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El equipo que habla y la dinámica del sube y baja

El planteo inicial de Llamosas, tanto en el discurso como en la conformación del gabinete, aparece más ambicioso que el de 2016. En parte, porque debe contribuir a su propio crecimiento político.

Juan Manuel Llamosas no construyó durante sus primeros cuatro años como intendente un gobierno de proyección provincial. Se circunscribió a los límites de Río Cuarto y a tratar de consolidarse para lo que finalmente consiguió el 29 de noviembre. Prefirió, como suele hacer, no apurar los tiempos.

Sin embargo, ese perfil comarcal, de cabotaje, necesariamente debería cambiar en los tres años y medio que se vienen si es que Llamosas, que tiene 46 años, pretende que su carrera política no se agote en la intendencia. Y la salida, en este caso, sólo tiene una dirección: hacia arriba.

Los gobiernos que recién asumen empiezan a dar indicios de su verdadero perfil cuando el discurso y la estrategia de campaña tienen que ceder obligadamente ante la gestión en sí. Y la elección de los nombres que integran un gabinete constituye una primera manifestación de intenciones, prioridades y rumbos. También expresa las fortalezas intrínsecas de una gestión o, mejor dicho, del gobernante que la encabeza.

El gabinete que acaba de poner en funciones Llamosas habla, da las primeras pistas. Y no solamente en lo atinente a la gestión sino también a la política. En ese punto, queda claro que no solamente el intendente arma el gabinete; también lo hace el resultado. La integración que quedó oficializada el viernes seguramente no habría sido la misma si el oficialismo hubiese ganado la elección del 29 de noviembre por una diferencia más amplia. En parte por su concepción política reacia a los conflictos, pero también porque la ventaja electoral no lo habilitó a la discrecionalidad, el jefe comunal se vio en la necesidad de conformar a todos sus socios.

Pero más allá de esa conclusión inicial, en el aspecto gubernamental, las 12 secretarías, ese equipo populoso que combina permanencias y novedades, permiten atisbar que el intendente pretende dar una nueva versión de sí mismo, con mayores ambiciones en más de un aspecto. El interrogante se asienta, como suele ocurrir, no en las manifestaciones de intenciones sino en los procedimientos y en las planificaciones.

Cuando llegó a la intendencia, en 2016, Llamosas no fue particularmente pretencioso. Su credo estaba conformado por dos promesas casi vecinales: tapar los baches y ponerle fin a la presencia de Cotreco. El hecho de que no llegó a la intendencia por esas promesas sino por otras razones quedó demostrado cuando no recibió un reproche ciudadano por el incumplimiento. No hubo un castigo en ese aspecto.

La pérdida de votos que sufrió el oficialismo el 29 de noviembre se debió sobre todo al manejo de la pandemia o a la consideración del liderazgo durante la crisis sanitaria; fue consecuencia de hechos recientes, frescos, que pusieron a prueba a la gestión.

Ahora, el discurso que Llamosas sostuvo en la campaña y que ratificó en su reasunción apunta a una dimensión menos prosaica. El intendente ancla su nueva gestión, y por lo tanto establece ahí mismo los criterios de evaluación, en tres aspectos que no son nuevos en Río Cuarto pero que sí demuestran déficits de arrastre. El jefe comunal señala que le devolverá a la ciudad el liderazgo que perdió, que impulsará un perfil industrial basado en su producción y que, a través de esa política, generará empleo.

Llamosas no puede ser reelecto dentro de tres años y medio y, por eso, esa enumeración de intenciones persigue básicamente dos objetivos políticos: darle al propio Llamosas un núcleo discursivo y de gestión para presentarse después en la escena provincial, y, de manera secundaria, hacer que el peronismo deje de ser una circunstancia casi accidental en la ciudad para transformarse en un proyecto de poder de más largo plazo.

El armado del equipo de gobierno se expresa en ese sentido. Por un lado, Llamosas designó a un jefe de Gabinete para desprenderse del trajín diario de la administración y enfocarse en la política. Lo dijo el propio Julián Oberti después de asumir: su función se centrará en la ejecutividad para que el intendente pueda tener más presencia en Córdoba y Buenos Aires. Allí irá por gestión pero también, por supuesto, por cuestiones de proyección.

En el gobierno además existe la intención de que desde el Municipio se intente articular una alianza con los intendentes del sur para que, a la hora de las negociaciones, no sólo Llamosas pida por sí mismo sino que además otros, y varios, pidan por él.

El intendente terminó armando un gabinete que refleja las prioridades que postula en el discurso. Sin embargo, el esquema final no estuvo exento de fricciones, tironeos y contradicciones. Por ejemplo, si una prioridad será el desarrollo industrial, la consecuencia lógica era que desde el primer momento hubiera una secretaría que reflejara ese concepto.

Sin embargo, no fue así. Germán Di Bella, el empresario de Bio4 que fue la incorporación central de la campaña, amagó con dar un portazo porque su cargo pasó por instancias que lo reducían cada vez más. En un momento, le ofrecieron la Fundación para el Desarrollo Regional. Ahí se plantó y dijo que no asumía.

A Di Bella, varios actores del peronismo, veteranos en las peleas por los cargos, le reprocharon la pobre performance electoral de Llamosas en los barrios más acomodados de la ciudad. E intentaron bajarle el precio en el gabinete. Sin embargo, finalmente Llamosas optó por crear la Secretaría.

Esas idas y vueltas, normales en el tironeo político, generan algunas dudas acerca del convencimiento real que existe sobre el rumbo, el perfil y la personalidad que debe adoptar el gobierno. El desarrollo industrial, productivo, no puede surgir solamente desde el voluntarismo sino que debería establecerse una serie de acciones, como la planificación y la instrumentación de etapas, que vayan en un mismo sentido.

En otros aspectos, en el gabinete aparecen nuevas prioridades mientras que se disipan otras. Por una lado, es razonable funcionalmente la división entre Servicios y Obras Públicas. Por otra parte, la educación y las políticas de género tienen ahora una preeminencia de la que carecían y, en cambio, pierden peso relativo áreas que fueron centrales en el primer mandato: la prevención ciudadana, con la central de monitoreo y las políticas de seguridad, ya no posee el rango de secretaría, y Políticas Sociales perdió su especificidad y volvió a ser una subsecretaría.

Ahí, en lo social se encuentra además un desafío operativo. La nueva gestión recupera como actores en dependencias relevantes a Mauricio Dova, presidente del Tribunal de Cuentas, y a su hermano Gustavo, que será subsecretario de Desarrollo Social. Y allí el aspecto a develar es si habrá una nueva y sana convivencia con el resto de los funcionarios o si se tratará, como ocurrió entre 2016 y 2018, de una relación marcada por la conflictividad.

Llamosas inicia una etapa que será determinante. Para conducir el núcleo de la gestión volvió a confiar en los hombres que lo acompañaron en su primer período. La diferencia, el distintivo debería provenir de quienes inauguran un concepto que, por ahora, es principalmente discursivo y deberá comenzar a expresarse en otro plano.