El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva se entregó ayer a la policía, para empezar a cumplir una pena de más de 12 años de cárcel por corrupción.
Lula, de 72 años, salió a pie del Sindicato de Metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo, en el estado de San Pablo, donde estaba atrincherado desde hacía dos días, para subir a un vehículo de la Policía Federal, que partió escoltado por una caravana de otros coches, mostraron imágenes aéreas de TV Globo.
El convoy se dirigió hacia el aeropuerto de Congonhas; desde allí, Lula fue trasladado a la ciudad sureña de Curitiba, capital del estado de Paraná, donde llegó por la tarde, para pasar su primera noche en una celda especial de 15 metros cuadrados, con baño privado.
Clima de tensión
Previamente, unas decenas de simpatizantes de su fuerza política, el Partido de los Trabajadores (PT), le habían impedido salir de la sede del sindicato, dando lugar a tensas escenas.
El anuncio de su detención fue recibido con bocinazos en barrios de la ciudad de San Pablo y de otras ciudades brasileñas.
Lula anunció su intención de entregarse unas horas antes, al final de una misa frente a la sede sindical, en memoria de su esposa fallecida el año pasado.
El expresidente fue condenado como beneficiario de un departamento ofrecido por la constructora OAS a cambio de facilidades de contratos en Petrobras.
"Voy a cumplir la orden de cárcel y cada uno de ustedes se transformará en un Lula", afirmó el exmandatario de izquierda (2003-2010), que se proclama inocente, desencadenando un clamor unánime de "¡Soy Lula! ¡Soy Lula!".
“Moro mintió”
"El juez Sérgio Moro mintió al decir que ese departamento era mío", clamó, y atribuyó su condena al propósito de evitar el regreso de la izquierda al poder en las elecciones presidenciales de octubre, para las que aparece como favorito en los sondeos.
"Hace mucho tiempo que soñé que era posible gobernar este país incluyendo a millones de personas pobres en la economía, en las universidades, creando millones de empleos", proclamó, antes de ser sacado en andas del camión de sonido sobre el cual se había improvisado una capilla.
"Ese es el crimen que cometí. Y si fuera por ese crimen, de colocar a negros en la universidad, de que los pobres puedan comprar un auto, viajar en avión, seguiré siendo un criminal", arengó desde la cima del camión, acompañado por dirigentes de partidos de izquierda y de Dilma Rousseff, su sucesora y heredera política, destituida en 2016 por el Congreso.
El expresidente Lula trató de alentar a sus partidarios, rodeándose de jóvenes candidatos de otros partidos de izquierda y reafirmando un programa de defensa de los derechos sociales y de las empresas nacionales. Pero los ánimos no daban para ver demasiado lejos.
"Con Lula preso estamos todos presos", dijo Adriana Macedo, una profesora de 54 años de Campinas (estado de San Pablo).
"Siento mucha tristeza. Este es el fin de una era de conquistas sociales", comentó a su vez con los ojos humedecidos Renato Silva, un profesor de historia, de 30 años.
La detención de Lula es un nuevo capítulo de la crisis política brasileña, marcada por la destitución de Rousseff en 2016 y por una ola de acusaciones en el marco de la operación Lava Jato, liderada por el juez Moro, que destapó una gigantesca red de sobornos enquistada en el aparato estatal.
El actual presidente, el conservador Michel Temer, fue denunciado dos veces por la fiscalía por corrupción y obstrucción a la Justicia, pero la Cámara de Diputados, con decenas de legisladores investigados, bloqueó las investigaciones.
Medidas de seguridad
La policía de Curitiba decidió alinear barreras de agentes y de vehículos para mantener separados por unos 30 metros a partidarios y adversarios del exmandatario de izquierda (2003-2010).
Algunas decenas de manifestantes antilulistas se congregaron allí por la tarde.
"Estamos aquí para mostrar que no queremos más impunidad. El pueblo despertó", opinó Thais Taques, una recepcionista de 33 años.
“Lula se burla del pueblo. Fueron muchos años de corrupción, y miren cómo están la seguridad pública, la salud, la educación", agregó la mujer, que vestía una camiseta con la imagen del diputado de ultraderecha y candidato presidencial Jair Bolsonaro.
El primer exmandatario encarcelado por corrupción
Lula, el mandatario que sacó a más de 30 millones de brasileños de la pobreza y encumbró la imagen de su país en el extranjero, se transforma ahora -casi una década después- en el primer mandatario de Brasil encarcelado por corrupción.
El exobrero metalúrgico, un ícono de la izquierda y quien llegó a ser uno de los líderes más populares del planeta, finalmente se entregó ayer a la policía.
Tras su decisión, Brasil verá por primera vez a un presidente encarcelado por corrupción, aunque la prisión fue el destino de varios mandatarios sospechosos y acusados de delitos políticos, en medio crisis y golpes.
En la historia del país, un presidente en el ejercicio del cargo fue preso, Washington Luís (1926-1930), mientras que otros tres políticos fueron encarcelados después de dejar la Presidencia.
Todavía en la vieja república (1889-1930), el presidente Hermes da Fonseca, que gobernó Brasil entre 1910 y 1914, fue detenido siete años después de dejar el sillón presidencial al cuestionar una decisión del Gobierno.
También fueron encarcelados Arthur Bernardes (1922-1926), y Juscelino Kubitschek (1956-1961), este último durante la dictadura militar (1964-1985).
Sin embargo, los problemas de Lula llegaron años después de concluir su gestión, cuando las pesquisas sobre corrupción de la petrolera estatal Petrobras comenzaron a extender sus tentáculos por todo el sistema político.
La política brasileña se ha visto amenazada en el último siglo por las crisis políticas, los golpes y los procesos de destitución, el mismo mecanismo que en 2016 apartó a Dilma Rousseff de la Presidencia en su segundo mandato.
Sólo cinco terminaron
En los últimos 90 años, sólo cinco jefes de Estado elegidos en las urnas han completado su gestión sin interrupciones desde 1926, entre ellos Rousseff, quien finalizó el primero de sus dos mandatos.
Junto a Rousseff, cuya primera gestión fue de 2010 a 2014, Fernando Henrique Cardoso (1995-2002) y Lula (2003-2010) que ejercieron dos mandatos, y Eurico Dutra (1946-1951) y Juscelino Kubitschek completan el quinteto.
Los otros veinte presidentes elegidos en las urnas en casi un siglo fueron depuestos por golpes de Estado (Joao Goulart en 1964), renunciaron (Fernando Collor de Mello en 1992 y Janio Quadros en 1961), se suicidaron (Getulio Vargas en 1954), eran vicepresidentes que sustituyeron al titular o murieron antes de asumir (Tancredo Neves en 1985).
La lista no incluye a los cinco militares que se relevaron en la Presidencia durante la dictadura que gobernó Brasil entre 1964 y 1985.
Pese a que Brasil recuperó su democracia en 1985 y la Constitución de 1988 sentó unas bases institucionales más fuertes, desde entonces sólo dos de siete presidentes (Cardoso y Lula) completaron sus períodos sin problema.
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El convoy se dirigió hacia el aeropuerto de Congonhas; desde allí, Lula fue trasladado a la ciudad sureña de Curitiba, capital del estado de Paraná, donde llegó por la tarde, para pasar su primera noche en una celda especial de 15 metros cuadrados, con baño privado.
Clima de tensión
Previamente, unas decenas de simpatizantes de su fuerza política, el Partido de los Trabajadores (PT), le habían impedido salir de la sede del sindicato, dando lugar a tensas escenas.
El anuncio de su detención fue recibido con bocinazos en barrios de la ciudad de San Pablo y de otras ciudades brasileñas.
Lula anunció su intención de entregarse unas horas antes, al final de una misa frente a la sede sindical, en memoria de su esposa fallecida el año pasado.
El expresidente fue condenado como beneficiario de un departamento ofrecido por la constructora OAS a cambio de facilidades de contratos en Petrobras.
"Voy a cumplir la orden de cárcel y cada uno de ustedes se transformará en un Lula", afirmó el exmandatario de izquierda (2003-2010), que se proclama inocente, desencadenando un clamor unánime de "¡Soy Lula! ¡Soy Lula!".
“Moro mintió”
"El juez Sérgio Moro mintió al decir que ese departamento era mío", clamó, y atribuyó su condena al propósito de evitar el regreso de la izquierda al poder en las elecciones presidenciales de octubre, para las que aparece como favorito en los sondeos.
"Hace mucho tiempo que soñé que era posible gobernar este país incluyendo a millones de personas pobres en la economía, en las universidades, creando millones de empleos", proclamó, antes de ser sacado en andas del camión de sonido sobre el cual se había improvisado una capilla.
"Ese es el crimen que cometí. Y si fuera por ese crimen, de colocar a negros en la universidad, de que los pobres puedan comprar un auto, viajar en avión, seguiré siendo un criminal", arengó desde la cima del camión, acompañado por dirigentes de partidos de izquierda y de Dilma Rousseff, su sucesora y heredera política, destituida en 2016 por el Congreso.
El expresidente Lula trató de alentar a sus partidarios, rodeándose de jóvenes candidatos de otros partidos de izquierda y reafirmando un programa de defensa de los derechos sociales y de las empresas nacionales. Pero los ánimos no daban para ver demasiado lejos.
"Con Lula preso estamos todos presos", dijo Adriana Macedo, una profesora de 54 años de Campinas (estado de San Pablo).
"Siento mucha tristeza. Este es el fin de una era de conquistas sociales", comentó a su vez con los ojos humedecidos Renato Silva, un profesor de historia, de 30 años.
La detención de Lula es un nuevo capítulo de la crisis política brasileña, marcada por la destitución de Rousseff en 2016 y por una ola de acusaciones en el marco de la operación Lava Jato, liderada por el juez Moro, que destapó una gigantesca red de sobornos enquistada en el aparato estatal.
El actual presidente, el conservador Michel Temer, fue denunciado dos veces por la fiscalía por corrupción y obstrucción a la Justicia, pero la Cámara de Diputados, con decenas de legisladores investigados, bloqueó las investigaciones.
Medidas de seguridad
La policía de Curitiba decidió alinear barreras de agentes y de vehículos para mantener separados por unos 30 metros a partidarios y adversarios del exmandatario de izquierda (2003-2010).
Algunas decenas de manifestantes antilulistas se congregaron allí por la tarde.
"Estamos aquí para mostrar que no queremos más impunidad. El pueblo despertó", opinó Thais Taques, una recepcionista de 33 años.
“Lula se burla del pueblo. Fueron muchos años de corrupción, y miren cómo están la seguridad pública, la salud, la educación", agregó la mujer, que vestía una camiseta con la imagen del diputado de ultraderecha y candidato presidencial Jair Bolsonaro.
El primer exmandatario encarcelado por corrupción
Lula, el mandatario que sacó a más de 30 millones de brasileños de la pobreza y encumbró la imagen de su país en el extranjero, se transforma ahora -casi una década después- en el primer mandatario de Brasil encarcelado por corrupción.
El exobrero metalúrgico, un ícono de la izquierda y quien llegó a ser uno de los líderes más populares del planeta, finalmente se entregó ayer a la policía.
Tras su decisión, Brasil verá por primera vez a un presidente encarcelado por corrupción, aunque la prisión fue el destino de varios mandatarios sospechosos y acusados de delitos políticos, en medio crisis y golpes.
En la historia del país, un presidente en el ejercicio del cargo fue preso, Washington Luís (1926-1930), mientras que otros tres políticos fueron encarcelados después de dejar la Presidencia.
Todavía en la vieja república (1889-1930), el presidente Hermes da Fonseca, que gobernó Brasil entre 1910 y 1914, fue detenido siete años después de dejar el sillón presidencial al cuestionar una decisión del Gobierno.
También fueron encarcelados Arthur Bernardes (1922-1926), y Juscelino Kubitschek (1956-1961), este último durante la dictadura militar (1964-1985).
Sin embargo, los problemas de Lula llegaron años después de concluir su gestión, cuando las pesquisas sobre corrupción de la petrolera estatal Petrobras comenzaron a extender sus tentáculos por todo el sistema político.
La política brasileña se ha visto amenazada en el último siglo por las crisis políticas, los golpes y los procesos de destitución, el mismo mecanismo que en 2016 apartó a Dilma Rousseff de la Presidencia en su segundo mandato.
Sólo cinco terminaron
En los últimos 90 años, sólo cinco jefes de Estado elegidos en las urnas han completado su gestión sin interrupciones desde 1926, entre ellos Rousseff, quien finalizó el primero de sus dos mandatos.
Junto a Rousseff, cuya primera gestión fue de 2010 a 2014, Fernando Henrique Cardoso (1995-2002) y Lula (2003-2010) que ejercieron dos mandatos, y Eurico Dutra (1946-1951) y Juscelino Kubitschek completan el quinteto.
Los otros veinte presidentes elegidos en las urnas en casi un siglo fueron depuestos por golpes de Estado (Joao Goulart en 1964), renunciaron (Fernando Collor de Mello en 1992 y Janio Quadros en 1961), se suicidaron (Getulio Vargas en 1954), eran vicepresidentes que sustituyeron al titular o murieron antes de asumir (Tancredo Neves en 1985).
La lista no incluye a los cinco militares que se relevaron en la Presidencia durante la dictadura que gobernó Brasil entre 1964 y 1985.
Pese a que Brasil recuperó su democracia en 1985 y la Constitución de 1988 sentó unas bases institucionales más fuertes, desde entonces sólo dos de siete presidentes (Cardoso y Lula) completaron sus períodos sin problema.