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Un insólito lujo que se da la Argentina de las necesidades

El 70% del maíz que produce el país se exporta en grano, sin más agregado de valor. Hay un gran abanico de oportunidades para transformar esa cadena en una pieza clave para el desarrollo del interior a través de la generación de riqueza y empleo

Cuando la pandemia sigue perforando el piso de la caída en la actividad económica y eso se traduce en pérdidas de industrias, comercios y empresas de servicios, con fuerte traducción en menos puestos de trabajo que, según el último informe oficial, ascendieron a 320.000 registrados en las primeras 6 semanas de cuarentena, la Argentina sigue primarizando su exportación y perdiendo oportunidades de generar riqueza, empleo y más salarios, especialmente en el interior del país.

Lo que ocurre con la cadena del maíz -y no es el único, aunque sí debe ser uno de los más representativos y de mayor impacto en la región- es una muestra de “algunos lujos” que siguen vigentes. Gran productora del cereal, la Argentina prácticamente exporta el 70% de los granos que cosecha. El año pasado la marca llegó al 73% y esa leve diferencia no se explica porque haya más procesamiento, sino porque hubo una menor cosecha debido a que este último ciclo no contó con todo el aporte de agua en momentos críticos del desarrollo del cultivo.

¿Qué podría hacer el país en lugar de llenar containers de granos? En la Argentina hay infinidad de oportunidades para que el maíz deje de ser un bien exportable y se transforme en materia prima de otro producto que se pueda colocar en el mundo a un mayor valor. Hoy el país comercializa todo ese grano para que otro le agregue valor y genere riqueza y empleo en otro lugar del mundo.

En este contexto, se podría comenzar por considerar que el alcohol a partir de maíz sirvió para producir gran cantidad de alcohol sanitizante líquido y en gel para cubrir la enorme demanda desatada desde la segunda mitad de marzo en la Argentina por la llegada del coronavirus.

Pero el principal destino de la producción de alcohol a partir de maíz es el mercado de los carburantes, que claramente recibió un mazazo por efecto de la cuarentena. El consumo de naftas cayó 80% en abril y luego comenzó a recuperar de la mano de las flexibilizaciones de actividades, especialmente en el interior. El 12% de lo que se carga en un surtidor hoy es alcohol que proviene de caña o de maíz y que actualmente se reparte de manera igualitaria. Pero, en ese sector, claramente el de maíz tiene mucho más para crecer y prácticamente no tiene techo en el país. El único límite que exhibe actualmente está dado por la normativa, que fija ese tope del 12 por ciento y es lo que reclaman la Provincia y el sector empresario que se incremente para ampliar plantas, generar inversiones y mayor valor agregado al cereal y así reducir lo que sale por los puertos. ¿Qué beneficio tendría eso en cuanto a divisas? Básicamente, que cuando se normalice el mercado de las naftas se deje de importar combustible porque ese porcentaje que se compra afuera podría ser reemplazado por la mayor cuota de alcohol. No ingresarían dólares por exportación pero dejarían de irse por importaciones.

Esa cadena del alcohol resulta además atractiva porque en Córdoba tiene todo para transformarse en economía circular, como ya lo demuestran emprendimientos establecidos en el sur y en el norte provincial. Desde el cultivo que ingresa como grano a la planta de etanol se obtiene no sólo alcohol, sino que la proteína seca denominada burlanda es la base de la alimentación de animales, como vacunos en los feedlots. Es decir que hay un doble camino posible para el cultivo: mercado de carburantes y animales para carne o leche.

Según las últimas estimaciones del Departamento de Agricultura de EE.UU., Argentina producirá unos 55 millones de toneladas cuando termine de levantar los últimos lotes de maíz que aún quedan pendientes de cosechar, de los cuales exportará 35 millones. Estados Unidos ocupa el primer lugar con exportaciones estimadas en 45 millones de toneladas, que equivalen al 26,6% de las exportaciones de maíz a nivel mundial, seguido por Argentina y Brasil con un 20,6%, y en cuarto lugar Ucrania, con el 18,9%. Sin embargo, hay una sutil diferencia en esa primera mirada de los números: lo que representa para cada país.

Según el último informe de la Bolsa de Cereales de Córdoba que fue presentado en la primera jornada del Congreso Maizar 4.0, “Ucrania exportaría el 89,2% de su producción como grano, es decir, sin procesamiento adicional. En el otro extremo, Estados Unidos exportaría como grano sólo el 13% de su producción nacional, ya que utiliza aproximadamente el 55-60% de la cosecha para la alimentación de ganado y un 35-40% se usa para la producción de etanol”.

Si bien hay mucho techo todavía para seguir sumando valor al cereal, en Córdoba el uso del maíz se concentra principalmente en etanol (hay tres plantas grandes en Río Cuarto, Villa María y Alejandro Roca más algunas MiniDest), con el 32% del consumo interno, seguido por la producción tambera, con un 23%; granjas porcinas y producción ganadera, con un 12% cada una. Más atrás, la producción aviar consume el 10%, la molienda húmeda se lleva el 9% y la seca, el 2% restante. En la provincia se utiliza el 35% de la cosecha cordobesa -levemente por encima del promedio nacional-, según el promedio de los últimos 10 años, aunque en los últimos ciclos ese porcentaje cayó porque se amplió la oferta por mejores rindes y no así la transformación. Casi de manera constante se procesaron 3,7 millones de toneladas. Pero, si se toman las últimas dos campañas, con un total de 21 millones cosechados, su uso cae al 16%, lo que marca todo lo que aún resta por hacer si decididamente se apuesta a la producción y la generación de riqueza.