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“Se presenta a la ciencia y a la religión como enemigas, pero son compañeras”

José Funes, sacerdote y astrónomo, se refirió a la tensión permanente que hay sobre ambas disciplinas. Además, aseguró que todavía no hay pruebas de la existencia de vida en otras partes del universo

El sacerdote y astrónomo cordobés, José Gabriel Funes, se refirió a la vinculación entre la ciencia y la religión. El destacado investigador, quien trabajó durante 15 años en el Observatorio Vaticano, dijo que las disciplinas en cuestión no son enemigas y que están muy vinculadas. En “La Entrevista del Domingo” de PUNTAL, el cura sostuvo que, pese a los diferentes estudios que se han realizado a nivel mundial, todavía no hay pruebas de que exista vida en otras partes del universo. 

-¿De qué temas hablará durante sus conferencias?

-Me invitan para hablar sobre el tema religión y educación. Hoy, es un desafío poder abordar un tema desde distintas perspectivas y disciplinas en la escuela. Es fundamental que, tanto docentes como estudiantes, sepan enfrentar desafíos desde distintos tipos de conocimiento. Hay mucho por hacer todavía en ese sentido. En definitiva, voy a hablar sobre los desafíos, del diálogo entre ciencia y religión en la escuela secundaria y también trataré todo lo referido a la vida extraterrestre. 

-¿Cómo se plantea la relación entre la ciencia y la religión?

-Todavía hoy se presenta a la ciencia y a la religión como enemigas, pero en realidad deberíamos verlas como compañeras de viaje en el camino que emprendimos hacia entender un poco mejor el universo en el que vivimos y a la realidad que nos rodea. El desafío es entender que ciencia y religión no están en guerra y que pueden colaborar mutuamente en temas que tienen que ver con el comienzo y el final del universo y el origen de la vida en el universo. La vida ha evolucionado. También ha habido una evolución social en el ser humano. Son muchas las disciplinas que involucran la comprensión de la vida en la tierra y la vida inteligente. 

-¿A qué se refiere cuando habla de vida inteligente?

-Todavía no tenemos pruebas de que exista vida, aún en formas más primitivas, en otras partes del universo. De todas maneras, desde siempre, la humanidad se ha hecho la pregunta sobre si estamos solos en el universo o si hay algunos otros seres inteligentes que pueden comunicarse con nosotros. Creo que es un tema que ha fascinado a la humanidad y que puede ser un punto de partida en la escuela secundaria para tratar temas como son el origen del universo, el origen de la vida, cómo surge la inteligencia, el ser humano, etcétera. 

-¿Por qué a la Iglesia Católica le interesa saber si existe vida en otras partes del universo?

-Fundamentalmente porque somos curiosos. Por eso se desarrolla también la ciencia. Es decir, salir de nosotros mismos, de nuestro mundo, dejar de ser autorreferenciales y abrirnos a otras posibilidades de vida. Pasa por ahí. 

-La ciencia y la religión no están muy de acuerdo sobre el origen de la vida…

-No es que no estén de acuerdo. Desde el punto de vista científico, al día de hoy todavía no sabemos cómo se originó la vida. Sí se sabe que hay evidencias de que ha habido evolución biológica. Desde el punto de vista religioso, desde la fe, nosotros sabemos que toda vida proviene de Dios. De algún modo, Dios comunica esta vida y permite que la vida siga existiendo y se siga difundiendo. Son distintos modos de acercarnos a la realidad de la vida, pero se pueden complementar y ayudar mutuamente. Tanto la ciencia como la religión pueden arrojar luz sobre esta cuestión. 

-Más allá de que hasta ahora no se haya comprobado que exista vida en otro sitio que no sea la tierra, ¿hay algún indicio de que podría haberla?

-Todavía no hay ninguna prueba. Sería una gran noticia que, por ejemplo, se descubriera vida en el sistema solar en lugares como pueden ser el planeta Marte o en las lunas de los planetas como Júpiter y Saturno; pero todavía no ha ocurrido. Sí se sabe, desde la astronomía, que hay exoplanetas que orbitan alrededor de otras estrellas en las que se han encontrado planetas que son semejantes a la tierra y que se ubican dentro de lo que se denomina zona de habitabilidad de la estrella. Es decir, aquella región del espacio donde podría existir agua en estado líquido. Por el momento, eso es lo que sabemos. La búsqueda de vida y de vida inteligente plantea muchos interrogantes: cómo definimos la vida, qué es la vida, cómo podríamos decir que un organismo es un viviente, entre otros. También si existe alguna gramática universal que nos permita comunicarnos con otros seres inteligentes. Son muchas las cuestiones que están abiertas. 

-¿Qué lo ha llevado a usted a involucrarse sobre este tema?

-Yo soy astrónomo y he estudiado filosofía y teología, tengo un doctorado en astronomía por la Universidad de Padua (Italia). Trabajé en el Observatorio del Vaticano por 15 años, 9 de los cuales como director. En ese marco, propuse un congreso sobre astrobiología sobre la búsqueda de vida inteligente en el universo en la Pontificia Academia de las Ciencias.  

-¿Cómo es trabajar en el Observatorio? ¿qué se hace allí?

-El Vaticano tiene un observatorio porque, sobre todo en el siglo XIX, se presentaba a la Iglesia como enemiga del desarrollo y del conocimiento científico. En ese marco, el papa León XIII propuso la creación del Observatorio Vaticano, para mostrar que la Iglesia promueve el conocimiento y la investigación científica de calidad. Así nació el observatorio, para poner en evidencia que la Iglesia no se opone a la ciencia. Los trabajos del observatorio van desde el estudio de los meteoritos en el sistema solar, los posibles objetos que están cerca de la tierra, las estrellas de las galaxias que son semejantes al sol y que pueden albergar planetas semejantes a la tierra y también las galaxias cercanas.

-¿El Observatorio Vaticano trabaja de manera autónoma?

-Es una institución independiente que pertenece al Vaticano y tiene dos sedes. El núcleo principal de investigadores forma el “Grupo de Investigación del Observatorio Vaticano”, que ocupa dependencias en el Observatorio Steward de la Universidad de Arizona (Estados Unidos); mientras que la sede central se encuentra en el Palacio de Castel Gandolfo, en Italia, compartiendo el edificio de descanso del Papa en esa localidad.

-Hay muchas personas que no creen en ninguna religión. El hecho de que desde la Iglesia Católica se interioricen en este tipo de temáticas, ¿busca satisfacer la demanda de aquellos que no creen en las respuestas que se dan desde el dogma?

-Es cierto eso. El de la no creencia es un fenómeno complejo que tiene distintos factores. La falta de fe en muchas personas no puede ser atribuida a una sola razón. Hay un mito que habla de que todos los científicos son ateos, y eso no es cierto. Hay ateos y agnósticos también entre los abogados e ingenieros, por ejemplo. No creo que la falta de fe o la increencia estén vinculadas al hecho de tener conocimiento científico. También hay que decir que no es que recién ahora la Iglesia Católica se ocupa de promover la ciencia; lo ha hecho históricamente. De hecho, la Iglesia se ha interesado por la fundación de las primeras universidades. Sin ir más lejos, la Universidad Nacional de Córdoba fue fundada por el obispo Trejo y, desde sus inicios, los jesuitas se hicieron cargo. Tener una universidad significa ocuparse de la humanidad, de la cultura y de las ciencias. En definitiva, no es que hoy la Iglesia se ocupa de las ciencias para contrarrestar el fenómeno de la no creencia. Un aspecto importante de la misión de la Iglesia es el diálogo con las personas de distintas creencias y culturas. La ciencia es un espacio donde la Iglesia también puede evangelizar y dar una buena noticia. 

-De todas maneras, hubo tiempos en los que la Iglesia persiguió a los científicos…

-Sí, el caso más claro es el de Galileo Galilei, pero no debemos olvidarnos de que Galileo era católico, él nunca dejó a la Iglesia Católica. Esto también le ocasionó un sufrimiento. La tensión que hubo y que hay entre ciencia y religión se puede resolver pensando en el presente y en el futuro desde el diálogo, en la colaboración y en el esfuerzo de tratar de ponerse en el lugar del otro. Esto no quiere decir que no haya habido conflictos, pero hay que decir que la Iglesia ha contribuido y contribuye a la difusión del conocimiento. 

-¿El desafío es crear más canales de diálogo con la ciencia?

-Sí, eso es lo que tratamos de hacer. Es importante mostrar que la fe no es algo irracional y que no es una cosa de locos creer en Dios. El desafío es mostrar que se puede hacer ciencia y, al mismo tiempo, ser creyente. 

-Es común que se plantee el hecho de que la religión va en contra de la razón…

-No es que creemos contra toda evidencia de la ciencia. No es así. Tratamos de hacer el esfuerzo de entender muchas cosas desde la fe. Parte de ese esfuerzo es hacer ciencia con el método científico. Investigar como lo hace cualquier científico, creyente o no. La ciencia no es atea o creyente. La ciencia tiene su método científico y su objeto de conocimiento. La persona que realiza la investigación científica es la que puede ser atea, agnóstica o creyente. 

-¿Cuál es el punto de mayor tensión entre la ciencia y la religión en el presente?

-Es difícil señalar un tema concreto. En los últimos 50 o 60 años, el tema de discusión ha sido el origen del universo. En el presente, la mayor tensión pasa más por la parte biológica. El origen de la vida puede ser uno de los temas de discusión. Después, hay quienes hablan de evolución posbiológica, es decir, de la evolución controlada. En ese sentido, debemos evaluar hasta qué punto es válido éticamente hablando. Se están dando progresos notables sin reflexionar demasiado. Esto requiere un debate de la sociedad en su conjunto. Debemos pensar con un poco más de cuidado hacia dónde vamos. El tema de la inteligencia artificial y la evolución controlada o diseñada son los temas más urgentes.

Nicolás Cheetham

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