entre dos rivales en el que cada uno busca lo suyo.

Nombres de próceres sobresalen por donde se la mire, desde Pascual Pérez, medallista olímpico y múltiple campeón mundial, el primero que dio la disciplina en el país; ni hablar del gran Nicolino Locche, un auténtico producto y paradigma de una época en la Argentina, pasando por la fiereza de Hugo Pastor Corro y su título de campeón de los medianos como sucesor del propio Carlos Monzón. Más acá en el tiempo, Juan Carlos Revecco, Jonathan Barros o Betiana Viña. Pablo Chacón integra ese Olimpo. Además Mendoza tuvo grandes exponentes no campeones del mundo como Jorge “Aconcagua” Ahumada o el propio Cirilo Gil, emblema del boxeo fino de los años 50. Con don Paco Bermúdez como gran maestro, quien formó y adoptó como mendocino al genio de Gustavo Ballas.

Chacón hace de todo: ama el boxeo, ama la formación, saca campeones por naturaleza. Además de ello, en su gimnasio, que cuenta con pensión en Las Heras, se las ingenió en este tiempo de pandemia con un emprendimiento con aceites de oliva y alimentos para mascotas que sirve de sustento para sus pupilos. Aprendemos de Pablo, de esta manera, dándonos un gusto a todos nosotros.

“Este tiempo ha sido complicado, difícil, raro. Los chicos han estado mucho tiempo parados, ya que el gimnasio estuvo cerrado. Ahora lo hemos abierto hace tres semanas. Estamos entrenando con protocolo, con distanciamiento, con las exigencias que han dictaminado las autoridades gubernamentales.

-Esto ha obligado a que emprendas la industria del aceite de oliva, alimento para mascotas y demás, ¿cómo te ha resultado todo eso?

-Yo tengo una pensión (arriba de su gimnasio, en Las Heras, Mendoza). Los primeros meses fueron difíciles, quedaron seis chicos que no pudieron volver a sus provincias y otros que decidieron quedarse, entonces no podían salir a trabajar, estábamos en cuarentena, había que darles de comer. Veníamos ya con dos ideas con otros profes que trabajan conmigo -uno, Armando Andrada-; por un lado, el tema de los aceites y comestibles, que hemos hecho la marca (Pablo Chacón), y después con un amigo acá en Mendoza que tiene un corralón y vende comida para mascotas. Arrancamos con los dos proyectos a la par, de esa forma los chicos salen a vender y se ganan un porcentaje.

-Tu gimnasio es considerado una de las escuelas más importantes del país y ha podido sacar grandes baluartes, ¿cómo es el día a día?

-La mayoría de los que viven que no son de acá viven en la pensión, trabajan y entrenan. Uno generalmente los ve en la tarde o en la mañana, cuando salen a correr. Viven de forma grupal, comparten los gastos, uno les consigue lo que puede con el tema mercadería, ropa, zapatillas, con gente que colabora y además también ellos se buscan sus trabajitos. Hay uno de ellos que está estudiando Profesorado de Educación Física, es un chico de Misiones; también una chica que vino de Catriel, La Pampa, que también estudia lo mismo. Los demás, trabajando y sueñan con el boxeo porque es una pasión.

-Para quienes no somos especialistas, en términos de estilos se habla mucho de la escuela mendocina de boxeo con el recordado Paco Bermúdez a la cabeza. ¿Cómo explicás esta filosofía?

-La vieja escuela mendocina se jacta del buen estilo, de la buena estampa, de la buena parada, de manejar el jab, de la defensa, del esquive, de parar un golpe, de cintura y un pasito de costado. La elegancia del boxeo y arte puro de pegar y no dejarse pegar. Eso marcó la escuela de don Paco Bermúdez, escuela conducida por muchísimos años. El primero que se destacó por los años 50 fue Cirilo Gil, Jorge “Aconcagua” Ahumada, el gran Nicolino Locche, el mendocino por adopción Gustavo Ballas, Carlos Aro. También de la escuela mendocina con el maestro Diego Corrientes, que sacó campeón a Hugo Pastor Corro. Salieron muy buenos boxeadores, el primer gran campeón, campeón olímpico y campeón mundial, Pascual Pérez, un guerrero, nacido del club Luis Ángel Firpo y del Mocoroa Boxing Club. Fue pasando el tiempo, llegué yo y en última década, Juan Carlos Revecco, Jonathan Barros, Betiana Viña (rionegrina radicada acá, en Mendoza), Jésica Marcos; por ahí, con otro estilo, ya que vienen a foguearse, a pulir y a apostar a futuro.

-Hablabas recién de Ballas y decías que su sueño era ser Nicolino Locche, ¿qué representa su figura para vos?

-Nicolino fue uno de los ídolos más grandes del boxeo argentino, querido y amado por todo el país. Acá, en Mendoza, fue el primer gran ídolo.

-En los Juegos Olímpicos de Atlanta 96 ganaste la medalla de bronce, la última hasta el momento, ¿cómo recordás ese certamen en el que compartiste el tercer puesto con Floyd Mayweather?

- La verdad es que él era la estrella del equipo estadounidense, yo era un boxeador y la gente depositaba mucha esperanza en mí. Ambos fuimos medalla de bronce, porque el tercer puesto en el boxeo no se disputa. Yo terminé siendo mejor tercero por una casualidad, ya que perdí con el que después ganó la medalla dorada, el tailandés Somluck Kamsing, que le gana la final al búlgaro Serafin Todorov. Vi muchas veces la pelea de Mayweather con el búlgaro y para mí no perdió, de casualidad me tocó el podio con él.

-Hace veinticuatro años que no se gana una medalla olímpica, ¿pensás que hay un déficit en la formación de boxeadores y boxeadoras?

- Por un lado, ha faltado el factor suerte. Recuerdo que en Londres 2012 Yamil Peralta (categoría medio pesado) fue perjudicado en el fallo y no pudo obtener la medalla. Por otro lado, no han estado las personas indicadas desde mi punto de vista. Hoy en día están las personas indicadas, que ya fueron olímpicos y pertenecieron a la selección argentina y están preparados y capacitados. A la cabeza, Francisco Nievas, un muchacho que hizo toda su carrera en Escocia, fuimos a las Olimpíadas juntos, hoy es profesor de Educación Física y está a la cabeza del equipo nacional, lo acompañan dos campeones mundiales como son Omar Narváez, Mariano Carreras y Víctor Hugo Castro; hay un pampeano también, Pocho Arrieta. Los entrenadores que están hoy en la selección argentina, en lo personal, pienso que son los que deben estar, los que tienen experiencia, los que han sido olímpicos, están los que tienen que estar. Esperemos que llegue alguien talentoso para poder prepararlo y que se pueda explotar todo lo que se le enseña.

-¿Cómo te gustaría que te recuerden, como viejo campeón del mundo o como formador de grandes promesas?

-Yo creo que lo de excampeón del mundo y medallista olímpico siempre va a estar. Dios quiera que con el paso del tiempo pueda ser recordado como un hacedor de campeones, sería lo más lindo que pueda pasar. Con la corta edad que tengo como entrenador ya he tenido dos campeones mundiales, Revecco y Barros, y una campeona como Betiana Viña y después, algunos chicos campeones argentinos, campeones latinos, mi hermano, que ha disputado tres veces el título mundial. Se trabaja para que sigamos con esa cuota de suerte. Primero y principal, en Mendoza hay materia prima, es una tierra de boxeo donde lo traen incorporado y lo que hay que trabajar es la formación, darles una identidad, una escuela.

-Afortunadamente, el boxeo femenino sigue ganando terreno y rompiendo prejuicios, ¿qué opinión te merece?

-Yo pienso que el boxeo femenino está en desarrollo, sigue creciendo, las chicas están peleando cada vez mejor, están empezando a desarrollar una mejor técnica; era algo en deuda y que no se reflejaba, con más agresividad, con más recursos, en definitiva, con mayor calidad. Está mejorando y así lo veo día a día. Hay muchas campeonas mundiales en Argentina; con más razón van a salir más boxeadoras, porque hay referentes, hay ídolos.

-Finalmente, ¿quiénes fueron tus ídolos de chico?

-Yo he tenido dos referentes, dos espejos: uno es mi padre, que fue boxeador amateur y por él comencé a boxear porque quería imitarlo. Después mi otro ídolo fue Diego Armando Maradona.

-¿Lo pudiste conocer? ¿Tenés alguna anécdota con Diego?

-Tuve esa gran suerte. En el año 1995, que fue cuando estaba por volver a Boca, dos veces por semana, martes y jueves, iba a hacerse ver con el doctor Lentini en Buenos Aires y el único gimnasio en el que entraba era en el que estábamos nosotros, así que ahí tuve la posibilidad de verlo, apretarle la mano, hacíamos guantes, pero no tengo fotos de un guanteo con él. Luego, en 1996, cuando vine de la Olimpíada fui a saludarlo al hotel cuando era técnico de Racing. En 2001, cuando fui campeón del mundo, fui a la despedida de él y estuve unos días antes en el hotel, le llevé el cinturón, nos sacamos fotos. Justo había venido mi familia, mi padre, mi hermano, mis hijos, mis amigos, y nos recibió a todos. Tengo ese video guardado que no lo he mostrado nunca, en el que se saca fotos y saluda a toda mi familia y es ahí es cuando me autografió la camiseta de la selección argentina. Le gusta mucho el boxeo, es un aficionado.