La biografía de Jorge Bonino jamás termina de escribirse, si es que alguna vez se empezó. ¿Puede ser historiado alguien que vivió fuera del tiempo? ¿Puede la crónica abarcar la poesía? ¿Puede la simple biografía contener a la multidimensional leyenda?
Sin embargo, cada intento de biografiar, relatar, poetizar, mitificar o desmitificar a Jorge sigue jugando el mismo juego de Bonino: volverse inasible o convertirse en un pedazo de espejo roto donde en cada fragmento se refleja, como una luna cubista, el rostro del actor. El mismo que nació en una provinciana Villa María del ´35 pero que fue más cosmopolita que un parisino. El mismo que murió en el psiquiátrico de Oliva en 1990 (¿Empujado? ¿Suicidado? ¿Abducido? ¿Levitado?) o acaso no murió jamás, sino que sencillamente se desprendió de su cuerpo terrestre para dejarles un cadáver a la morgue de los locos. Y, sobre todo, dejarles a los locos el “cadáver exquisito” del cuerpo siempre vivo de toda verdad en escena.
Sin embargo y más allá de lo que aportó el libro de Héctor Libertella (“La leyenda de Jorge Bonino”), la pieza teatral de Marcelo Casarín (“Esdrújula”), los escritos de María Moreno, Diego Tatián y Oscar del Barco o los poemas de Mariana Robles, cada vez que aparece un nuevo texto sobre Bonino sopla un viento fresco en el desierto de los días. Y algo de esa brisa llegará este jueves a “Escena”, cuando Manuel Moyano, junto al psicólogo Diego Isso, presenten “Bonino, la lengua de la inocencia”.
Apuntes sobre un hombre fractal
-Entonces, Manuel, ¿cómo nace tu libro sobre Jorge?
-Nace porque un día Luis García, Gabriela Milone y Emmanuel Biset me dicen en un tono muy ceremonioso “tenés que escribir sobre Bonino para Borde Perdido”. El encargo me resultaba atractivo porque yo sabía vagamente de Bonino. Pero tras buscar en google no encontré nada que me atravesara. Así que Luis me prestó los libros de Libertella y Oscar del Barco. Luego llegué al “Aclara ciertas dudas”, las entrevistas a Bonino publicadas por la editorial Caballo Negro. Y todo cambió para mí.
-¿Por qué?
-Porque en la contratapa del libro, Eugenio Zanetti escribe algo que me quebró. Cuenta que el día en que llamó al psiquiátrico de Oliva lo atendió una enfermera y le dijo que “el señor Bonino ha fallecido de un intento de suicidio…” Y Zanetti dice “pude ver a Jorge riendo desde la nave mientras me miraba y repetía: ¿Entendés? ¡De un intento de suicidio! ¡No te olvides nunca!”
-¿Y qué te pasó entonces?
-Que yo tampoco me olvidé. Porque cuando leí esa anécdota me morí de risa y ahí se armó lo que necesitaba o lo que verdaderamente me atravesaba a mí, el vínculo entre la muerte y la risa. Porque Bonino fue un cómico pero mostró que la comedia es lo más profundo. Eso entendí o acaso malentendí. Y ahí surgió la real necesidad de escribir el libro; en esa carcajada que me dio el relato de su muerte.
-¿Te fuiste enamorando de Bonino mientras escribías?
-Totalmente. Porque de manera conjunta me surgieron nuevas necesidades; la de volver a darle vueltas a uno de los vanguardistas más importantes de la historia artística de nuestro país. Ese que puso a Córdoba, Buenos Aires y París de pie para aplaudirlo. Y también la necesidad de recordarlo como un grande que había sido olvidado. Sobre todo por las luces del “showbussines” porteño.
-Tu libro no es una biografía...
-No. Pero También sentí las ganas de engrosar esa caverna de anécdotas falsas o reales, de reflexiones, ficciones y juegos de tantos otros, dando lugar a una tradición subterránea de “boninianos”. Luego, gracias a la ayuda de Manuel Molina, pude darle forma al libro que escribí en quince días.
Shine on you, Jorge
-¿Cómo definirías ese “diamante loco” llamado Jorge Bonino?
-Bonino era fractal. Esa afirmación le pertenece a varios y quiere decir que era fragmentario; uno y otro pero siempre distinto. Así lo concebí yo. Entonces no me interesó sacar conclusiones generales de si era un artista, un loco o un genio. O quizás, mejor, me interesa sacar un montón de conclusiones; y todas son tan dispares entre sí que ninguna vale más que la otra.
-¿Esa fue la poética de tu libro?
-Sí; porque avancé reconstruyendo anécdotas y datos biográficos pero siempre mechando con reflexiones, estableciendo intertextualidades con retazos de filosofías y pensamientos. Y, por cierto, inventando momentos. Es decir, “literaturizando”, para usar una palabra bien fea.
-Es decir que no te interesa la verdad objetiva...
-Claro que no. Digamos que no me interesa la veracidad sino el trastorno afectivo-cómico que Bonino abre. Por eso me interesó detenerme en una foto, un gesto, una anécdota, en las risas que se escuchan de fondo en las pocas grabaciones que quedaron. No quise totalizar; no quise hacer de cada fragmento la totalidad de Bonino. Y luego con otro fragmento lo mismo. Y luego, con otro lo mismo y así. Eso es la locura o la vida. Al final estoy donde comencé. Bonino me sigue resultando un fantasma del que no sé nada.
-¿Qué aporta tu libro sobre Bonino?
-Hay muchos libros sobre Jorge y todos aportan a ese culto subterráneo de la risa profunda. Por ejemplo, Lolo Amengual le escribió una carta al Papa para que lo santificaran a Bonino, que es genial. Mi libro es, simplemente, un bucle más de ese jardín subterráneo. Jorge fue un ángel maldito de la poesía en escena pero nada solemne. Un “Boniño” por siempre.
Iván Wielikosielek
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Sin embargo y más allá de lo que aportó el libro de Héctor Libertella (“La leyenda de Jorge Bonino”), la pieza teatral de Marcelo Casarín (“Esdrújula”), los escritos de María Moreno, Diego Tatián y Oscar del Barco o los poemas de Mariana Robles, cada vez que aparece un nuevo texto sobre Bonino sopla un viento fresco en el desierto de los días. Y algo de esa brisa llegará este jueves a “Escena”, cuando Manuel Moyano, junto al psicólogo Diego Isso, presenten “Bonino, la lengua de la inocencia”.
Apuntes sobre un hombre fractal
-Entonces, Manuel, ¿cómo nace tu libro sobre Jorge?
-Nace porque un día Luis García, Gabriela Milone y Emmanuel Biset me dicen en un tono muy ceremonioso “tenés que escribir sobre Bonino para Borde Perdido”. El encargo me resultaba atractivo porque yo sabía vagamente de Bonino. Pero tras buscar en google no encontré nada que me atravesara. Así que Luis me prestó los libros de Libertella y Oscar del Barco. Luego llegué al “Aclara ciertas dudas”, las entrevistas a Bonino publicadas por la editorial Caballo Negro. Y todo cambió para mí.
-¿Por qué?
-Porque en la contratapa del libro, Eugenio Zanetti escribe algo que me quebró. Cuenta que el día en que llamó al psiquiátrico de Oliva lo atendió una enfermera y le dijo que “el señor Bonino ha fallecido de un intento de suicidio…” Y Zanetti dice “pude ver a Jorge riendo desde la nave mientras me miraba y repetía: ¿Entendés? ¡De un intento de suicidio! ¡No te olvides nunca!”
-¿Y qué te pasó entonces?
-Que yo tampoco me olvidé. Porque cuando leí esa anécdota me morí de risa y ahí se armó lo que necesitaba o lo que verdaderamente me atravesaba a mí, el vínculo entre la muerte y la risa. Porque Bonino fue un cómico pero mostró que la comedia es lo más profundo. Eso entendí o acaso malentendí. Y ahí surgió la real necesidad de escribir el libro; en esa carcajada que me dio el relato de su muerte.
-¿Te fuiste enamorando de Bonino mientras escribías?
-Totalmente. Porque de manera conjunta me surgieron nuevas necesidades; la de volver a darle vueltas a uno de los vanguardistas más importantes de la historia artística de nuestro país. Ese que puso a Córdoba, Buenos Aires y París de pie para aplaudirlo. Y también la necesidad de recordarlo como un grande que había sido olvidado. Sobre todo por las luces del “showbussines” porteño.
-Tu libro no es una biografía...
-No. Pero También sentí las ganas de engrosar esa caverna de anécdotas falsas o reales, de reflexiones, ficciones y juegos de tantos otros, dando lugar a una tradición subterránea de “boninianos”. Luego, gracias a la ayuda de Manuel Molina, pude darle forma al libro que escribí en quince días.
Shine on you, Jorge
-¿Cómo definirías ese “diamante loco” llamado Jorge Bonino?
-Bonino era fractal. Esa afirmación le pertenece a varios y quiere decir que era fragmentario; uno y otro pero siempre distinto. Así lo concebí yo. Entonces no me interesó sacar conclusiones generales de si era un artista, un loco o un genio. O quizás, mejor, me interesa sacar un montón de conclusiones; y todas son tan dispares entre sí que ninguna vale más que la otra.
-¿Esa fue la poética de tu libro?
-Sí; porque avancé reconstruyendo anécdotas y datos biográficos pero siempre mechando con reflexiones, estableciendo intertextualidades con retazos de filosofías y pensamientos. Y, por cierto, inventando momentos. Es decir, “literaturizando”, para usar una palabra bien fea.
-Es decir que no te interesa la verdad objetiva...
-Claro que no. Digamos que no me interesa la veracidad sino el trastorno afectivo-cómico que Bonino abre. Por eso me interesó detenerme en una foto, un gesto, una anécdota, en las risas que se escuchan de fondo en las pocas grabaciones que quedaron. No quise totalizar; no quise hacer de cada fragmento la totalidad de Bonino. Y luego con otro fragmento lo mismo. Y luego, con otro lo mismo y así. Eso es la locura o la vida. Al final estoy donde comencé. Bonino me sigue resultando un fantasma del que no sé nada.
-¿Qué aporta tu libro sobre Bonino?
-Hay muchos libros sobre Jorge y todos aportan a ese culto subterráneo de la risa profunda. Por ejemplo, Lolo Amengual le escribió una carta al Papa para que lo santificaran a Bonino, que es genial. Mi libro es, simplemente, un bucle más de ese jardín subterráneo. Jorge fue un ángel maldito de la poesía en escena pero nada solemne. Un “Boniño” por siempre.
Iván Wielikosielek