El astro de los Cleveland Cavaliers, LeBron James, disputará su octava final consecutiva de la NBA cuando se enfrente a partir del jueves a los Golden State Warriors por cuarta vez, en la serie por el título más repetida sin interrupción.
Cavaliers y Warriors chocarán por cuarta ocasión al hilo, pero la diferencia entre uno y otro parece más grande que nunca.
Y James hace casi una década que no estaba tan solo como ahora. Más aún, si, como parece, el ala-pívot Kevin Love no está disponible para el primer encuentro por una conmoción cerebral. Vale la pena recordar, que en Cleveland ya no está Kyrie Irving, decisivo en el campeonato de los Cavs hace dos años con un triple en los compases finales.
LeBron, en su decimoquinta temporada como profesional, al borde del título por novena ocasión a sus 33 años, ha firmado unos playoffs solo a la altura de su leyenda, con promedios de 34 puntos, 9.2 rebotes y 8.8 asistencias por partido.
Por el camino, él solo dejó afuera a los Indiana Pacers (4- 3), a los Toronto Raptors (4-0) -el mejor equipo del Este en temporada regular- y finalmente a los Boston Celtics (4-3), después de remontar un 2-3 en contra el pasado domingo.
"Estoy intentando exprimir al máximo esta naranja hasta que no quede más jugo", resumió tras derrotar a los "Verdes" en un esfuerzo titánico, sin poder descansar ni un segundo en los dos últimos choques. "Este es el tipo de cosas que, cuando ya no estás jugando, sueñas y deseas con formar parte de ello una vez más".
Remontada histórica
Los Cavaliers necesitarán nuevas gestas del "Rey" para tener alguna chance de sumar su segundo anillo en cuatro años, pero los pronósticos hablan de una misión casi imposible.
Con Love entre algodones para el primer juego, secundarios como George Hill, Tristan Thompson y J.R. Smith deberán brillar con luz propia para, al menos, albergar alguna esperanza. Todos juntos.
Durante estos playoffs, LeBron ha echado en falta demasiadas veces no solo a un escudero de lujo sino también al resto de sus compañeros, a años luz de su nivel en pista.
"Cuanto más grande es el escenario, más grande es el jugador", dijo sobre él Tyronn Lue, técnico de Cleveland.
Pero Golden State es un reto casi tan inalcanzable como el que se le presentó en 2016, cuando volteó por primera vez en la historia una finales que iban 1-3 en contra para acabar levantando el primer título de la historia de la franquicia.
Por la dinastía
Los Warriors no son Indiana, una de las sorpresas de la temporada. Tampoco los Raptors, que fueron barridos por el "Rey". Ni Boston, un equipo lleno de estrellas emergentes y sin sus dos grandes fichajes de principios de temporada (Irving y Gordon Hayward) por lesión.
Los de la Bahía de San Francisco cuentan con Stephen Curry, Klay Thompson, Kevin Durant y Draymond Green -cuatro All-Stars en sus filas-, han ganado dos de los últimos tres anillos y aterrizan en la final tras remontar un 2-3 ante los Houston Rockets sin Andre Iguodala, cuya participación también es dudosa de cara a la última instancia.
"La gente me pregunta: ¿Aprecias llegar a la cuarta final de forma consecutiva? Y yo respondo que sí, porque es muy difícil. Así que todas las sonrisas y los abrazos con tus compañeros y tus entrenadores son merecidos", dijo Curry.
"Es emocionante tener otra oportunidad y competir por el campeonato. Tenemos aún una serie por delante y, con suerte, la resolveremos y lo conseguiremos. Estoy contento de estar de vuelta", señaló por su parte Kevin Durant.
Luego de batir en 2016 el récord de victorias en temporada regular de los Chicago Bulls de Michael Jordan, con un balance de 73-9 (por el 72-10 de los de la Ciudad del Viento), todas las comparaciones sitúan a los Warriors a la altura de las mejores escuadras de todos los tiempos.
Las estadísticas, con varios de los mejores registros ofensivos de la historia, también están de su lado. Pero dos anillos no son suficientes para codearse con los más grandes.
Por eso Golden State no se conforma y va en busca de la dinastía.
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Y James hace casi una década que no estaba tan solo como ahora. Más aún, si, como parece, el ala-pívot Kevin Love no está disponible para el primer encuentro por una conmoción cerebral. Vale la pena recordar, que en Cleveland ya no está Kyrie Irving, decisivo en el campeonato de los Cavs hace dos años con un triple en los compases finales.
LeBron, en su decimoquinta temporada como profesional, al borde del título por novena ocasión a sus 33 años, ha firmado unos playoffs solo a la altura de su leyenda, con promedios de 34 puntos, 9.2 rebotes y 8.8 asistencias por partido.
Por el camino, él solo dejó afuera a los Indiana Pacers (4- 3), a los Toronto Raptors (4-0) -el mejor equipo del Este en temporada regular- y finalmente a los Boston Celtics (4-3), después de remontar un 2-3 en contra el pasado domingo.
"Estoy intentando exprimir al máximo esta naranja hasta que no quede más jugo", resumió tras derrotar a los "Verdes" en un esfuerzo titánico, sin poder descansar ni un segundo en los dos últimos choques. "Este es el tipo de cosas que, cuando ya no estás jugando, sueñas y deseas con formar parte de ello una vez más".
Remontada histórica
Los Cavaliers necesitarán nuevas gestas del "Rey" para tener alguna chance de sumar su segundo anillo en cuatro años, pero los pronósticos hablan de una misión casi imposible.
Con Love entre algodones para el primer juego, secundarios como George Hill, Tristan Thompson y J.R. Smith deberán brillar con luz propia para, al menos, albergar alguna esperanza. Todos juntos.
Durante estos playoffs, LeBron ha echado en falta demasiadas veces no solo a un escudero de lujo sino también al resto de sus compañeros, a años luz de su nivel en pista.
"Cuanto más grande es el escenario, más grande es el jugador", dijo sobre él Tyronn Lue, técnico de Cleveland.
Pero Golden State es un reto casi tan inalcanzable como el que se le presentó en 2016, cuando volteó por primera vez en la historia una finales que iban 1-3 en contra para acabar levantando el primer título de la historia de la franquicia.
Por la dinastía
Los Warriors no son Indiana, una de las sorpresas de la temporada. Tampoco los Raptors, que fueron barridos por el "Rey". Ni Boston, un equipo lleno de estrellas emergentes y sin sus dos grandes fichajes de principios de temporada (Irving y Gordon Hayward) por lesión.
Los de la Bahía de San Francisco cuentan con Stephen Curry, Klay Thompson, Kevin Durant y Draymond Green -cuatro All-Stars en sus filas-, han ganado dos de los últimos tres anillos y aterrizan en la final tras remontar un 2-3 ante los Houston Rockets sin Andre Iguodala, cuya participación también es dudosa de cara a la última instancia.
"La gente me pregunta: ¿Aprecias llegar a la cuarta final de forma consecutiva? Y yo respondo que sí, porque es muy difícil. Así que todas las sonrisas y los abrazos con tus compañeros y tus entrenadores son merecidos", dijo Curry.
"Es emocionante tener otra oportunidad y competir por el campeonato. Tenemos aún una serie por delante y, con suerte, la resolveremos y lo conseguiremos. Estoy contento de estar de vuelta", señaló por su parte Kevin Durant.
Luego de batir en 2016 el récord de victorias en temporada regular de los Chicago Bulls de Michael Jordan, con un balance de 73-9 (por el 72-10 de los de la Ciudad del Viento), todas las comparaciones sitúan a los Warriors a la altura de las mejores escuadras de todos los tiempos.
Las estadísticas, con varios de los mejores registros ofensivos de la historia, también están de su lado. Pero dos anillos no son suficientes para codearse con los más grandes.
Por eso Golden State no se conforma y va en busca de la dinastía.