Las sospechas pueden haber comenzado porque ella tocó el piano o porque preparó café mientras él estaba tirado, con su vida derramada para siempre en una de las piezas. Los hermanos Espósito, los herederos de terrenos dorados como ese primer queso que asó don Natalio Alba, los propietarios de esos campos ubicados en Arroyo Algodón y Los Zorros tenían, por esta zona, a un abogado de la localidad de Oliva: Luis Nieto.
Luis Nieto conoce a la víctima, a Enrique “Kike” Espósito, a quien también asesoró en algún momento. Conoce a la pareja, a Nora Lilian Abelleira. Conoce a Lida Verónica Volpe, hija de la mujer pero no de Espósito, quien, sin embargo, la reconoció y crió como si lo fuera. Conoce a José Luis Bertoldi, que se constituirá en querellante durante los juicios: que insistirá para que se investigue. Nieto, que sabe que con la muerte de Espósito sus hermanos necesitan a un letrado que haga derecho penal, habla con Bertoldi y le cuenta que charló con la mujer primero y con la hija después y que olfateó algo raro. Nieto le dice que conversó con Abelleira a quien, con cierta ironía, le dijo: “Me parece que ustedes tienen el asesino muy cerca”.
Avanza el año 2012. El fiscal todavía es Daniel del Vö. Bertoldi coincide sólo en algunos aspectos con el rumbo que lleva la investigación. Nadie puede acceder al sumario. La información es escasa. Los hermanos de “Kike” viajan, con distinta frecuencia, a Villa María. Los hermanos hablan con la ideóloga sobre la noche del viernes 17 de junio de 2011. Ella dice una cosa. Dice otra. Los hermanos desconfían cada vez más. Dudan. De la hija también. Hasta ahí, todavía, ningún imputado.
***
—Las declaraciones empezaron como a las siete de la mañana —dice el Comisario Inspector y Jefe del Departamento de Coordinación Operacional, Lucas Germán Dagatti (foto)—.
Esa mañana se interroga a Abelleira, Franco Irigoita, Nilda Bustamante y su pareja, y al sereno Carlos Alberto González.
Un vecino —que también habría comparecido— supuestamente contó que su hijo, en aquel momento un niño que quizás haya tenido 10 años, escuchó un camión detenido en las inmediaciones.
—Como que estuvo en marcha. Creemos que pudo haber sido el camioncito de Irigoita —agrega el funcionario policial.
—Había un muchacho que, tiempo después, terminó siendo policía y que era amigo de la familia Irigoita —comenta el actual Jefe de Zona 1, Maximiliano Daniel Funes—. Nos dice que Irigoita sabían quién era (el homicida) y que le tenía mucho miedo.
Irigoita y su testimonio: el empleado al que la viuda le habría confesado el crimen.
—Estoy desesperado, me encuentro en una situación terrible porque, los otros días, Nora me mandó a llevar dinero a un tipo. Fuimos con mi mujer y otro matrimonio, y se lo entregamos. Nos pareció que al tipo lo habíamos visto en la cárcel —recuerda Bertoldi sobre la situación en la que estaba el hombre que se encargaba de repartir los quesos.
Irigoita, el joven que, una vez muerto Espósito, trabajó durante algunos meses más para Abelleira. Irigoita, el joven que la enfrentó.
—Nora, ya sé quién mató a Kike.
—¿Cómo sabés?
—Es el tipo al que usted me mandó a llevarle plata.
Mentira por verdad. Así, habría sido.
La mujer, al parecer, se quiebra. Llora.
—Sí, yo lo mandé a apretar. Lo quise parar al tipo pero no pude.
—¿Cómo que no pudo?
—No pude pararlo.
Irigoita tuvo miedo porque la mujer le habría dicho que ya está, que vos no vas a decir nada porque si no.
—Estuvimos tratándolo de convencer porque esta mujer, Abelleira, era una persona manipuladora —expresa Funes.
Intentaron. E Irigoita, por fin, accedió.
***
—La verdad se va alejando a medida que va pasando el tiempo, porque la prueba se va diluyendo. Generalmente los autores, los cómplices, los instigadores tratan de hacer desaparecer todo tipo de prueba, aún la indiciaria. Se esconden elementos. Testigos se olvidan, son amenazados, comprados, por una u otra razón se van de la ciudad. Son muchas cosas que hacen que la investigación se ponga más compleja —cuenta Bertoldi.
Cuando la causa esté en manos del nuevo fiscal, de Gustavo Atienza, el abogado se convertirá en el rostro de la obstinación, de la persistencia. Le preocupará la demora. Sin embargo, desde la Fiscalía serán más receptivos con la información, siempre sin vulnerar el secreto de sumario.
—Transcurrió mucho tiempo hasta que consideró (Atienza) que tenía prueba necesaria para sospechar que Abelleira, la concubina de Espósito, de alguna manera, había participado en la planificación del crimen —manifiesta Bertoldi—. La razón, en aquel entonces, se presumía que era la codicia; la ansiedad y desesperación por hacerse rápido del dinero y los bienes.
Transcurrió mucho tiempo. Aproximadamente un año y medio. Hasta que el 18 de diciembre de 2012, Deheza y Abelleira fueron detenidos.
***
Pero antes, mucho antes, decir Funes y Dagatti equivaldrá a decir Auguste Dupin porque, por ejemplo, decir el crimen de Espósito, equivaldrá, quizás, a mencionar Los crímenes de la rue Morgue de Poe. No perderán tiempo. Y cuando citen a Abelleira por segunda vez sabrán que algo anda mal, porque ella, habrá cambiado su número. Ese que terminaba en 072 y que reveló tanto.
Franco Gerarduzzi. Redacción Puntal Villa María
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Avanza el año 2012. El fiscal todavía es Daniel del Vö. Bertoldi coincide sólo en algunos aspectos con el rumbo que lleva la investigación. Nadie puede acceder al sumario. La información es escasa. Los hermanos de “Kike” viajan, con distinta frecuencia, a Villa María. Los hermanos hablan con la ideóloga sobre la noche del viernes 17 de junio de 2011. Ella dice una cosa. Dice otra. Los hermanos desconfían cada vez más. Dudan. De la hija también. Hasta ahí, todavía, ningún imputado.
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—Las declaraciones empezaron como a las siete de la mañana —dice el Comisario Inspector y Jefe del Departamento de Coordinación Operacional, Lucas Germán Dagatti (foto)—.
Esa mañana se interroga a Abelleira, Franco Irigoita, Nilda Bustamante y su pareja, y al sereno Carlos Alberto González.
Un vecino —que también habría comparecido— supuestamente contó que su hijo, en aquel momento un niño que quizás haya tenido 10 años, escuchó un camión detenido en las inmediaciones.
—Como que estuvo en marcha. Creemos que pudo haber sido el camioncito de Irigoita —agrega el funcionario policial.
—Había un muchacho que, tiempo después, terminó siendo policía y que era amigo de la familia Irigoita —comenta el actual Jefe de Zona 1, Maximiliano Daniel Funes—. Nos dice que Irigoita sabían quién era (el homicida) y que le tenía mucho miedo.
Irigoita y su testimonio: el empleado al que la viuda le habría confesado el crimen.
—Estoy desesperado, me encuentro en una situación terrible porque, los otros días, Nora me mandó a llevar dinero a un tipo. Fuimos con mi mujer y otro matrimonio, y se lo entregamos. Nos pareció que al tipo lo habíamos visto en la cárcel —recuerda Bertoldi sobre la situación en la que estaba el hombre que se encargaba de repartir los quesos.
Irigoita, el joven que, una vez muerto Espósito, trabajó durante algunos meses más para Abelleira. Irigoita, el joven que la enfrentó.
—Nora, ya sé quién mató a Kike.
—¿Cómo sabés?
—Es el tipo al que usted me mandó a llevarle plata.
Mentira por verdad. Así, habría sido.
La mujer, al parecer, se quiebra. Llora.
—Sí, yo lo mandé a apretar. Lo quise parar al tipo pero no pude.
—¿Cómo que no pudo?
—No pude pararlo.
Irigoita tuvo miedo porque la mujer le habría dicho que ya está, que vos no vas a decir nada porque si no.
—Estuvimos tratándolo de convencer porque esta mujer, Abelleira, era una persona manipuladora —expresa Funes.
Intentaron. E Irigoita, por fin, accedió.
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—La verdad se va alejando a medida que va pasando el tiempo, porque la prueba se va diluyendo. Generalmente los autores, los cómplices, los instigadores tratan de hacer desaparecer todo tipo de prueba, aún la indiciaria. Se esconden elementos. Testigos se olvidan, son amenazados, comprados, por una u otra razón se van de la ciudad. Son muchas cosas que hacen que la investigación se ponga más compleja —cuenta Bertoldi.
Cuando la causa esté en manos del nuevo fiscal, de Gustavo Atienza, el abogado se convertirá en el rostro de la obstinación, de la persistencia. Le preocupará la demora. Sin embargo, desde la Fiscalía serán más receptivos con la información, siempre sin vulnerar el secreto de sumario.
—Transcurrió mucho tiempo hasta que consideró (Atienza) que tenía prueba necesaria para sospechar que Abelleira, la concubina de Espósito, de alguna manera, había participado en la planificación del crimen —manifiesta Bertoldi—. La razón, en aquel entonces, se presumía que era la codicia; la ansiedad y desesperación por hacerse rápido del dinero y los bienes.
Transcurrió mucho tiempo. Aproximadamente un año y medio. Hasta que el 18 de diciembre de 2012, Deheza y Abelleira fueron detenidos.
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Pero antes, mucho antes, decir Funes y Dagatti equivaldrá a decir Auguste Dupin porque, por ejemplo, decir el crimen de Espósito, equivaldrá, quizás, a mencionar Los crímenes de la rue Morgue de Poe. No perderán tiempo. Y cuando citen a Abelleira por segunda vez sabrán que algo anda mal, porque ella, habrá cambiado su número. Ese que terminaba en 072 y que reveló tanto.
Franco Gerarduzzi. Redacción Puntal Villa María
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