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La peste

Por Víctor Núñez*- Dirigente del Partido Justicialista

Les aseguro estimados lectores que al comenzar estas líneas y mirar solamente el título, me siento atraído por la imagen del extraordinario Albert Camus y su brillante novela, que casualmente tiene algunos puntos de contacto aunque sea tangencialmente con esta realidad que nos está transformando tanto en cuanto a nuestro ser como a nuestra sociedad y va dibujando algunos trazos de nuestro futuro aunque aún difuminados a nuestra vista.

Es realmente dramática la realidad integral que se muestra ante nuestros sentidos en estos días desequilibrados que estamos viviendo en nuestro país. Nunca tan a flor de piel y demostrativa la tan mentada y orgullosamente molesta “forma de ser argentinos”.

Claramente nos hemos ido perfeccionando en ese rol a medida que se desarrolla esta sorprendente pandemia que ha llegado a lastimarnos en nuestros más íntimos rincones personales y sociales. Me imagino que todos se han dado cuenta de que nuestra rutina ha desaparecido para transformarse en un devenir permanente de situaciones diferentes que no dejan de sorprendernos, porque no estábamos acostumbrados a tanta novedad incierta que cambia diariamente.

Y les comento que de tanto estudiar y analizar profundamente la inestable grieta en la sociedad, me doy cuenta de que algunos actores sociales y políticos de esta Argentina no han aprendido nada que sea útil para todos y nos ayude a vivir un poco más tranquilos, sabiendo que irremediablemente debemos someternos a esta situación que se llama cuarentena, aislamiento, distanciamiento o como se considere denominarla ya que al parecer, al margen de los detalles que debemos tener en cuenta para nuestro cuidado, para ellos lo importante es cuestionar de manera sistemática cualquier decisión que se tome en los sectores de responsabilidad que gobiernan cada estamento político con un afán desmedido de destrucción sin importar costos o consecuencias.

Es tan claro este rol opositor tanto en el periodismo ordinario y clasista como en el sector político del signo perdedor que dejan marcas de su paso por donde decidan aparecer. Lo lamentable es que con el devenir de estos últimos cuatro años han logrado penetrar en los sectores de la sociedad conformados por quienes solamente les ha importado sostener un modo de vida sin sobresaltos y con la menor participación ni compromiso alguno en cualquier situación por la que debamos atravesar en cualquier punto del país, haciendo parecer que la indiferencia y la descalificación se convierten en moneda corriente. Al margen por supuesto de la cruel costumbre de despreciar en forma displicente todo lo que tenga que ver con “los negros planeros” que son el gran mal del país.

Desde esa terraza, ven pasar el tiempo y las consecuencias reconocibles que va dejando esta verdadera peste indescifrable que sin detenerse toma los cuerpos y algunas vidas como resultado de su presencia en este mundo diferente.

Y es en este punto justamente en que nos damos cuenta de lo increíblemente enfrentados que estamos, pues aparece a la luz la más horrible miseria humana que se da a conocer a través de insultos y descalificaciones entre los mismos seres que padecemos de igual forma un mal pandémico que cambiará definitivamente la vida de todos nosotros generando la peor imagen posible: pertenecemos a países diferentes porque vivimos en lugares y dentro de sociedades diferentes. No nos reconocemos como iguales simplemente porque no valemos lo mismo. Triste, dura y ya vetusta manera de vivir esta Argentina que aunque no nos pertenezca a todos estamos enraizados a ella como hijos de una tierra arrasada por el rencor. Lo infeliz de este momento es que es fogoneado por argentinos en contra de argentinos.

La verdadera peste es la que nos han dejado a la par del tiempo transcurrido, los que en lugar de intentar por lo menos acercarnos a compartir el mismo camino aún con pensamientos distintos, nos quieren hacer “socios” de la desgraciada realidad que significa pertenecer a esferas que sólo nos intentan contener para aplaudir sin tener posibilidad de participar pues la participación y las decisiones están asignadas a los verdaderos “dueños” del destino político de un lado y del otro de la enquistada grieta argentina, que también se contagió de la peste pero no morirá jamás.