Madres, productoras y ahora dirigentes del campo, Grella y Grassi cuentan sus historias, con muchos aspectos en común y que seguramente serán el reflejo de muchas otras historias de mujeres rurales.
“Mi familia tiene campo desde el abuelo que vino de Italia. Por eso desde chicos estuvimos compartiendo la actividad más allá de que a las mujeres no nos permitían tener mucha participación”, recuerda Marisa Grella, que se sumó hace poco tiempo a la gremial del campo convocada por el actual presidente Heraldo Moyetta.
“Somos tres hermanos, dos mujeres y un varón. Y mi hermano fue el que estuvo al lado de mi papá en temas específicos del campo. Nosotras estábamos en algo administrativo, pero mínimo. Y cuando fallece mi papá hicimos primero una sociedad entre los hermanos y así fue como nos incorporamos a la actividad más directamente. Estuvimos un tiempo en sociedad y ya después empezamos a trabajar individualmente”, recuerda Grella.
No es muy diferente el origen de Grassi en el campo. En su caso tenía su vida ocupada en su profesión de contadora pública cuando llegó el momento de dar un giro. Con familias, tanto paternas como maternas, del agro, “al campo iba sólo a comer el asado los domingos”, recuerda.
“Mi papá fallece en el 2012, y ahí es cuando nos preguntamos con mi hermana y mi mamá, ¿qué hacemos? Era deshacer todo y alquilar, o era intentar y continuar. Entonces, nos pusimos de acuerdo y dijimos, ‘vamos a intentar’”, recuerda respecto a lo que ocurrió hace ya 12 años.
“Fue todo un desafío, pero por suerte, me encontré con gente muy buena en el camino”, agregó Grassi, que tuvo que pedir asesoramiento y ayuda para comenzar.
Y agrega: “No tenía el manejo de la actividad. Todo tocaba de oído. Pero evidentemente que uno sin querer lo trae en la sangre, porque uno ama esto. Uno está dedicado a otra cosa, pero de chica, al almorzar el domingo y en esas charlas si llueve, no llueve, cayó la piedra, uno va asimilando”.
Grella recuerda un factor importante también en el camino recorrido: los hijos. “Fuimos aprendiendo de a poco. Después llegó mi hijo que hoy tiene 17 años, pero la verdad que hace desde los 10 que me ayuda. Unos cuantos años nos ha tocado estar solitos y con 10 años él ya se metió y así seguimos aprendiendo, porque esto es un aprendizaje constante”.
El campo de Marisa está sobre la ruta 23, en el oeste de Río Cuarto, a unos 50 kilómetros. Eso también supo ser una dificultad en la tarea diaria para amalgamar los horarios de colegio y las idas al campo.
Mariela tiene su campo familiar en la zona de Santa Catalina, al sudoeste de la ciudad. Y recuerda que una de las primeras cosas que se atrevió a hacer fue dar vuelta la ecuación que tenía la empresa familiar. Hasta allí tenía destinado el 70% de la superficie a la ganadería y el 30% a la agricultura. “Veía que eso así no podía seguir, no era sustentable y tuvimos que tomar una decisión”, remarca. Hoy el campo está destinado en un 70% a agricultura y un 30% a ganadería, “pero con más cabezas que antes”, destaca, con orgullo. Finalmente su hermana resolvió no continuar con la actividad: “Quedamos con mamá, pero ella me dijo, ‘yo me ocupo del parque, vos de todo lo demás”, recordó entre risas.
También se detiene en el relato para hacer hincapié en el pilar de los hijos. “En ese momento mis hijos eran chicos, tendrían unos 8 o 10 años cuando empecé a full con esta actividad. Los empecé a llevar conmigo y fuimos aprendiendo juntos. Y de hecho hoy, al más grande, hasta le definió su vocación porque está por recibirse de ingeniero agrónomo”.
Y remarca: “Para una familia, la actividad agropecuaria es lo mejor que le puede pasar. Porque estás conectado con la naturaleza, es vida, es un ambiente sano. Te organiza hasta los horarios. Te marca cuáles son los tiempos libres”.
A todos esos desafíos, Mariela Grassi y Marisa Grella le sumaron ahora uno nuevo: el dirigencial. Ninguna tuvo participaciones previas en instituciones, y a ambas las convocó en su momento el actual presidente. A Grassi la llamó para sumarse durante la gestión de David Tonello. A Grella, hace dos años, para acompañarlo en su primer mandato.
“Yo ni lo conocía, así que me llamo, me planteó el tema y le dije ‘yo no creo que vaya a servirte demasiado’”, recuerda Marisa, y señala: “Y ya tenemos dos años, apoyándonos por ahí en gente que la tiene más clara”.
Grassi, con 6 años de experiencia, dice que la actividad gremial siempre le interesó “porque soy una apasionada de esto, me encanta el hecho de poder defender o trasladar a los demás esta actividad, que es tan noble”, remarca emocionada, con lágrimas en los ojos.
Hay una coincidencia más: ninguna de las dos logra comprender por qué llamó tanto la atención en estos días su participación en la Rural. Para ellas sólo se trata de un desafío más.