Regionales | trabajadores | pueblos | pandemia

La transformación de pueblos de la región ante la llegada del coronavirus

A 191 días de la cuarentena, las comunidades ven alteradas su cotidianeidad y tradiciones. Rutas vacías, escuelas convertidas en centros de operación. Pero, en medio, los gestos solidarios se multiplicaron. También, los conflictos.

A 191 días de haberse decretado la cuarentena por el Covid-19 en todo el país, la región ha transformado su cotidianeidad. Así también, el rol de sus instituciones debió mutar para responder a las necesidades que esta emergencia impone. En medio, acciones solidarias que, como siempre, tienen como protagonistas a los vecinos. A su vez, hay conflictos generados por esta situación que enfrenta a pueblos hermanos.

Primero, las escuelas cerraron sus puertas, los alumnos debieron adecuarse a la costumbre de estudiar en casa valiéndose de un celular, una tablet, una notebook o cualquier método vinculado con internet. Las docentes aprendieron a manejarse por videollamadas y en el campo aún hoy las maestras rurales recorren hasta en bicicleta las polvorientas calles para dejar colgadas en las tranqueras las actividades escolares.

Mientras tanto, algunos edificios escolares y las aulas cambiaron pupitres por camas para convertirse en centros de aislamiento o centros de operaciones de emergencias.

Los colectivos de larga distancia desaparecieron por completo y las rutas, que veían circular a diario entre 4.000 y 6.000 vehículos por día, quedaron desiertas. Decenas de familias perdieron sus ingresos por comercios y hoteles que fueron cerrados uno a uno con el paso del tiempo.

"Creo que el cierre de rutas y la imposibilidad de trasponer los límites a otra provincia fueron los mayores inconvenientes sociales que se generaron. Hubo trabajadores que perdieron sus puestos laborales definitivamente y otros cobraron una parte y no pudieron seguir", explicó Ricardo Reynoso, intendente de Chaján y presidente de la Comunidad Regional del departamento Río Cuarto.

Los clubes deportivos quedaron en total inactividad y recurrieron a la venta de comidas para poder afrontar los gastos fijos.

Héroes

Así como la emergencia trajo temor e incertidumbre ante tanto desconocimiento, surgieron en forma espontánea héroes anónimos, como los mismos intendentes, que cargaron bajo sus hombros las principales responsabilidades para salvaguardar a sus comunidades. Varios de ellos se contagiaron y otros siguen aislados en sus casas, imposibilitados de poder salir, pero sin dejar de tomar decisiones.

En la extensa grilla de héroes anónimos, cientos de trabajadores de la salud terminan cada día agotados. Otros, durmiendo muy pocas horas, sólo con el afán de cuidar la integridad física de los demás. Y, por si falta algo, los incendios aparecieron en medio de la pandemia y los bomberos voluntarios deben salir a combatir el fuego.

El Ejército debió acudir en ayuda de poblaciones como Bulnes, por ejemplo, donde el contagio desarticuló el sistema sanitario local, quedó fuera de servicio el dispensario y, paralelamente, se paró toda actividad administrativa en la comunidad, por lo que cerraron el banco y hasta la Municipalidad. De a poco, este poblado está volviendo a la nueva normalidad.

Desnudando falencias

La pandemia también desnudó las falencias que desde hace décadas tiene el sistema sanitario regional.

Ante esta situación, fueron las donaciones de vecinos solidarios las que permitieron adquirir ambulancias, respiradores y ropa para los profesionales. Todo y más, pero aun así no alcanza.

Los pueblos del sur siguen dependiendo de la asistencia de las grandes ciudades como Río Cuarto y Córdoba. Ahora se sumó como alternativa Laboulaye.

Sin embargo, advertidos sobre el riesgo de colapso, los equipos de profesionales de la salud regional aguzan el ingenio y ya están aplicando la terapéutica con ibuprofeno nebulizable, como el caso de General Deheza, Cabrera, Alcira Gigena y tantas otras poblaciones. El objetivo es tratar a los pacientes en sus comunidades y evitar el peregrinaje por las principales ciudades en busca de una cama para internación.

Tradiciones y costumbres

De igual manera, la pandemia cambió hasta las tradiciones regionales: las fiestas y celebraciones patronales debieron aggionarse a la emergencia. Otras se suspendieron.

Las icónicas patronales de Reducción y Sampacho, que convocaban a cientos de miles de fieles, sólo se redujeron a actos virtuales o caravanas en vehículos.

A su vez, el turismo, el sector más golpeado, sigue en pausa. Las villas que viven de esta actividad esperan volver a recibir los visitantes. “Pensar que tuvimos que apelar a que no nos vengan a visitar los turistas, cuando en realidad trabajamos todo el año para recibirlos de la mejor manera", expresó José María Gutiérrez, el intendente de Achiras.

Conflicto en las fronteras

En 191 días los cierres de fronteras fueron verdaderamente un punto neurálgico que sigue sin resolverse.

Situaciones extremas en las que a un hombre no se le permitió cruzar la línea limítrofe para ingresar a la provincia y visitar su hija, que murió sin poder despedirse de su padre. Y la de una madre, que para dar a luz debió recorrer en ambulancia 230 kilómetros desde Villa Huidobro hasta Laboulaye, pero el pequeño Josué nació en el camino.

El gobierno de San Luis bloqueó todos sus ingresos, tanto desde Mendoza como de Córdoba y La Pampa. Esto significó que muchos trabajadores no pudieran acudir a sus puestos y los productores se vieron sin la posibilidad ir a cuidar sus tierras.

La provincia puntana bloqueó todos los caminos rurales: trazó extensas zanjas, levantó murallas de tierra inaccesibles para sobrepasarlos y hasta plantó vigilancia satelital para que no llegaran “intrusos”. Más de 300 actas de infracción se labraron a comienzos de septiembre.

Este conflicto aún no termina y el martes nuevamente trabajadores se convocarán para una protesta en las puertas de San Luis. Las promesas de flexibilizar los pasos no se cumplieron.

Mientras tanto, los pueblos y ciudades esperan. Aunque acostumbrados al silencio y la tranquilidad, esta vez lo que ocurre en pandemia abruma y crece la incertidumbre de no saber qué pasará en adelante.