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Esa leyenda de la Liga que le dio lugar al mito

Jorge Antonio Peñaloza tenía 76 años y aún jugaba con sus amigos. El técnico más exitoso de estas tierras, falleció rodeado de sus afectos

“Nunca acepté ofertas del fútbol profesional, pero a las oportunidades las tuve. Siempre elegí estar cerca de mi familia, con mi señora y mis hijos. Jugué y dirigí muchos años en la región, pero siempre volví a casa, podía regresar tarde, pero allí estaban los míos”, describió a la perfección Jorge Antonio Peñaloza en una nota inolvidable con PUNTALVILLAMARÍA.

El “Chacho” como lo conocían todos en el mundo del fútbol, falleció el pasado lunes a los 76 años, la ciudad lo llora, pero perdurará en el corazón de sus afectos, amigos, y de quienes tuvimos la suerte de conocer a este gran hombre.

Era más claro que el agua. Como sus ojos cuando te invitaban a creer en sus conceptos de vida, esos que sus jugadores defendían en la cancha, porque se vive como se juega, y “Chacho” dejó todo siempre, en la vida y en la cancha.

Lo dio todo. No se guardó nada. El jugador nació orgullosamente ganador en su Unión Central, participó de un equipo imbatible de juveniles, que aún se recuerda con una foto gigante en el club de calle Rucci, en la que se lo observa a Peñaloza con un amigo: “La Pepona”.

“Reinaldi se iba a dormir temprano, hablaba poco y jugaba un montón. Todos los entrenamientos él jugaba mejor. Si hoy la rompía, mañana era aún mejor. Crack. Por eso llegó a la Selección Argentina”.

El fútbol y la vida los reunió en mil canchas del país y en los cafés. Si eras amigo del “Chacho”, no podías dejar de serlo. Así de sencillo.

Con su barra de amigos entrañables jugaba al fútbol cada sábado, hasta que la muerte los separó. Lo mismo que con su señora y sus hijos. No era para tibios, con el “Chacho” era a todo o nada, con pasión y a corazón abierto.

Si dejó Unión para ser campeón con Central Argentino, sabía que debía volver a su club y dar otra vuelta olímpica con la “aurinegra”.

Esos jugadores fueron sus grandes amigos de la vida. “Con Ramón Conti fuimos a jugar a la región. La ‘Culona’ salía campeón en todas partes, y yo sabía que él arreglaba con un club y me llamaba para que lo acompañara. Con Ramón era fácil ser campeón. Era otro crack”.

El jugador le dio lugar al DT cuando su Unión Central se lo pidió. “Los dirigentes me dijeron el domingo vos sos el DT. Yo quería seguir jugando, pero no me podía putear con mis compañeros. Ahora tenía que dirigirlos. Así arranqué”.

Fue el DT más ganador de la Liga (11), y el que más clubes dirigió. Alem fue el segundo. “Había tipos grandes, que eran leones en serio. Te querían o te lo decían. Me ayudaron mucho, y nos fue bien”.

Elegía dirigir “siempre, para estar vigente. Cuando paro, veo entrenamientos de equipos profesionales. Siempre hay que aprender, para enseñar, y mejorar al jugador”.

Campeón como DT en 4 ligas de la provincia, en Alumni lo logró en Córdoba y en Villa María, donde también dio vueltas inolvidables en Yrigoyen, Unión y Colón. En San Francisco lo hizo en Almafuerte, y en Río Tercero en Independiente de Hernando. Un DT ganador. “Las finales se pierden y se ganan, pero hay que llegar. Perdí 6. Duele, pero más duele no llegar a la final”.

Llegó al final de su vida terrenal, rodeado por su gran amor Lilian Vadori, sus 3 hijos Esteban, Leandro y Lucrecia, sus nietos, y miles de amigos y futboleros. Dejó un gran legado, su leyenda continúa, y el mito explicará el fenómeno “Chacho”. El fútbol no olvida a sus maestros, ni a los que ofrecen su sabiduría y su corazón en la vida. ¡Gracias por tanto, Jorge Peñaloza!