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La pandemia y su impacto sobre la visibilización de las desigualdades sociales

Esas diferencias sociales, que definen condiciones de vida y subordinan oportunidades de movilidad ascendente y progreso, serán incluso más agudas al término de la emergencia sanitaria que mantiene por estos días en vilo al país. Así lo anticipan especialistas sobre la base de proyecciones estadísticas y probablemente también del empleo del sentido común.

Un informe de Unicef Argentina, la sede local del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, advirtió que seis de cada diez niños, niñas y adolescentes podrían quedar incluidos en el índice de pobreza para fin de año (más precisamente, un 58,6 por ciento).

Se trata de 7,7 millones de menores de edad en el país, alrededor de 700 mil más que en la actualidad, detalló el organismo.

A su vez, dentro de este mismo segmento etario, quienes se encuentran en situación de pobreza extrema aumentarían de 1,8 millones a 2,1 millones.

La cantidad de personas que apenas reúnen ingresos para cubrir sus necesidades básicas para subsistir alcanzarían en diciembre al 16,3% de la población, después de la parálisis que generó la emergencia sanitaria en el sector formal y también en las áreas informales de la economía, seriamente damnificadas por las medidas de confinamiento social adoptadas en un escenario ya muy golpeado por la crisis económica que lo precedía.

Números que estremecen

En un país donde la pobreza ya alcanzaba casi al 40 por ciento de la población antes del avance del coronavirus (38,4% de acuerdo con el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina), la pandemia volvió aún más visibles las profundas desigualdades que existen aquí.

Autoridades de la misma UCA señalaron que en el Gran Buenos Aires la mitad de la población ocupada se encuentra inactiva, pero entre los sectores pobres esa proporción llega al 75 por ciento, por lo que para tres de cada cuatro la ayuda del Estado es el único ingreso que reciben para sobrellevar la afligente situación.

Males conocidos

La pandemia amenaza seriamente con transformar a la Argentina en un país aún más pobre, más desigual, más injusto desde el punto de vista social al menos en el corto y en el mediano plazo, pero no habría que perder de vista, de todos modos, que ya se estaba desarrollando aquí una crisis económica.

En ese sentido, la emergencia sanitaria agudiza ahora problemas de base de la sociedad relacionados con las marcadas diferencias en cuanto a oportunidades de crecimiento de los distintos sectores que la componen, producto de políticas desacertadas que favorecieron a un aumento de la pobreza.

Es cierto, la pandemia ofrece a la clase dirigente la posibilidad de disponer de una radiografía más detallada de los barrios o zonas más vulnerables, allí donde se han disparado en los últimos días los casos de coronavirus.

Según pudo averiguar la agencia NA de fuentes confiables, las mismas autoridades del Ministerio de Salud de la Nación que hace unos meses le restaban importancia a la propagación del coronavirus en el mundo ahora lucen sumamente preocupadas, sobre todo por el avance de la enfermedad en las villas de la ciudad de Buenos Aires y en el Conurbano.

Pero no son nuevas ni deberían llamar la atención hoy las deplorables condiciones sanitarias y de hacinamiento en que sobreviven desde hace años miles de argentinos, en barrios populares, villas de emergencia y asentamientos. Ahora sí la política parece preocuparse por ellos.

Los gobiernos de la Nación, la provincia de Buenos Aires y de los municipios han intensificado en las últimas semanas el trabajo conjunto con movimientos sociales en busca de brindar asistencia a los sectores con más carencias en medio de la pandemia y lo propio sucede en la Capital Federal.

De todas maneras, el coronavirus golpea con fuerza en villas porteñas, en especial a la 1-11-14 y a la 31, donde problemas con el suministro de agua agravaron aún más las condiciones de vida, al restringir la posibilidad de que los vecinos cumplan con recomendaciones de aseo e higiene básicas para prevenir el avance de la enfermedad: por ejemplo, lavarse las manos.

La política, en deuda

Es evidente que la política no ha hecho más que fracasar si es que, efectivamente, se ha fijado entre sus objetivos garantizar el bienestar de la sociedad en su conjunto y promover el progreso de la población, impulsando una movilidad social ascendente y sostenida de los estamentos más postergados.

La pandemia, dentro de todo lo malo que genera, también permite este tipo de reflexiones, en busca de respuestas que la clase dirigente no ha logrado ofrecer de manera convincente hasta ahora: ¿por qué la pobreza ha ido sistemáticamente en aumento a lo largo de los últimos años en la Argentina? ¿Por qué tantas promesas de campaña incumplidas?

El Estado, de igual manera, no ha logrado implementar en décadas recientes medidas que tiendan a regularizar la situación laboral de tantos trabajadores que se desempeñan en la informalidad -el 40% aproximadamente- y ahora esos miles de argentinos se ubican entre los que más padecen las consecuencias de esta pandemia.

Claramente las desigualdades en la Argentina han quedado de manifiesto. Además del coronavirus, los gobiernos y sus políticas erradas también son responsables.