Nora Lilian Abelleira piensa que Enrique Espósito vomitó sangre, que se descompuso. Y le dice al sereno, Carlos Alberto González, que llame al 107. Supuestamente, “Kike” —se comentará después— sufría de úlceras. Una doctora del servicio de emergencias constata el deceso. Es probable que se haya dado cuenta que nadie vomitó. Es probable que haya sabido que la escena era, o al menos aparentaba, la de una muerte violenta.
Nora, la mujer que descargó sobre la madrugada una melodía fatal
En el juicio que se desarrolló durante 2015, uno de los funcionarios que estuvo en el lugar del crimen contó que Abelleira tocó. También invitó a los que estaban allí con café. Mientras, Espósito ahí, sobre un charco de vida apagada
—Y, automáticamente, da participación a la Policía como es habitual —dice Maximiliano Daniel Funes, en aquel momento funcionario a cargo de la investigación.
—Llega el móvil policial y empieza a informar cuál es la situación. Se convoca a la gente de Investigaciones. Le avisan a él (Funes) como jefe y llama a todo su equipo, incluido a mí. Se le informa a la Fiscalía y se preserva el lugar del hecho —añade el actual Comisario Inspector y Jefe del Departamento Coordinación Operacional, Lucas Germán Dagatti.
El fiscal es Daniel del Vö. Esa noche, la del 17 de junio del 2011, no va al lugar: solamente solicita que se proceda con las actuaciones de rigor y con la realización de la autopsia.
En esa madrugada de otoño comienzan las sospechas.
Porque, antes de que lleguen los efectivos, ya hay otras personas. Abelleira se había comunicado con ellas.
—Llama a unos amigos con los que había estado compartiendo un café momentos antes, a su abogado y a su familia. Cuando llegamos ya estaban ellos —agrega Funes, hoy jefe de la Zona 1.
Juan Rusconi es abogado pero recién defenderá a Abelleira cuando la causa esté en otra Fiscalía, y luego de que se lo nombre, en diversas ocasiones, en los debates de la Cámara del Crimen de Villa María. En una de las audiencias que se desarrolló durante 2015 se cuenta que, aproximadamente un mes antes del crimen, Abelleira vende, por alrededor de 950 mil dólares, un campo que había sido puesto a su nombre por los hermanos Espósito para que no los embarguen. Ese negocio se hace sin que “Kike” lo sepa. En esa transacción interviene Rusconi, quien, según la causa, alquiló la caja de seguridad donde se guardó el dinero. Rusconi, compadre de del Vö; padrino de uno de los hijos del funcionario judicial.
—Por ese vínculo se aparta de la causa (del Vö) —señala Dagatti.
Rusconi, el hombre al que llamó Abelleira la noche del homicidio.
José Luis Bertoldi —querellante en representación de los hermanos de Espósito— explica que, en realidad se trató de una compensación (que está permitido hacer), por un expediente, entre del Vö (que recibió, en principio, un homicidio culposo ‘accidente’) y Gustavo Atienza, fiscal que finalmente llevó adelante la investigación y ordenó la detención de los implicados en diciembre de 2012.
***
No es la habitación de la pareja. Espósito es asesinado en un dormitorio ubicado en la planta alta, donde hay dos camas de una plaza.
—Tenía orificio de entrada y de salida. Un solo disparo —describe Funes.
Pero personal del Gabinete de Criminalística de la Departamental General San Martín encuentra otro más.
—Creemos que, a lo mejor, uno fue intimidatorio— expresa Dagatti.
El arma con la que lo ultimaron (en la nuca) jamás será hallada.
No hay indicios de robo.
—No había desorden. Él había dejado la billetera y el celular —recuerda Dagatti.
Espósito está ahí, sobre un charco de vida apagada.
—Había actitudes en las que cualquier persona entraría en shock, en pánico —manifiesta Funes.
El cabo primero Diego Oscar Ledesma es el primer policía en llegar. Durante el primer juicio el hombre contará que una mujer descargó sobre la madrugada una melodía fatal. Contará que, mientras él estaba ahí, Abelleira se puso a tocar el piano. Después se sabrá que, incluso, invitó al gentío con café.
¿Por qué? A las siete de la mañana aparecerán las primeras respuestas. A las siete de la mañana se empezarán a receptar los primeros testimonios.
Franco Gerarduzzi. Redacción Puntal Villa María
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—Llega el móvil policial y empieza a informar cuál es la situación. Se convoca a la gente de Investigaciones. Le avisan a él (Funes) como jefe y llama a todo su equipo, incluido a mí. Se le informa a la Fiscalía y se preserva el lugar del hecho —añade el actual Comisario Inspector y Jefe del Departamento Coordinación Operacional, Lucas Germán Dagatti.
El fiscal es Daniel del Vö. Esa noche, la del 17 de junio del 2011, no va al lugar: solamente solicita que se proceda con las actuaciones de rigor y con la realización de la autopsia.
En esa madrugada de otoño comienzan las sospechas.
Porque, antes de que lleguen los efectivos, ya hay otras personas. Abelleira se había comunicado con ellas.
—Llama a unos amigos con los que había estado compartiendo un café momentos antes, a su abogado y a su familia. Cuando llegamos ya estaban ellos —agrega Funes, hoy jefe de la Zona 1.
Juan Rusconi es abogado pero recién defenderá a Abelleira cuando la causa esté en otra Fiscalía, y luego de que se lo nombre, en diversas ocasiones, en los debates de la Cámara del Crimen de Villa María. En una de las audiencias que se desarrolló durante 2015 se cuenta que, aproximadamente un mes antes del crimen, Abelleira vende, por alrededor de 950 mil dólares, un campo que había sido puesto a su nombre por los hermanos Espósito para que no los embarguen. Ese negocio se hace sin que “Kike” lo sepa. En esa transacción interviene Rusconi, quien, según la causa, alquiló la caja de seguridad donde se guardó el dinero. Rusconi, compadre de del Vö; padrino de uno de los hijos del funcionario judicial.
—Por ese vínculo se aparta de la causa (del Vö) —señala Dagatti.
Rusconi, el hombre al que llamó Abelleira la noche del homicidio.
José Luis Bertoldi —querellante en representación de los hermanos de Espósito— explica que, en realidad se trató de una compensación (que está permitido hacer), por un expediente, entre del Vö (que recibió, en principio, un homicidio culposo ‘accidente’) y Gustavo Atienza, fiscal que finalmente llevó adelante la investigación y ordenó la detención de los implicados en diciembre de 2012.
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No es la habitación de la pareja. Espósito es asesinado en un dormitorio ubicado en la planta alta, donde hay dos camas de una plaza.
—Tenía orificio de entrada y de salida. Un solo disparo —describe Funes.
Pero personal del Gabinete de Criminalística de la Departamental General San Martín encuentra otro más.
—Creemos que, a lo mejor, uno fue intimidatorio— expresa Dagatti.
El arma con la que lo ultimaron (en la nuca) jamás será hallada.
No hay indicios de robo.
—No había desorden. Él había dejado la billetera y el celular —recuerda Dagatti.
Espósito está ahí, sobre un charco de vida apagada.
—Había actitudes en las que cualquier persona entraría en shock, en pánico —manifiesta Funes.
El cabo primero Diego Oscar Ledesma es el primer policía en llegar. Durante el primer juicio el hombre contará que una mujer descargó sobre la madrugada una melodía fatal. Contará que, mientras él estaba ahí, Abelleira se puso a tocar el piano. Después se sabrá que, incluso, invitó al gentío con café.
¿Por qué? A las siete de la mañana aparecerán las primeras respuestas. A las siete de la mañana se empezarán a receptar los primeros testimonios.
Franco Gerarduzzi. Redacción Puntal Villa María