La licenciada en psicopedagogía Liliana González, reconocida en los últimos años por sus columnas sobre educación en Canal 8, estuvo el viernes por la noche en el auditorio de OSDE para brindar una charla bajo el título de “Educar entre todos, familia y escuela”.
Unos minutos antes de su presentación dialogó con los periodistas y dejó varios conceptos referidos a la actualidad del sistema educativo en sus diferentes niveles.
“En estas charlas abordo que ha pasado con el contrato inicial donde escuela y familia eran socios. La escuela complementaba el trabajo de la familia en torno a la educación de los chicos. Pero ese contrato hace rato que se rompió, hay padres desconfiando de la escuela, desautorizando a los docentes, hay chicos que no les interesa ir a la escuela, dicen que no tiene sentido, que todo lo que quieren saber está en Google. Hay una caída paulatina de la escuela, dolorosa, porque a pesar de todos los errores y todo lo que tiene que cambiar es la única institución en pie para que los chicos se socialicen y embeban de la cultura. Estas charlas tienen la idea de sostener la escuela privada y -fundamentalmente- la pública.
-En relación a la rotura del contrato, lo marca como de la familia hacia la escuela, pero ¿la escuela también tiene desconfianza en la familia?
-La escuela está muy quejosa de los padres de hoy. En general, dicen que los chicos llegan no educados, con problemáticas de conductas brutales desde salitas de 3 años, donde muerden, tiran el pelo, escupen, insultan, hace bullying. Vienen como salvajes. Y eso habla del fracaso educativo, del que nadie habla. Todo el mundo habla del fracaso escolar, pero no del fracaso educativo. Tenemos chicos durmiendo con sus padres hasta edades avanzadas, mamaderas tardías, pañales tardíos, viven como bebés. Hay una problemática de papás hiperocupados, sin tiempo, gastados de trabajar; o papás que pudiendo volver a casa tienen cosas narcisistas, sociales, deportivas y estéticas; eso en un extremo de la escala social. Y en el otro extremo, hay cada vez más desocupados, con trabajo precario y a esos padres qué se le puede pedir de presencia gozosa. En esas dos puntas, los chicos están solos.
-¿Cómo se reestablece ese contrato social?
-A los docentes les digo que los papás de hoy están desbrujulados, necesitan que alguien les ponga pausa y piensen. Los padres jóvenes sinceros lo dicen en el consultorio, estamos sin tiempo para pensar, educando como venga. Los padres hablan de un agotamiento en torno a no poner límites, no decir que no. En salas de 3 años los papás están cerca y les digo a los docentes que desde allí inicien talleres con padres, que vuelvan a ser socios educativos, que tengan un lugar en la escuela. Pero no con esas reuniones aburridas que nadie entiende, y tampoco un lugar para retarlos, sino un espacio de crecimiento, de pensar juntos los temas de la infancia que tantos nos preocupan.
-¿Estas problemáticas son visibles tanto en pequeñas comunidades como en grandes ciudades?
-La soledad, en todos lados; el exceso de tecnología, en casi todos lados; y el alcohol, en casi todos. A veces más comprometidos en pueblos pequeños. Les parece que la única salida es el alcohol, no pueden proyectar un futuro y eso lo pone en mucho riesgo. Los chicos de las grandes ciudades también toman, pero cuando arman un proyecto de vida y quieren estudiar, ser buenos deportivas, estudiantes, empiezan a tomar menos, no se van a emborrachar todos los fines de semana. Pero los que no tienen proyectos son los que más preocupan.
-¿El mayor problema del sistema educativo sigue siendo el nivel medio?
-Sí, totalmente. La deserción es alta, pero también la escuela media tiene que cambiar, se ha quedado en el Siglo XVIII. A los chicos de 11 años los enfrentan con 14 materias cuando están saliendo de primario casi sin saber leer bien. Van condenados al fracaso. En Finlandia, primer año son 6 materias, y el resto del tiempo se le enseña a estudiar, comprender texto y después de la hacen más difícil. Acá hacemos al revés, muy difícil al inicio, muy fácil al final. Y la Universidad termina siendo un salto al vacío.
Martín Alanís
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“En estas charlas abordo que ha pasado con el contrato inicial donde escuela y familia eran socios. La escuela complementaba el trabajo de la familia en torno a la educación de los chicos. Pero ese contrato hace rato que se rompió, hay padres desconfiando de la escuela, desautorizando a los docentes, hay chicos que no les interesa ir a la escuela, dicen que no tiene sentido, que todo lo que quieren saber está en Google. Hay una caída paulatina de la escuela, dolorosa, porque a pesar de todos los errores y todo lo que tiene que cambiar es la única institución en pie para que los chicos se socialicen y embeban de la cultura. Estas charlas tienen la idea de sostener la escuela privada y -fundamentalmente- la pública.
-En relación a la rotura del contrato, lo marca como de la familia hacia la escuela, pero ¿la escuela también tiene desconfianza en la familia?
-La escuela está muy quejosa de los padres de hoy. En general, dicen que los chicos llegan no educados, con problemáticas de conductas brutales desde salitas de 3 años, donde muerden, tiran el pelo, escupen, insultan, hace bullying. Vienen como salvajes. Y eso habla del fracaso educativo, del que nadie habla. Todo el mundo habla del fracaso escolar, pero no del fracaso educativo. Tenemos chicos durmiendo con sus padres hasta edades avanzadas, mamaderas tardías, pañales tardíos, viven como bebés. Hay una problemática de papás hiperocupados, sin tiempo, gastados de trabajar; o papás que pudiendo volver a casa tienen cosas narcisistas, sociales, deportivas y estéticas; eso en un extremo de la escala social. Y en el otro extremo, hay cada vez más desocupados, con trabajo precario y a esos padres qué se le puede pedir de presencia gozosa. En esas dos puntas, los chicos están solos.
-¿Cómo se reestablece ese contrato social?
-A los docentes les digo que los papás de hoy están desbrujulados, necesitan que alguien les ponga pausa y piensen. Los padres jóvenes sinceros lo dicen en el consultorio, estamos sin tiempo para pensar, educando como venga. Los padres hablan de un agotamiento en torno a no poner límites, no decir que no. En salas de 3 años los papás están cerca y les digo a los docentes que desde allí inicien talleres con padres, que vuelvan a ser socios educativos, que tengan un lugar en la escuela. Pero no con esas reuniones aburridas que nadie entiende, y tampoco un lugar para retarlos, sino un espacio de crecimiento, de pensar juntos los temas de la infancia que tantos nos preocupan.
-¿Estas problemáticas son visibles tanto en pequeñas comunidades como en grandes ciudades?
-La soledad, en todos lados; el exceso de tecnología, en casi todos lados; y el alcohol, en casi todos. A veces más comprometidos en pueblos pequeños. Les parece que la única salida es el alcohol, no pueden proyectar un futuro y eso lo pone en mucho riesgo. Los chicos de las grandes ciudades también toman, pero cuando arman un proyecto de vida y quieren estudiar, ser buenos deportivas, estudiantes, empiezan a tomar menos, no se van a emborrachar todos los fines de semana. Pero los que no tienen proyectos son los que más preocupan.
-¿El mayor problema del sistema educativo sigue siendo el nivel medio?
-Sí, totalmente. La deserción es alta, pero también la escuela media tiene que cambiar, se ha quedado en el Siglo XVIII. A los chicos de 11 años los enfrentan con 14 materias cuando están saliendo de primario casi sin saber leer bien. Van condenados al fracaso. En Finlandia, primer año son 6 materias, y el resto del tiempo se le enseña a estudiar, comprender texto y después de la hacen más difícil. Acá hacemos al revés, muy difícil al inicio, muy fácil al final. Y la Universidad termina siendo un salto al vacío.
Martín Alanís