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Las dos caras de Angiolini, una mujer al filo de la pena perpetua

El aspecto frágil de Maricel Angiolini contrasta con el carácter decidido que le atribuyen sus familiares. Su abogado dijo que es una persona borderline; sin embargo, su hijo declaró ayer: "Ella no es ninguna tonta".

Maricel Paula Angiolini, la mujer que por estas horas camina al filo de la prisión perpetua, es a simple vista un enigma.

De pie en la sala que el Servicio Penitenciario Número 6 destina a aquellos presos que necesitan comunicarse por videoconferencia con la Justicia, Angiolini apenas alcanza la altura de la mirilla de la puerta de la prisión.

¿Es posible que una mujer de 1,50 metro y 45 kilos de peso haya podido asesinar a un hombre corpulento, y luego haya acarreado ese peso muerto hasta el pozo de bombeo ubicado en el patio de su casa, y haya desplazado la tapa de hormigón para ocultarlo en el fondo de ese pozo de tres metros?

Suena improbable. Menos aún que haya podido hacer todo eso sin la ayuda de terceros. Sin embargo, las apariencias deben tomarse con pinzas y los primeros en advertir eso son los familiares de Maricel Angiolini.

Aun teniendo la posibilidad de excusarse de declarar ante la ley por el vínculo de parantesco directo, cada uno de ellos -su hermana Débora y su sobrina Lizette el lunes, y ayer su único hijo, Hernán- aceptaron ser testigos en el juicio que se está cumpliendo en la Cámara Segunda del Crimen de Río Cuarto. Lo más llamativo del caso es que todos ellos ofrecieron testimonios convincentes que complicaron las escasas chances de Angiolini de zafar de una perpetua.

Sin decirlo abiertamente, pero de una manera indubitable, todos ellos dieron a entender al jurado que la mujer de anteojos recetados y aspecto frágil pudo ser la autora del crimen de Juan Carlos Romero, el camionero de 44 años de la localidad santafecina de Casilda que fue encontrado sin vida el 7 de diciembre de 2017, en el patio de la casa de Angiolini.

La pequeña contextura desentona con la labor que esta mujer desempeñaba en Arias. Era una de las repartidoras de gas del pueblo y, según contaron algunos testigos, se las apañaba para lidiar con las garrafas cada vez que debía bajarlas de su camioneta.

En la mañana de ayer, en la segunda jornada del juicio por la privación ilegítima de la libertad y el homicidio calificado por el vínculo de Juan Carlos Romero, le llegó el turno de declarar a Hernán Volter, el hijo único de Angiolini.

-¡Hola hijo! ¿cómo andás? -se emocionó la acusada y su rostro se congestionó en la pantalla ubicada en la sala de juzgamiento.

Compasivo, el presidente del tribunal Carlos González Castellanos le preguntó a Volker si quería saludar a su madre, pero el testigo de 24 años desistió de hacerlo. “No, está bien”, se limitó a decir.

Dijo que si bien visitó un par de veces a su madre, hace tiempo que dejó de ir a la cárcel. “Es un lugar triste, no me gusta el ambiente y es muy feo que tu mamá esté acusada de esto”, se justificó el testigo.

La caracterización que Volker hizo de la acusada difiere de la que en la jornada inicial el abogado defensor quiso mostrar a los jurados populares y a los medios de prensa que lo entrevistaron.

Pablo Demaría, el asesor letrado que debió asumir la defensa horas antes del inicio del juicio, subrayó los rasgos neuróticos de su clienta y aseguró que un informe médico la coloca como una mujer “borderline”.

Su hijo, sin embargo, lejos estuvo de mostrarla como una mujer con alguna incapacidad. “Ella es muy consciente, no es ninguna tonta”, respondió cuando el fiscal Julio Rivero le pidió que describiera su personalidad.

“Tiene dos versiones: una buena, capaz de brindarte todo si le caés bien, y otra violenta o posesiva”, y agregó: “Podía ser violenta pero no sé si para hacer una cosa así, para hacer esto no tenés que estar en tus cabales”.

Las escasas chances de evitar la pena máxima estaban cifradas en negar el vínculo de noviazgo entre acusada y víctima.

Angiolini, en la jornada inaugural del juicio obvió hacer mención alguna a una relación amorosa con Juan Carlos Romero; es más, dijo que su exmarido -de quien está separada hace años- solía dormir algunas veces en el domicilio de San Juan 1234 donde apareció el cuerpo sin vida del camionero. “Yo siempre quise volver a lo mío”, contestó cuando los jueces le preguntaron por las parejas que había tenido.

El intento empezó a desmoronarse conforme empezaron a declarar los familiares de Angiolini. Tanto su hermana Débora, su sobrina como su hijo confirmaron que mantuvo un noviazgo de varios meses con Romero.

En el juicio, los investigadores no precisaron el modo como la acusada le habría quitado la vida a su expareja; sin embargo, todas las hipótesis en danza dan a entender que lo mantuvo dopado con un cóctel de medicamentos.

Sobre ese aspecto, Hernán Volker contó que la cartera de su madre parecía una “farmacia ambulante” porque estaba siempre repleta de medicamentos.

“Se medicaba ella sola y les decía a los demás lo que tenían que tomar si te dolía la cabeza, si tenías algún resfrío. Yo no diría que tomaba medicamentos todo el tiempo, pero sé que para dormir tomaba pastillas”, confió el hijo de Angiolini.

También dijo que una de las personas de mayor confianza de su madre era un hombre llamado Rafael, al que frecuentemente visitaba en Venado Tuerto.

Esa persona, según coincidieron varios testigos, era una especie de parapsicólogo o curandero al que ella acudía cuando tenía algún problema.

Otro argumento que la defensa intentó esgrimir cuando presentó el caso es que Angiolini era víctima de violencia de género. Sin embargo, ninguno de los testigos que declararon en las dos primeras jornadas describió a Juan Carlos Romero como un hombre violento o que tratara a su novia con descortesía.

“Lo poco que yo lo conocía no me da para decir que era una persona violenta, pero no puedo decir mucho porque cada casa es un mundo”, comentó Volker, quien hacía diez años que ya no vivía con su madre cuando se produjo el macabro hallazgo.

Detenida hace dos años y ocho meses en el pabellón femenino de la cárcel de Río Cuarto, los días de Maricel Angiolini transcurren en soledad. “No tengo relación con las otras mujeres del penal, prácticamente vivo aislada”, confió.

En el penal está terminando el ciclo secundario y, según les confió a los jueces, su conducta fue calificada como “diez, ejemplar”.