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Los que creen en una Nación con dueños

Por Leonardo Grosso * (Diputado nacional)

Primero que nada hay que dejarlo dicho: los 10 puntos del gobierno de Mauricio Macri son improvisados, superficiales, un instrumento de marketing electoral para mostrarse como abiertos a un "consenso". Es falso, porque no hacen más que esbozar el programa de ajuste del FMI: se concentran en un compromiso con las deudas adquiridas por ellos mismos e ignoran el principal problema, que es el hambre. 

Pero estos puntos además desnudan una idea: creen en una nación con dueños. Son una élite política, concentrada en las finanzas, preocupada por agilizar la ventanilla de los exportadores, agropecuarios latifundistas, que quieren ganar "competitividad" en el mercado externo, bajando "el costo laboral".

Esto es más de lo mismo. Tenemos doscientos años de violencia institucional y represión estatal para garantizar un modelo imposible, para muy pocos. Esta misma élite política es la que se pone en jaque con la irrupción del peronismo en nuestra historia. 

¿Por qué se dice que el peronismo es "el hecho maldito del país burgués"? Porque el peronismo se caracterizó por impulsar desde el Estado la construcción de herramientas de representación política de sectores sociales, para que puedan comenzar a incidir -y a conducir- los destinos de la Patria, entendiendo que la Patria es el Pueblo. Así se organizó la CGT, la rama femenina -conquistando el voto y ocupando espacios de poder-, se consagró a los niños, niñas y ancianos como sujetos de derecho, etcétera.

Cuando presentó su libro, Cristina respondió que este país no necesita un nuevo pacto entre camarillas de políticos profesionales: lo que hace falta es un nuevo contrato social, que integre a todos los sectores.

Así como el peronismo del siglo XX integró a trabajadores, mujeres y a la CGE, el peronismo del siglo XXI debe repensar los sujetos sociales, en este nuevo contexto. Entendemos que el orden mundial del trabajo se ha transformado en esta etapa, que ya no estamos en condiciones de soñar un modelo de pleno empleo con pura inversión privada: el capital se ha transnacionalizado. 

Aquí cobra protagonismo el sector pyme, que debe recordar lo vivido en estos tres años y medio para saber siempre que sus intereses individuales nunca van desligados de los intereses del conjunto del Pueblo. 

Respecto de este conjunto -mayoritario- de personas que sólo tienen para intercambiar su fuerza de trabajo y su astucia, no podemos esperar que sean masivamente contratados en fábricas: millones seguirán siendo trabajadores y trabajadoras de la Economía Popular, que inventan sus propios trabajos. El Estado debe tener en su radar esta realidad y hacerse cargo. 

La CTEP viene estudiando muy seriamente el tema, y tiene propuestas concretas para implementar desde los distintos poderes. Mi distrito, General San Martín, fue el primero en poner en marcha un Concejo de la Economía Popular, cuyas prácticas pueden servir de ejemplo.

Pero volviendo al plano nacional, un verdadero consenso implica autocrítica: declarar ya la Emergencia Alimentaria y la Emergencia en Violencia de Género. Luego, habría que convocar a todos los sectores para la construcción de un nuevo contrato social y político para la Argentina.

Quien sepa interpretar el pulso de lo que pasa en la base de nuestra pirámide social, será quien construya las mejores herramientas de representación. En 2015 no ganó sólo el marketing, ganó el eslogan "Cambiemos", porque los pueblos no se conforman y siempre quieren más. 

La lección de Evita caló muy profundo en nuestras subjetividades y todxs sabemos que "donde hay una necesidad, debe nacer un derecho". Despertando esa conciencia, y si nos organizamos bien, este año les ganamos.



* Representante del Movimiento Evita.

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