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Un viaje maravilloso

Por Osvaldo Wehbe.  Enviado Especial

Antes de viajar a Rusia no imaginaba lo que iba a conocer. En mi caso, a descubrir.

Un país maravilloso, enorme, lleno de todo lo que se pueda imaginar. Lo antiguo mezclado con lo ultra moderno, la historia y la actualidad entrelazadas en una autocrítica de lo que pasó y, para muchos, poco reconocimiento de lo que quedó en el camino. Ya está dicho en este lugar; las cuestiones de Estado, de su presencia o ausencia, del capitalismo después del comunismo, en fin, todo lo que ello supone.

Pero Rusia parece no querer arrasar con el mundo, quiere situarse con dignidad en él sin dejarse avasallar por otros. Y lo estaría logrando para mi modesto entender.

Tampoco imaginaba que pasado el 11 de julio debiera hablar de Francia y Croacia como finalistas del Mundial. Y de eso se tratará la compulsa deportiva más atractiva del planeta, este domingo en Moscú. De croatas y franceses. De distancias de vida y de fútbol marcadas por la historia. De pueblos, que, como todos los del Viejo Continente, tienen para contar cuentos de verdad, que duelen, por lo cruentos y difíciles de superar.

Francia que enarbolaba banderas de buen fútbol ya cuando la vimos, los más veteranos, en Argentina 78 y luego caer de manera increíble en el 82 y 86 ante los germanos, hechos que dejaron con lágrimas en la piel a una generación encabezada por Michel Platini que jugaba muy lindo, sin que ello significara renunciamientos a la hora de la pelea o recuperación. Pero ahí estuvieron los alemanes para arruinarles los momentos.

En el 98, en su casa, de la mano de Zidane llegaría la gran alegría.

Croacia es virgen en esto de la final de un mundial. El tercer puesto de ese 1998, cuando su rival del domingo ganó el campeonato, fue lo más cercano a la gloria.

El candidato es Francia. Y lo es por mérito propio. Llegó bajando a rivales de fuste. Es verdad que Argentina fue pequeña, pero Uruguay y Bélgica, más la primera ronda en la que sacó a Perú, entre otros, lo definen como un equipo de mucho músculo y fútbol, con jugadores con gran experiencia en partidos internacionales con sus equipos, y este juvenil Mbappé que con 19 años puede cerrar el domingo su mundial casi perfecto. Además de contar con Kanté, el mejor jugador del Mundial, para mi gusto.

El promedio de edad de Croacia es mayor y ha jugado noventa minutos más (tres alargues) que su rival. Pero no debería ser sencillo para los de Deschamps superar a los de Dalic. Va a estar lindo.

Tampoco, en el pensamiento previo, cerraba la idea y la satisfacción de haber podido estar algunos días en países cercanos a Rusia, aprovechando intervalos de la Copa o fabricándolos en beneficio del ocio que me fue imposible tener en otras coberturas, con relatos diarios y condiciones de cuasi prisionero del trabajo.

Finlandia y su Helsinki otorgan al visitante la sensación de una gran aldea frente al mar en donde los fineses muestran al mundo costumbres, historias y paisajes sorprendentes.

Estonia y su pequeña maqueta que es Tallin, con su vida universitaria poblada por estudiantes de todo el mundo y su orgullo por ser uno más de los pequeños nuevos países que el mundo vio nacer, producto de disgregaciones bélicas o políticas.

Y luego Copenhague y Estocolmo, Dinamarca y Suecia. Cada una con sus excelentes condiciones de vida y una enorme cantidad de latinoamericanos que trabajan de lo que sea, para estudiar, o bien, simplemente para vivir.

Argentinos por todas partes. Muchos chilenos. Musulmanes en cada bar o rincón de una peatonal, luciendo su indumentaria las mujeres y los hombres, el orgullo de estar en estos lugares paseando o laburando. Cada cual, y con mucho respeto, saca sus conclusiones sobre el rol de la mujer en algunos sitios del mundo.

La otra cara, que se ve, no tan a menudo como en países europeos más occidentales, son los inmigrantes desposeídos de sus vidas, de sus dignidades. Ellos, los refugiados, son los mendigos, si uno busca en alguna plaza, tratando de leer la pobreza o la marginalidad.

Es envidiable la manera en la cual manejan (todos, incluida Rusia) la educación pública. Y mucho más, a los ojos de un riocuartense, la limpieza en las calles. La forma de limpiar en todo momento. Con máquinas barredoras y regadoras, con obreros del rubro (barrenderos), levantando con palitas cada basurita que podría haber caído por allí. Y en manos del Estado, por cierto. Es obvio que en todo esto está el compromiso del ciudadano común, para cuidar lo que es de todos.

El Mundial se vive en cada bar de cada ciudad, y fue en aumento cuando la selección del lugar estaba en competencia (Dinamarca y Suecia). Rusia arrancó con el alma y la pasión en puntas de pie y, como marcábamos en otro envío, se le despertó la locura de la buena cuando derrotaron a España.

Se ha tratado hasta aquí de un maravilloso viaje. Por el fútbol y por lugares que jamás soñé conocer. Francia estaba en mis cálculos de podio antes del Mundial, no así Croacia, que me encantaría diera el golpe.

Ya será tiempo, Dios mediante, y si a alguien le interesara, de charlar con lectores y compañeros de trabajo, sobre Rusia 2018. La que se está terminando, llena de sorpresas de las buenas. En el fútbol y en la vida. 

TEMAS: futbol futbol
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