Villa María | mataderos |

Un asentamiento creciente que necesita de la presencia del Estado

Más de treinta familias conviven en un espacio reducido e insalubre. Piden que el Municipio limpie el lugar y brinde mejoras para poder acceder a servicios públicos básicos como el de energía eléctrica

El ingreso es por una pequeña calle de tierra, obviamente, encharcada por las lluvias que no dieron tregua en las últimas semanas.

El olor a humedad y el agua estancada están a la orden del día. El cielo está despejado y celeste, pero se siente el frío en el campo.

Cinco árboles forman parte del paisaje de entrada y son también el problema más reciente que tienen varias de las familias nuevas. Por las ramas, no pueden “bajar” la luz a sus viviendas. los quisieron talar, pero en el Municipio no se lo permiten.

A cuatro kilómetros del centro de Villa Nueva hay una pequeña comunidad que se las ingenia para vivir dignamente, un ejemplo supervivencia cooperativa. La única manera de no dejarse vencer por una realidad que duele.

Una realidad compleja

Alrededor de treinta familias conviven en el predio que hasta mediados de los 90 fuese un matadero, y que sirvió como refugio a comienzos de los 2000, pero que hoy ya es una pequeña comunidad.

Habla una vecina, los demás miran desde sus casas y se animan a salir mientras escuchan los diálogos y el fotógrafo los retrata.

Cada uno tiene una historia propia, personal, que los llevó hasta donde están: la necesidad.

La necesidad de tener un techo, la de escapar de un lugar en donde eran víctimas de violencia, la de tener un lugar para su familia.

Los niños, cada uno de ellos una historia reciente, joven, que crecerá desde un contexto de marginalidad que preocupa. Los chicos juegan alrededor de los adultos, se mueven alrededor de una laguna formada por las lluvias y en donde se amontonan las chatarras de otras épocas, la basura y las alimañas.

Una botella de plástico con una araña -del tamaño de la mano de un chico- es uno de los juguetes que nos muestran. Los chicos están acostumbrados a jugar en un lugar en donde pululan los alacranes, las ratas y las víboras. Más de un centenar de niños saben de que se trata vivir en ese lugar.

“Les pedimos varias veces que limpien esto. Si vienen con las máquinas se arregla en un rato. Así es un peligro”, remarca un vecino, que mira jugar a los chicos y cuida que no se caigan al agua.

La lluvia todo lo entristece. Moja las pocas cosas que tienen y que tanto lucharon por tener. El frío cala los huesos y la humedad daña los pocos objetos materiales que tienen.

“La Municipalidad está presente. Ellos nos dieron cosas cuando se las pedimos”, relatan algunos de los presentes en la improvisada conferencia de prensa.

“Lo que nosotros pedimos es que no se olviden de nosotros. Hace semanas pedimos que nos ayuden con nylon para tapar las casas que se llueven adentro y nos dijeron que no tenían. También les pedimos que corten los árboles para poder conectar la luz y nos dijeron que no se podía”, enumera una de las mujeres.

El acceso al agua potable se lo gestionan ellos mismos, que tienen que pagar para hacer la perforación y colocar una bomba extractora.

“Vinieron hace poco a traernos frazadas en la campaña que se hizo con los bomberos”, relata otra de las mujeres, que vive hace varios años en el lugar y que tiene una niña con asma en la cama.

En épocas de lluvia, el recolector no pasa y las ambulancias no entran hasta el lugar y además, ellos no pueden salir para llevar a sus chicos a la escuela, enumeran. Hubo una promesa del paso del transporte urbano de pasajeros, y hasta instalaron una garita, pero el colectivo nunca llegó hasta el lugar y hoy los yuyos rodean el refugio instalado hace más de un año.

De otra vivienda sale un joven, de la mano con una niña abrigada. Su mujer, embarazada, está internada. El lugar donde viven, con la lluvia y la humedad es insalubre para una mujer en su estado. 

“Si tienen ropa de nena. Para bebé. Nos va a venir bien”, comenta el joven, que señala que en varias oportunidades pidió materiales para poder agrandar su casa, pero que nunca tuvo respuestas.

A cuatro kilómetros del centro de Villa Nueva hay una comunidad que crece día a día y que necesita mejores condiciones para vivir, que van más allá del asistencialismo y que demandan de un Estado fuerte y responsable, que los escuche y les de una mejor forma de vivir, cuánto antes. 

Juan Drovandi

TEMAS: mataderos
Comentá esta nota

Noticias Relacionadas