Sin embargo, y más allá de que efectivamente hubo una devaluación del tipo de cambio, no fue lo abultada de otras oportunidades, al menos por ahora. Dentro de este régimen de bandas que dispuso el Gobierno, como paso previo a una flotación libre, el dólar se ubicó más bien en la franja central y cerró la semana pasada en torno a los $1.200. Vale recordar que el viernes previo a la modificación cotizó a $1.078.
Así las cosas hay muchos productos, especialmente alimenticios que corrigieron directamente por tipo de cambio. Aquellos que esperaron a conocer las medidas. Otros, se anticiparon y tuvieron su propia estimación. En cualquiera de los dos casos, quedaron evidenciados los excesos y las viejas y reñidas prácticas de algunos sectores oligopólicos de la economía. Pero esta vez encontraron enfrente bolsillos agujereados que ya no pueden convalidar nuevas subas de precios. Mientras el Indec termina de debatir la conformación de la nueva canasta de consumo en el hogar para actualizar la que aplica para sus mediciones, está claro que en los últimos 18 meses el gasto de los hogares tiene una porción cada vez mayor en los servicios, que es el renglón que aumentó desproporcionadamente de la mano de la quita parcial o total de subsidios, más las actualizaciones tarifarias. Energía eléctrica, gas, prepagas, internet, telefonía, entre otros, se salieron del cuadrante general. Las familias hoy gastan mucho más allí de lo que lo hacían apenas un año y medio atrás. Por ende, les queda menos dinero para otros fines. Los sectores que producen y venden para esos “otros fines” padecen la contracara de un consumo alicaído. Porque cuando se observan los demás ítems de gastos de los hogares, la mejora es casi nula.
También por eso es que la sensación de la mayor parte de los hogares argentinos es que la mejora que pregona el Gobierno no es real. Quienes administran los hogares sienten que casi la totalidad de sus menguados ingresos se escurren en el pago de las facturas que vencen hasta el día 10. Y luego el final del mes es como una zanahoria que se aleja a cada paso.
Lo cierto es que el panorama asomó como más complejo tras el 3,7% de marzo y la decisión ya impostergable por parte del Gobierno de aplicar una modificación en el régimen cambiario ante un escenario insostenible. El Banco Central llegó a vender de a 400 millones de dólares diarios ante un mercado que anticipó lo que venía: no tardaron en observarse importaciones que se adelantaron para aprovechar el tipo de cambio y exportaciones que se replegaron a la espera de la devaluación. El resultado fue el de siempre: mayor tensión en el mercado cambiario y aceleración en los tiempos de definiciones para el Gobierno.
Sin embargo, finalmente parece que la alicaída demanda hizo su parte y algunos de los precios que se corrigieron al alza en la primera parte de abril, luego se frenaron o incluso se volvieron algunos pasos atrás. No son pocas las consultoras que cuando arranca ahora la última semana del mes pronostican que el IPC estará por debajo del de marzo, y posiblemente en torno al 3%. Una meta que cuando arrancó abril parecía poco probable de lograrse.