Hay que pasar el invierno. La vieja frase acuñada por un ministro de economía conservador hace casi 70 años cobra vigencia para explicar la ganadería actual. El corto plazo es muy complejo, por liquidación de vientres y altos costos de alimentación impulsados por la sequía. Pero el mediano y largo plazo sigue presentando oportunidades. Según Aníbal Pordomingo, coordinador del Programa Nacional de Carnes del INTA, ese escenario es el que están viendo los productores, porque a pesar del momento hay inversiones en el sector con miras al mercado internacional. Las iniciativas se verifican en la creación de infraestructura para, de a poco, ir hacia animales más pesados. De todas formas, según el directivo, Argentina tiene poca presencia en el mercado y lograr un espacio exigirá más calidad de animales.
“La expectativa de mediano y largo plazo es buena; todavía sigue creciendo la cantidad de animales en producción en el país, algo el stock, y también la posibilidad de hacer más kilos con los terneros. El productor espera ese escenario porque en caso contrario se estaría retirando de las inversiones en corrales, que continúan. Además, hay perspectivas de más siembras de pasturas y del retorno a modelos mixtos en sistemas que antes tendían a ser mucho más agrícolas. Lo que es muy cierto es que en el corto plazo se generó un problema de sequía, en algunos casos ya resuelto por precipitaciones recientes, pero en otros no”, comenzó diciendo Pordomingo.
Eso llevó, agregó, a ventas anticipadas y a bajos precios de terneros, como así también mucha cautela en la compra de animales para recría y engorde. El contexto de altos costos de producción y baja o nula rentabilidad “está generando frustraciones y pérdidas; pero aun así muchos productores están dispuestos a soportar la situación. Saben que una ganadería en crisis por falta de forrajes no se reemplaza por la agricultura, que está en una crisis similar o peor. Es una situación complicada donde no habría rentabilidad en la mayor parte de empresas que tienen que comprar alimentos, pero con una expectativa de retorno a un estado más normal, que implica un negocio ganadero con cierto margen, no demasiado importante. Hay que ver como se posiciona el mercado internacional con el nuevo tipo de cambio, pero aunque mejore un poco la competitividad externa es una ganadería de alto costo”.
Eso es así, expresó, porque en los últimos 30 años se modificó la forma de producción, pasando de un sistema básicamente pastoril, con suelos de alta calidad, a suelos de baja calidad y a incorporar corrales.
“No es menor lo que ocurrió en la ganadería. Entregó los mejores suelos a la agricultura, que antes era de pasturas de alta calidad donde se engordaban animales. Esa entrega de un componente fundamental del sistema, las pasturas de engorde, no fue con un bajo precio. La ganadería dejó de producir en los mejores suelos del país; y es más cara. Antes no usaba grano y ahora sí”.
Igualmente aunque el mercado externo sigue presentando dificultades competitivas, más allá del valor del dólar, las posibilidades de crecimiento pasan por allí. Para aprovecharlas el sistema tiene que generar importantes cambios.
“La ganadería tiene que ser mucho más predecible y eficiente en el uso de los insumos; generar animales que hoy no produce y que demandaría ese mercado internacional. Me refiero a animales más pesados. Incluso el negocio de animales genéricos también tiene que mejorar, ya no se le puede vender a Rusia cualquier tipo de vaca; hay diferenciación de calidad. Está la oportunidad de crecer, pero no haciendo más de lo mismo. Hay unas cuántas cosas que tenemos que mejorar”.
Se le consultó al entrevistado sobre las señales que dan cuenta de la decisión de productores de ir hacia animales más pesados.
“Muchos ya lo están haciendo y no les está yendo mal. Son casos de empresas que manejan cierta estructura; que pueden hacer buenos corrales; que tienen acopio de animales propios o de compra y pueden diferenciar lotes que van al mercado interno, más livianos, y los que tienen destino de exportación. Se trata de empresas que diversifican su producto, que no solamente piensan en animal pesado sino que también hacen el liviano; ordenan esa estrategia en diferentes épocas del año”.
Esas empresas, añadió, “producen sus propios granos y tienen campos de recría. Son establecimientos que están creciendo y vienen desde hace varios años apostando a lo mismo, o sea que ven señales bastante estables”.
“No se trata de algo anecdótico –recalcó- sino que ocurre en muchos zonas, sobre todo en áreas distantes a las grandes concentraciones de gente. Alrededor del conourbano bonaerense a nadie le interesa hacer un novillo pesado porque el frigorífico de consumo o la industria de los granos están pegados y compite por los mismos insumos. Pero más lejos para los granos está el valor del flete y aparece entonces la idea de convertirlo en carne”.
Mercado internacional
Aunque el crecimiento pasa por la exportación, eso no significa que sea sencillo ingresar al mercado. En la actualidad, Argentina no es un actor importante en el comercio global.
“Nuestro país es un oferente más, incluso de volúmenes de oportunidad. Cuando aparece o se presenta genera el recuerdo de un país que ofrecía calidad, que tiene historia en carnes pastoriles. Pero a la hora de los grandes negocios no es muy importante”.
Igualmente, indicó que existen casos aislados de asociaciones de productores de otros países que están haciendo inteligencia de mercado “para ver cómo es la estructura productiva y su potencial. En otras palabras, si nuestro país tuviera una estrategia de exportación más consistente qué significaría en volumen de carne en los próximos años. Nosotros usamos como referencia a veces el millón de toneladas, pero los que están afuera no saben de qué volumen estamos hablando y hacen su inteligencia, su análisis de prospectiva. Pero si vemos el negocio del día a día internacional, de corto plazo, a Argentina no la tienen demasiado presente”.
Pablo Correa
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Eso llevó, agregó, a ventas anticipadas y a bajos precios de terneros, como así también mucha cautela en la compra de animales para recría y engorde. El contexto de altos costos de producción y baja o nula rentabilidad “está generando frustraciones y pérdidas; pero aun así muchos productores están dispuestos a soportar la situación. Saben que una ganadería en crisis por falta de forrajes no se reemplaza por la agricultura, que está en una crisis similar o peor. Es una situación complicada donde no habría rentabilidad en la mayor parte de empresas que tienen que comprar alimentos, pero con una expectativa de retorno a un estado más normal, que implica un negocio ganadero con cierto margen, no demasiado importante. Hay que ver como se posiciona el mercado internacional con el nuevo tipo de cambio, pero aunque mejore un poco la competitividad externa es una ganadería de alto costo”.
Eso es así, expresó, porque en los últimos 30 años se modificó la forma de producción, pasando de un sistema básicamente pastoril, con suelos de alta calidad, a suelos de baja calidad y a incorporar corrales.
“No es menor lo que ocurrió en la ganadería. Entregó los mejores suelos a la agricultura, que antes era de pasturas de alta calidad donde se engordaban animales. Esa entrega de un componente fundamental del sistema, las pasturas de engorde, no fue con un bajo precio. La ganadería dejó de producir en los mejores suelos del país; y es más cara. Antes no usaba grano y ahora sí”.
Igualmente aunque el mercado externo sigue presentando dificultades competitivas, más allá del valor del dólar, las posibilidades de crecimiento pasan por allí. Para aprovecharlas el sistema tiene que generar importantes cambios.
“La ganadería tiene que ser mucho más predecible y eficiente en el uso de los insumos; generar animales que hoy no produce y que demandaría ese mercado internacional. Me refiero a animales más pesados. Incluso el negocio de animales genéricos también tiene que mejorar, ya no se le puede vender a Rusia cualquier tipo de vaca; hay diferenciación de calidad. Está la oportunidad de crecer, pero no haciendo más de lo mismo. Hay unas cuántas cosas que tenemos que mejorar”.
Se le consultó al entrevistado sobre las señales que dan cuenta de la decisión de productores de ir hacia animales más pesados.
“Muchos ya lo están haciendo y no les está yendo mal. Son casos de empresas que manejan cierta estructura; que pueden hacer buenos corrales; que tienen acopio de animales propios o de compra y pueden diferenciar lotes que van al mercado interno, más livianos, y los que tienen destino de exportación. Se trata de empresas que diversifican su producto, que no solamente piensan en animal pesado sino que también hacen el liviano; ordenan esa estrategia en diferentes épocas del año”.
Esas empresas, añadió, “producen sus propios granos y tienen campos de recría. Son establecimientos que están creciendo y vienen desde hace varios años apostando a lo mismo, o sea que ven señales bastante estables”.
“No se trata de algo anecdótico –recalcó- sino que ocurre en muchos zonas, sobre todo en áreas distantes a las grandes concentraciones de gente. Alrededor del conourbano bonaerense a nadie le interesa hacer un novillo pesado porque el frigorífico de consumo o la industria de los granos están pegados y compite por los mismos insumos. Pero más lejos para los granos está el valor del flete y aparece entonces la idea de convertirlo en carne”.
Mercado internacional
Aunque el crecimiento pasa por la exportación, eso no significa que sea sencillo ingresar al mercado. En la actualidad, Argentina no es un actor importante en el comercio global.
“Nuestro país es un oferente más, incluso de volúmenes de oportunidad. Cuando aparece o se presenta genera el recuerdo de un país que ofrecía calidad, que tiene historia en carnes pastoriles. Pero a la hora de los grandes negocios no es muy importante”.
Igualmente, indicó que existen casos aislados de asociaciones de productores de otros países que están haciendo inteligencia de mercado “para ver cómo es la estructura productiva y su potencial. En otras palabras, si nuestro país tuviera una estrategia de exportación más consistente qué significaría en volumen de carne en los próximos años. Nosotros usamos como referencia a veces el millón de toneladas, pero los que están afuera no saben de qué volumen estamos hablando y hacen su inteligencia, su análisis de prospectiva. Pero si vemos el negocio del día a día internacional, de corto plazo, a Argentina no la tienen demasiado presente”.
Pablo Correa