Como ya se expuso en estas páginas, el sector porcino está atravesando un delicado momento que conjuga altos costos de producción, bajo precio de producto y apertura de importaciones. Frente a ese combo desde algunas entidades expresaron que en la actualidad existen condiciones similares a las vividas muchos años atrás, cuando el sector aún no se había consolidado. Jorge Brunori, uno de los referentes de la producción porcina nacional que desarrolla actividades en el INTA Marcos Juárez, sostuvo ante PUNTAL VILLA MARÍA que una de las claves para pasar la compleja situación es mejorar el índice de conversión de alimentos a carne y trabajar tranqueras afuera para ganar escala y participación de mercado. Asimismo, indicó que aunque el escenario es muy negativo, hay una gran diferencia frente a años anteriores por el incremento del consumo, que se ubica entre 15 y 17 kilos por persona por año.
Al comenzar el análisis, Brunori dividió los problemas del sector porcino en climáticos y políticos.
“Varios factores explican este momento. El que más impacta es la sequía, que hoy hace que tengamos una soja de $7000 y un maíz de $4500 o más. Se le suma el tema del dólar, que también golpea. A eso hay que agregarle otras cuestiones de orden político – económico, como las importaciones. Argentina importó casi 40 mil toneladas el año pasado, lo que representó un importante aumento con respecto a 2016. Estamos llegando casi a un 10 por ciento del consumo del país, que viene fundamentalmente de Brasil, pero también de Dinamarca y España; ahora se suma Estados Unidos y probablemente Canadá”, afirmó el profesional.
Agregó que las importaciones preocupan sobre todo “por como vienen, ya que se trata de carne que se descongela y va al consumo fresco. Tradicionalmente la carne congelada se destinaba a productos elaborados. El sector está pidiendo algún tipo de protección. Las otras cuestiones que complementan es el aumento de los gastos fijos, tal como lo sufrimos todos, como la luz, agua, algo de gas que usan los criaderos, los medios de transporte. Se bajó el IVA, que no tuvo ningún efecto en el precio del consumo y la cadena quedó con un IVA diferencial, porque las inversiones están gravadas con el 21 por ciento y el productor vende al 10,5. Ahí existe otro problema”.
Esa confluencia de variables, dijo Brunori, golpean fundamentalmente a los pequeños y medianos productores, que son lo menos tecnificados y que más alejados están de los parámetros ideales de eficiencia. Para ese segmento, que involucra a “prácticamente el 90 por ciento de los productores en Argentina, los costos de producción están casi por encima del precio de venta”.
De todas maneras, para el profesional puede haber un reacomodamiento estacional para el segundo semestre del año, pero ello no necesariamente implica que el incremento de precios compense los mayores costos.
“Por eso hay que tratar de ser lo más eficiente posible e intentar vender en escala al mejor precio. Hoy el mercado tiene una gran variación de precios por cantidad y calidad de animales. Sé que el productor a veces no lo toma bien cuando le hablamos de eficiencia en momento de crisis, pero para diluir los costos hay que vender más kilos, sobre todo con una escala para posicionarse mejor en el mercado. A eso hacemos referencia cuando hablamos de eficiencia”.
En el caso de la producción porcina, el profesional indicó que el dato fundamental que marca la eficiencia es la conversión de alimento por kilo de carne.
“El alimento representa el 70 por ciento del costo de un kilo de cerdo. Cuando un criadero es eficiente y tiene conversión de 3 kilos de alimento balanceado por cada kilo de carne su rentabilidad está más holgada. No es lo mismo cuando esa conversión está en 3,5 o 4 kilos. Uno tiene una rentabilidad ajustada pero positiva; el otro pierde plata”.
Madurez
Más allá del contexto y la forma en que golpea a los productores que están en segmento más bajo, Brunori señaló que “estoy viendo madurez en el sector. Se olvidó de los clásicos ciclos de 3 años buenos y otros tantos malos que tenía antes la actividad. Entiende que forma parte de la producción agropecuaria y económica del país. De lo que estamos hablando no está exenta la leche, la carne aviar, el huevo y la carne bovina. El pequeño productor por supuesto que está desanimado porque a nadie le gusta que su actividad no tenga rentabilidad; pero le busca la vuelta de una forma más estratégica. No piensa en largar todo sino en ver en donde puede ajustar, preguntando sobre lo que puede pasar en el futuro y cuando se podrán acomodar los precios. Es lo que le veníamos pidiendo, una visión más tranqueras afueras, fundamentalmente para estos tiempos, no para los buenos. Cuando la rentabilidad se ajusta esa visión empresarial es más necesaria”.
Vuelta atrás
Sobre las visiones que dan cuenta de un retroceso muy negativo en la actividad, el técnico del INTA expresó que “a mi entender el principal problema es climático, que generó un precio desubicado de la soja y el maíz, y a eso no habría que relacionarlo con otra época. Sí entiendo que hay una similitud en el sentido de la apertura para el ingreso de las importaciones y una política de ajuste que impacta en las pyme en general. Pero en un contexto diferente. Antes comíamos 6 kilos de carne de cerdo y hacíamos 150 mil toneladas. Hoy estamos comiendo entre 15 y 17, con más de 10 kilos de carne fresca y también crecemos en exportaciones. Si disminuimos los efectos negativos de este momento podemos ser más optimistas que décadas atrás”.
Pablo Correa. Colaborador
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“Varios factores explican este momento. El que más impacta es la sequía, que hoy hace que tengamos una soja de $7000 y un maíz de $4500 o más. Se le suma el tema del dólar, que también golpea. A eso hay que agregarle otras cuestiones de orden político – económico, como las importaciones. Argentina importó casi 40 mil toneladas el año pasado, lo que representó un importante aumento con respecto a 2016. Estamos llegando casi a un 10 por ciento del consumo del país, que viene fundamentalmente de Brasil, pero también de Dinamarca y España; ahora se suma Estados Unidos y probablemente Canadá”, afirmó el profesional.
Agregó que las importaciones preocupan sobre todo “por como vienen, ya que se trata de carne que se descongela y va al consumo fresco. Tradicionalmente la carne congelada se destinaba a productos elaborados. El sector está pidiendo algún tipo de protección. Las otras cuestiones que complementan es el aumento de los gastos fijos, tal como lo sufrimos todos, como la luz, agua, algo de gas que usan los criaderos, los medios de transporte. Se bajó el IVA, que no tuvo ningún efecto en el precio del consumo y la cadena quedó con un IVA diferencial, porque las inversiones están gravadas con el 21 por ciento y el productor vende al 10,5. Ahí existe otro problema”.
Esa confluencia de variables, dijo Brunori, golpean fundamentalmente a los pequeños y medianos productores, que son lo menos tecnificados y que más alejados están de los parámetros ideales de eficiencia. Para ese segmento, que involucra a “prácticamente el 90 por ciento de los productores en Argentina, los costos de producción están casi por encima del precio de venta”.
De todas maneras, para el profesional puede haber un reacomodamiento estacional para el segundo semestre del año, pero ello no necesariamente implica que el incremento de precios compense los mayores costos.
“Por eso hay que tratar de ser lo más eficiente posible e intentar vender en escala al mejor precio. Hoy el mercado tiene una gran variación de precios por cantidad y calidad de animales. Sé que el productor a veces no lo toma bien cuando le hablamos de eficiencia en momento de crisis, pero para diluir los costos hay que vender más kilos, sobre todo con una escala para posicionarse mejor en el mercado. A eso hacemos referencia cuando hablamos de eficiencia”.
En el caso de la producción porcina, el profesional indicó que el dato fundamental que marca la eficiencia es la conversión de alimento por kilo de carne.
“El alimento representa el 70 por ciento del costo de un kilo de cerdo. Cuando un criadero es eficiente y tiene conversión de 3 kilos de alimento balanceado por cada kilo de carne su rentabilidad está más holgada. No es lo mismo cuando esa conversión está en 3,5 o 4 kilos. Uno tiene una rentabilidad ajustada pero positiva; el otro pierde plata”.
Madurez
Más allá del contexto y la forma en que golpea a los productores que están en segmento más bajo, Brunori señaló que “estoy viendo madurez en el sector. Se olvidó de los clásicos ciclos de 3 años buenos y otros tantos malos que tenía antes la actividad. Entiende que forma parte de la producción agropecuaria y económica del país. De lo que estamos hablando no está exenta la leche, la carne aviar, el huevo y la carne bovina. El pequeño productor por supuesto que está desanimado porque a nadie le gusta que su actividad no tenga rentabilidad; pero le busca la vuelta de una forma más estratégica. No piensa en largar todo sino en ver en donde puede ajustar, preguntando sobre lo que puede pasar en el futuro y cuando se podrán acomodar los precios. Es lo que le veníamos pidiendo, una visión más tranqueras afueras, fundamentalmente para estos tiempos, no para los buenos. Cuando la rentabilidad se ajusta esa visión empresarial es más necesaria”.
Vuelta atrás
Sobre las visiones que dan cuenta de un retroceso muy negativo en la actividad, el técnico del INTA expresó que “a mi entender el principal problema es climático, que generó un precio desubicado de la soja y el maíz, y a eso no habría que relacionarlo con otra época. Sí entiendo que hay una similitud en el sentido de la apertura para el ingreso de las importaciones y una política de ajuste que impacta en las pyme en general. Pero en un contexto diferente. Antes comíamos 6 kilos de carne de cerdo y hacíamos 150 mil toneladas. Hoy estamos comiendo entre 15 y 17, con más de 10 kilos de carne fresca y también crecemos en exportaciones. Si disminuimos los efectos negativos de este momento podemos ser más optimistas que décadas atrás”.
Pablo Correa. Colaborador