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El maíz argentino, uno de los más sustentables del mundo: ¿por qué es una buena noticia?

Un estudio conjunto de Inta e Inti mostró que para producir una tonelada del cereal se emiten 178 kilos de dióxido de carbono equivalente. En Córdoba son 156,5

En un mundo que demanda cada vez más responsabilidad y cuidado del ambiente a la hora de producir, un trabajo realizado de manera conjunta entre el Inta y el Inti para Maizar, mostró que el cultivo de maíz en Argentina es uno de los que menor huella de carbono genera en el mundo.

En sí es un dato relevante desde el punto de vista ambiental, pero cada vez más lo es para el plano comercial debido a los parámetros fijados por los mercados, especialmente de países desarrollados. Eso permite imaginar la consolidación de clientes en el mundo o la captación de nuevos, además de pensar en ingresos extras por el beneficio ambiental.

El estudio fue realizado por Rodolfo Bongiovanni, investigador del INTA Manfredi y Leticia Tuninetti, especialista en Análisis de Ciclo de Vida del INTI por pedido de Maizar, la cadena del maíz.

Y como resultado duro arrojó que cada tonelada de maíz producido en Argentina aporta 178 kilos de dióxido de carbono equivalente. Claro que se trata de un valor ponderado a nivel nacional, lo que implica que dentro de ese valor hay múltiples realidades dependiendo de la zona, la fecha de siembra, el tipo de suelo, la aplicación de fertilizantes, entre otras variables.

Como punto de referencia, el mismo equipo de investigadores había realizado ya el año pasado un trabajo similar para la producción maicera de Córdoba, que había arrojado una huella de 156,5 kilos de dióxido de carbono equivalente por tonelada de granos. En el caso puntual del departamento Río Cuarto ese valor era algo menor, de 154 kilos, quedando aún más lejos del promedio nacional. En el departamento SanMartín, por ejemplo, fue de 157 kilos, levemente por encima del promedio. Roque Sáenz Peña, General Roca y Unión fueron los que mostraron los valores más altos (201, 185 y 178 respectivamente).

“El trabajo viene por una iniciativa de Maizar ya que como equipo venimos trabajando juntos hace tiempo entre el Inta y el Inti. Hicimos estudios sectoriales de diferentes cadenas de valor como la del maní, la del trigo, la del algodón, caña de azúcar, te, yerba mate, alfalfa, carne, leche. Entonces la idea de Maizar fue acudir a este equipo para llevar adelante el trabajo”, explicó a Tranquera Abierta, Rodolfo Bongiovanni, del Inta Manfredi.

Y agregó: “En este caso lo que analizamos es la huella de carbono de todo el maíz que se produce en la Argentina. Como no somos un órgano estadístico acudimos a quienes llevan estadísticas del cultivo, que en este caso es la Bolsa de Cereales de Buenos Aires. Y como Maizar forma parte de la Bolsa, pudimos tener acceso a toda esa información que nos sirvió como base del estudio que luego desarrollamos”, explicó el investigador.

¿El trabajo tomó las diferentes zonas geográficas en que se produce?

A nivel geográfico hablamos de 16 zonas productoras con tres niveles tecnológicos -alto, medio y bajo- y dos fechas de siembra, temprano y tardío. Por lo cual ahí tenemos muchas combinaciones posibles. Y de allí fuimos ponderando en base a producción, superficie sembrada para llegar a un valor final a nivel nacional. No es un promedio simple. Y también podemos obtener la huella por nivel tecnológico o fecha de siembra, por ejemplo.

Zona por zona

Hay una particularidad y una complejidad para cada zona...

Claro, de allí se hacen los cálculos en base a todo lo que entra como insumos, suelo, agua, aire, oxígeno, entre otras cosas. Luego sale el grano de maíz con la huella que nosotros calculamos y la planta sigue su ciclo natural; una parte puede quedar fijada como carbono a través de las raíces, parte del tallo que queda sobre el rastrojo. Y después una parte de ese carbono biogénico que se fijó con la fotosíntesis vuelve a la atmósfera.

¿Y entonces?

Entonces la pregunta del millón es si lo que nos dicen que la planta de maíz es una máquina de fijar carbono, es todo secuestro o todo emisión o hay un balance entre ambas cosas. La respuesta obviamente es el balance.

No hay un equilibrio perfecto...

De alguna manera desmitificamos que el maíz sea solamente captura, sino que tiene su parte también de emisiones. Cuánto emite una tonelada de maíz es 178 kilos de dióxido de carbono equivalente.

¿Por qué remarca “equivalente”?

Equivalente porque no sólo es dióxido de carbono lo que se emite a la atmósfera, sino un conjunto de gases de efecto invernadero, cada uno con su potencial de calentamiento distinto. Por eso se lleva a un valor único.

¿Por lo cual la huella es de 178 kilos de carbono para producir una tonelada?

Cuando uno va a la definición de la huella de carbono es la suma algebraica entre lo que emite y lo que remueve. Lo que emite está con signo positivo y lo que remueve, con signo negativo. El balance entre ambos da la huella de carbono, que en este caso es de 178 kilos promedio ponderado nacional por tonelada de grano.

¿Por qué ese valor lo deja como uno de los que menor huella produce en el mundo?

Entre otras cosas porque contamos con un sistema productivo privilegiado y los suelos son naturalmente fértiles, la urea es muy cara y por lo tanto ponemos poca cantidad; la mayor parte de la producción se hace a secano y lo que hay bajo riego es excepcional; y sumemos la siembra directa en un 98%. Por lo tanto hablamos de un sistema productivo muy eficiente. Comparado con Brasil por ejemplo, tenemos menos de la mitad de huella porque ellos tienen buena parte de la producción de maíz que viene de deforestación. En nuestro caso no consideramos que para hacer maíz se haya tenido que deforestar.

¿Para esa comparación internacional se siguen protocolos de escala global?

Para poder comparar con otras producciones mundiales se siguen parámetros internacionales. La norma base es la ISO 14.067 que allí define cómo se debe llevar adelante un estudio de huella de carbono para un producto. Y después están los cálculos específicos que establece un organismo internacional como el IPCC, el Panel de Cambio Climático, que dice cómo se debe considerar la producción de maíz y tiene publicados los manuales de cálculo. Y todo eso se va ajustando a los sistemas productivos que se van relevando y sus componentes, como niveles de producción, precipitaciones, a nivel departamental. Porque hay zonas productivas que pueden incluir más de un departamento. Por eso tomamos por departamento y lo fuimos llevando a nivel país. Por un lado sacamos la foto, después comparamos, y la parte más difícil es interpretar todo. ¿A qué se debe? ¿Por qué? Y esas preguntas surgen todo el tiempo.

En sí es una buena noticia la huella de carbono reducida, ¿pero qué utilidad puede tener esto?

Es una cuestión interesante ver en qué beneficia al país este tipo de estudios. Lo primero, la imagen del país y un sector agro de la Argentina que muestra un sistema de producción sostenible. Entonces hay consumidores del exterior que se fijan en eso como un atributo, al que se llama valor agregado ambiental. Eso, a su vez, puede servir para retener clientes o captar nuevos clientes, y también para obtener un precio diferencial. Lo hacemos desde dos instituciones públicas que aportamos nuestra mirada neutra y objetiva sobre este tema. Lo hacemos con el objetivo de aportar valor a una forma de producción sostenible.

Todo este estudio permite a su vez visualizar por dónde se puede seguir mejorando, ¿dónde hay margen?

Uno de los puntos que analizamos, dentro de los críticos de mayor emisión, encontramos que el 58% de la huella está en los fertilizantes. Ahí tenemos que la fabricación es el 23%. Pensemos cuando se compra la urea que viene del exterior, que viene ya con una huella. Al momento de aplicarla, también emite gases de efecto invernadero a la atmósfera, que es el 35%. Y esa es una de las respuestas para poner foco a la hora de reducir mediante el reemplazo de esos fertilizantes de síntesis química por alternativas biológicas, insumos que vengan de la producción ganadera, efluentes, biofertilizantes, cama de pollo, residuos de la industria, digestato en caso de un biodigestor, son alternativas que se están viendo dentro de un esquema de economía circular. Todo eso forma parte de lo que se llama diseño de sistema sostenible y en el Inta estamos trabajando muy fuerte en ese tema para producir más de forma sostenible.