Y el Mundial empezó con mucho de parecido a aquel de EE.UU. 94. Muchísimos simpatizantes en las canchas, alguna movida callejera en lugares emblemáticos de la ciudad y la gente común, sin desconocer el evento, lo transita en paralelo. Esto significa grandes ciudades con millones de habitantes con un porcentaje menor que, sumado a los visitantes extranjeros, originan brotes de pasión y entretenimiento, que durará un mes, y para la mayoría lugareña no tiene un gran efecto.
Sí se sabe que Rusia perderá dinero por esto. Como ocurre casi siempre. La parte de león se la llevan siempre los mismos.
Hablar con alguna persona de 55 años para arriba seduce a la hora de hablar aquella URSS y de lo que Rusia suelta es ahora.
"Otro mundo". Esa es la definición. Con la marca del Estado omnipotente de la hoz y el martillo a este capitalismo lleno del mundo occidental más glamoroso. Shoppings de un nivel superlativo, al que el moscovita medio va a comer algo rápido, a tomar un helado (exquisito) o simplemente a ver vidrieras de negocios que casi siempre están vacíos.
Idioma inentendible. Amabilidad total para que uno acceda a lo que busca.
Una red de metro con estaciones fantásticas, llenas de arte. Estatuas, pinturas, mosaicos, mármoles y más permiten revivir cada una de las grandes figuras sensibles del país. Las que pertenecen al mundo de la estética y a los tantos héroes de las muchas y tremendas guerras en las que participaron.
Napoleón rendido a sus pies. La Segunda Guerra Mundial definida en favor de los aliados por los valientes rusos, los tártaros y la escenografía de La Guerra y La Paz de Tolstoi dando vueltas por allí.
Lenin y Stalin negados desde la "apertura" al mundo. Pero están. En estatuas, en los fantasmas del Kremlin.
Aquí se juega el Mundial. Anduvimos ya por San Petersburgo, también. Parece el hermano hippie de Moscú.
La ilusión argentina está en pie. O mejor, en los pies de Messi.
La pelota ya rueda. Aquí está PUNTAL. Y uno pregonando como canillita, en una esquina cualquiera, que viene de un lugar lejano. Que está en un sitio soñado. Y que cuando entra a un bar o camina por las calles desea ser el Dr. Zhivago (con la pinta de Shariff) para que alguna de las bellas habitantes de este lugar sonría con sus hermosos ojos, hasta que el encanto desaparezca inmediatamente.
Queda mucho por ver y contar. De Rusia y del fútbol que ojalá tenga una bandera argentina bien arriba a mediados de julio.
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