En el partido, la soledad aumenta. Durante 90 minutos, ordenar un cambio, hacer que se gane o pierda está en sus manos, o mejor dicho, en sus ideas.
Otro momento de profunda soledad para los entrenadores está al final del partido, principalmente tras las derrotas. Caen en la figura del técnico todas las posibles explicaciones del fracaso. Si el equipo gana, el técnico se queda en el olvido. En ese caso, la victoria es de los jugadores. Además, si para los jugadores, el partido acaba con el silbato final del árbitro, para un entrenador continúa un buen tiempo. Solitariamente, El repasa y pasa un largo momento pensando en el partido, en sus decisiones y lo que tendrá que cambiar para el próximo. Todo entrenador de fútbol es una persona solitaria, pues sabe que no puede ni contar con el apoyo de sus "amigos" de profesión. Todo técnico sabe que a cualquier momento puede ser substituido por un “colega”. Los técnicos son tan desconfiados y acostumbrados a trabajar solos que casi todas las tentativas de formar una comisión técnica de dos o más entrenadores, han sido fracasos. En el fútbol, nadie vive tan rodeado y a la vez nadie vive tan solitario, como el entrenador.
Uno de los más exitosos de estos tiempos es Zinedine Zidane, el DT del poderoso Real Madrid que acaba de lograr la clasificación a la tercera final consecutiva la Champions League, el torneo de mayor jerarquía en Europa a nivel de clubes.
Llegó al club el 5 de enero de 2016 para hacerse cargo de un equipo que conocía porque había estado con Carlo Ancellotti. No prometió nada, apenas se remitió a un simple “Creo que va a salir todo bien”, dijo a Marca.
Llegó sin darse mucha importancia y va a jugar la tercera final de Champions consecutivo, un hito al alcance de los elegidos.
Por el camino, ocho rivales han fracasado en el intento de tumbar al Madrid. El primero fue la Roma, y el último el Bayern (por segunda vez). El Atlético de Madrid y la Juventus también sufrieron dos veces las ganas de vencer del Real Madrid en las últimas tres temporadas. Las otras víctimas fueron de todo pelaje y condición: Wolfsburgo, Manchester City, Nápoles y PSG.
Sobre la marcha, Zidane ha ido mejorando en el manejo de las situaciones difíciles y en la conducción del plantel. Comenzó aferrado a sus creencias y respetó a los pesos pesados del vestuario para alcanzar la primera final de la Champions y ganarla. Un éxito que llegó con sólo cinco meses en el cargo y que le alisó el camino para el futuro. Después, diseñó un plan de rotaciones nunca visto antes en el Bernabéu para llegar a tope a la segunda final y destrozar a la Juventus. Supo sacar el máximo rendimiento a un plantel capaz de ganar a la vez la Liga.
Para meterse en la tercera final abrió paso a los que se lo merecieron: Isco, Lucas Vázquez, Asensio o Kovacic. Además, se atrevió a intervenir en la definición de distintas formaciones en los partidos más decisivos y también con los cambios cuando la situación lo exigía, sin casarse con nadie. Aguantó la presión, sobre todo cuando las cosas se torcieron. Y el tiempo ha terminado por darle la razón.
Los jugadores lo respetan, porque EL respetó antes. Sus dirigidos aseguran que interpretó como pocos el pasaje de futbolista a entrenador. No necesita sacar “chapa” delante de sus jugadores, decirles quien fue, que hizo, donde llegó. Todos los saben. El aprendió rápidamente que EL JUGADOR espera otras actitudes y virtudes como la sabiduría, la confianza en momentos complejos, la armonía, el respeto y el contagio a la hora de renovar los desafíos. “Zizou” logra transmitirles que el fútbol y la vida pueden alumbrar la inmensidad de las cosas pero nunca hay dignidad mayor que ser fiel a uno mismo y a cada compañero.
Alberto Arce (p). Comentá esta nota Noticias Relacionadas