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El nieto 122: “Antes de saber quién era mi padre, me vi en su foto”

José Bustamante García, hijo de Iris y Enrique, nació en la Esma en 1977 y fue entregado a una pareja de la base Puerto Belgrano. El año pasado descubrió su verdadera identidad y hoy considera que su historia puede servir para aquellos que aún desconocen su origen

“Lo que yo sabía es que había nacido en Puerto Belgrano, una base naval al sur de la provincia de Buenos Aires. Que había nacido allí en agosto del 77, con mis padres de crianza Alfredo y Carmen, él suboficial de la Armada”, dice José y señala: “Allí hice la educación inicial y parte de la primaria, nos trasladamos a Río Gallegos durante la guerra de Malvinas, y luego volvimos a Puerto Belgrano hasta 1985, cuando mi padre falleció”. En ese momento, su historia comenzó a cambiar.

José Bustamante García supo en abril del año pasado que era el nieto 122 recuperado por el trabajo de Abuelas de Plaza de Mayo. Descubrió que era hijo biológico de Iris García y Enrique Bustamante, secuestrados y desaparecidos en Buenos Aires en 1977. 

En un comienzo no se sintió cómodo con difundir su historia, y  la organización de derechos humanos mantuvo sus reservas. Sin embargo, ahora considera que su mensaje puede ayudar a quienes, como él, vivieron con dudas sobre su identidad y origen. Así, por primera vez, José cuenta su historia, la de sus padres biológicos y cómo lo adoptaron sus padres de crianza. “Yo desde un primer momento les dije que no quería que nadie supiera de la noticia, y se me respetó completamente. Con el tiempo decidí dar mi testimonio con la idea de ayudar a otros que se encontraran en la misma situación”, asegura. 

Recibió a Puntal en su casa, donde vive con su esposa y dos hijas, una familia que fue fundamental en la búsqueda de respuestas a las preguntas que hacía de su pasado. Se mostró muy seguro y claro en el diálogo, consciente de que lo que diría serviría para ayudar a terceros y sumamente agradecido al tratamiento respetuoso que Abuelas hizo de su caso.

Construye su relato tal como lo vivió, con su infancia en la base militar, su adolescencia con los primeros cuestionamientos y luego la investigación que realizó sobre Iris y Enrique.

En 1985, su padre de crianza falleció por un complicado cuadro que combinaba cirrosis hepática y diabetes. “No existían los avances de la medicina que hay en la actualidad y su salud se fue deteriorando”, indica y agrega sobre el momento del fallecimiento: “Como la familia de mi mamá de crianza estaba en Río Cuarto, nos vinimos acá, porque en las Fuerzas Armadas ante la jubilación o muerte del militar la familia debe dejar las instalaciones”. 

Desde los 8 años vive en la ciudad y al poco tiempo de mudarse su madre le dijo que lo habían adoptado. “Me explicó que era algo que con mi papá en vida habían definido que me lo contarían. Fue una noticia triste, pero era muy chico y no reaccioné ante la información: ella era mi mamá”, sostiene.

- ¿Qué le contó ella sobre su llegada a la familia?

- Ella me contó lo poco que sabía de cómo llegué a su casa. Me dijo que ellos no podían tener hijos y que mi padrino, que era piloto oficial de la Armada en el mismo puerto y que con su esposa eran matrimonios conocidos de mis padres de crianza, llegó un día con un bebé y no permitió que le hicieran preguntas de su origen. Mi madre aseguró que desconocía lo que era el terrorismo de Estado, porque al vivir dentro de la base estaban en una burbuja. Supongo que por su trabajo mi padre de crianza podría saber algo, pero según lo que cuenta mi madre él le preguntó muchas veces a mi padrino, y por las jerarquías en las fuerzas se debía respetar y no hacer preguntas. 

Pese a lo que con el tiempo fueron las Fuerzas Armadas en su vida, asegura: “Yo en la base tuve una infancia muy feliz, porque ahí adentro teníamos todo, piletas, canchas de fútbol, hasta fábrica de helados, para un chico eso era sensacional”, señala. 

- ¿Ha mantenido relación con su padrino?

- Desde fines de los 80 que no tengo relación física con él, alguna carta en esa época hasta el principio de los 90. No tengo certeza de que viva, creo que sí, pero no lo he rastreado.  

Explica que algo muy particular de su padre fue que era militar “pero a regañadientes, se había unido a la fuerza porque se había ido de su casa y no tenía nada”, mientras que asegura que “pasaba muchos fines de semana detenido porque rechazaba la humillación y la degradación, no podía ver el uniforme, era algo que hacía por tener un ingreso y pasándola mal”. 

En este sentido, comenta que en su casa la vida militar no se vivía como una cuestión ideológica. “No estaban orgullosos de lo que pasaba, a mis padres no les gustaba, no había una visión positiva sobre la vida militar”, dice. En su caso, en tanto, sí había construido una imagen positiva, “pero que no tenía que ver con el terrorismo de Estado, sino que por haber sido criado en una base, con desfiles constantemente de tanques y armas”, manifiesta. 

Desde los 8 años vive en Río Cuarto, y aquí cursó todos sus estudios hasta los universitarios. “Yo quería ser militar y mi madre se oponía por la experiencia que había tenido mi padre, todo sin saber ella la posibilidad de que mis padres biológicos fueran víctimas del terrorismo de Estado”, revela Bustamante. 

“Lo curioso es que mi madrina, la esposa del oficial que me había entregado a mis padres de crianza, en unas vacaciones a fines de los 80, cuando yo estaba por ingresar al secundario y quería ir a una escuela militar, ella le dijo a mi vieja que no me dejara, acompañó lo que ella pensaba y la alentaba a que no me lo permitiera”, cuenta sobre el rechazo de personas cercanas a la familia sobre la carrera militar. 

Acercarse a Abuelas

- ¿En qué momento comenzó a cuestionar su origen e identidad?


- De adolescente busqué mi partida de nacimiento para un trámite y no entendía cómo podía tener una siendo que me habían adoptado. Pensé que había una situación irregular, porque no tenía un acta de adopción. Después, empecé a ver en los medios de comunicación otro enfoque de la dictadura y vi documentales a los que antes no había tenido acceso. 

Fue después del año 2000 cuando comenzó a ver los spots televisivos de Abuelas de Plaza de Mayo, “se puso en la superficie algo que estaba muy abajo escondido”, señala sobre ese cambio social y político. 

- ¿Sospechó que podría haber sido hijo de desaparecidos?

- Es curioso cómo es la cabeza de cada uno, y yo a todo este proceso lo tenía muy adormecido. Lo pensé como una posibilidad que al haber nacido en esa fecha y siendo hijos de crianza de militares podía ser hijo de desaparecidos, pero también podría haber sido un niño víctima de trata de personas, algo que se dio mucho en esos años. Fueron muchas cosas que me hacían que no pensara en las alternativas: mis padres de crianza, mi familia, lo dolorosa que fue esa parte de la historia.

- ¿Cómo se acercaron de Abuelas para plantearles la posibilidad de hacerse un estudio?

- Yo venía hablando con mi esposa, que por esos años éramos novios, pero temía lo que podía pasarle a mi madre de crianza si se llegaba a conocer algo que la perjudicara. Ella desde temprana edad me veía serio y me planteaba que era porque no sabía quiénes eran mis papás. Ella se sentía culpable por no poder aportar más información, pero siempre respetó que yo le decía que no quería indagar en el tema. De ella recibí sólo amor. Desde Abuelas de Córdoba se acercaron a mí, por denuncias anónimas, siempre con mucho respeto. 

José indica que comenzaron a hablar con los delegados de la ONG y les manifestó su preocupación sobre la situación de su madre: “De todas formas ya en ese momento había nacido mi hija mayor y cambió en mi interior la reflexión, considerando que no podía dejar de pensar en ella a la hora de tomar decisiones, y comencé a vivirlo con un peso”, expuso.

Constantemente en la conversación José afirma que el trato que recibió del equipo de Abuelas de Plaza de Mayo fue muy respetuoso con él. “Aceptaron mis tiempos, escucharon lo que yo quería hacer y me plantearon la posibilidad de hacer una extracción si así lo quería, 8 meses pasaron del primer contacto y el día que tomaron la muestra”, comenta. 

- ¿Qué pasó con la muestra?

- El estudio dio negativo. En ese momento pensé muchas cosas pero lo primero que averigué es que en ese banco no están las muestras de todos los desaparecidos. El Banco Nacional de Datos Genéticos depende del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación. Abuelas hizo posible que existiera ese banco a partir de una ley que impulsaron, pero es un órgano de todos. 

En ese momento consultó si se podía incorporar más muestras al banco genético, que se cotejan inmediatamente con las que habían dado negativas. “Llegué hasta a ilusionarme con la posibilidad de encontrar a mis padres vivos, pero después de 30 años sin saber nada, no me imaginaba ni por dónde empezar a buscar”, indica. José precisa que poco tiempo después del estudio nació su segunda hija: “Ahí pensé en que tenía que hacer algo como padre, no podía dejar a mi familia sin saber mis orígenes en caso de que me pasara algo”, sostiene.

- ¿Finalmente se incorporaron más datos?

- No, en realidad se dio una situación muy particular. Me llamó por teléfono Claudia Carlotto, hija de Estela, el 18 de abril de 2017. Me dijeron que por la distancia me informarían telefónicamente para no llamar la atención en caso de viajar a Río Cuarto desde Buenos Aires. Allí me dijeron que era hijo de desaparecidos, que los estudios habían dado positivo. Lo primero que pensé fue un cuestionamiento, porque no podía ser que primero diera negativo. 

Comenta que no se debió a que se incorporaran nuevas pruebas, sino que con el avance de la ciencia y la inclusión de más marcadores genéticos se pudo establecer con certeza el vínculo con sus padres. “Tuvo que ver con cómo era mi grupo familiar en el banco nacional, no todos son similares y en mi caso, aunque por el lado de mi madre estaban las muestras de mi abuelo y mis tíos, por el de mi padre sólo había un tío de mi padre”, detalla.

- ¿Qué sintió al momento de ver la foto de sus padres?

- Me vi muy parecido a mi papá. De hecho, antes de que me informaran el vínculo, yo había entrado hace mucho a la página de Abuelas, entre los casos sin resolver había visto su foto y me encontré parecido a él. 

Tres meses después de conocer su identidad, José se reunió por primera vez con las familias de sus padres biológicos. “Yo quería comprender la situación para poder transmitírsela a mis hijas, fue una bendición conocer a mis padres, hay personas que pasan toda la vida si saber la verdad”, resalta Bustamante García. 

- ¿Qué le dijeron los familiares en esa reunión?

- Me manifestaron un respeto y un amor que yo todavía no tenía armado. Ellos me estaban buscando desde toda la vida, pero yo no sabía que ellos existían. 

La historia de sus padres

“Mis padres fueron secuestrados de la pensión en la que vivían en Monserrat (Buenos Aires), eran militantes de Montoneros. Mi mamá estudiaba en la Universidad Católica, participaba de la Juventud Universitaria Peronista y al momento de desaparecer tenía 25 años. Mi papá tenía 26 años y todavía no puedo saber cómo se conocieron”, describe José la historia de sus padres. 

Destaca que el suyo fue un noviazgo “fácil de entender en la actualidad”, considerando que se desarrolló en la clandestinidad. “Ellos no vivían juntos, pero sí lo estaban en esa pensión el 31 de enero del ‘77, cuando los secuestraron”, explica. 

Fueron llevados al centro clandestino de Club Atlético de Buenos Aires y en mayo trasladaron a Iris a parir a la Esma, a donde enviaban a las mujeres desde diferentes centros. A Enrique, en tanto, lo llevaron a la Esma para un careo con un compañero de la militancia. Este hombre sobrevivió a la dictadura y relató que se perdió el rastro del padre de José cuando lo regresaron a Club Atlético. 

Su madre tenía 3 meses de embarazo cuando la secuestraron, por lo que pasó 5 meses en cautiverio y en esas condiciones antes de dar a luz. “Es el costado feo de la historia. No es lo mismo pensarlo como algo histórico que pasó en el país que como algo que forma parte de tu vida”, reflexiona.

- ¿Qué sucedió con ella en la Esma?

- De ella no se sabe mucho, a diferencia de otros nacimientos de la Esma. En la causa de Plan Sistemático del Robo de Bebés de 2012, cuatro mujeres que asistían a los nacimientos hablan de mi madre con el apodo “Tita”, dicen haberla visto en una habitación que no era la pieza de las embarazadas, donde las hacían parir. Sabían que tuvo un varón en julio de 1977, pero no hay más detalles. Dicen que ella me tuvo unas horas ese día, pero luego desaparecimos ella y yo. Me hubiera gustado saber el nombre que habían elegido para ponerme, pero tampoco lo pude averiguar. 

José resalta que hay una historia “linda en medio de tanto horror”, de cómo se enteraron en la familia de su madre que ella estaba embarazada. “Mi abuelo materno es coronel del Ejército y estaba retirado al momento del golpe, pero intentó usar sus contactos para dar con el paradero de su hija”, señala y relata que lo presionaran para que no mantuviera la búsqueda. 

En 1984 falleció su abuela materna y su abuelo se volvió a casar 3 años más tarde. Dejó su departamento y en la mudanza encontraron una carta, de 12 días antes del secuestro, en la que Iris le contaba a su madre que estaba con Enrique y que se encontraba embarazada de 3 meses.

En el caso de su abuelo paterno la historia fue diferente. Nunca denunciaron el secuestro porque pensaron que no estaba desaparecido, sino que se había exiliado en México. Recién en 2010 fue denunciado como desaparecido por una prima.

- Mirando hacia atrás, ¿qué sensación le genera este período de la historia?

- No me genera odio, no es lo que quiero vivir ni lo que quiero que sientan mis hijas. Si me pongo a pensar lo que pudieron haberles hecho a mis padres, por supuesto que no pienso en algo lindo, pero no quiero dejarme ganar por eso. No lo niego, lo sé, pero trato de no transmitirlo a mis hijas. Tampoco tengo esa sensación para con mi padrino, pero como ciudadano pretendo que todos tengamos justicia y que se cumpla la pena que le tocó a cada uno de los responsables de estos delitos. 



Luis Schlossberg.  Redacción Puntal

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