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Un pacto, una tregua y 90 días de paciencia

El Presidente intenta ganar 3 meses más de plazo mientras espera resultados del ajuste que por ahora generó una muy fuerte recesión que se alimenta con la caída del poder adquisitivo de la población. ¿Hay plan para revertir esa tendencia?

Sin la ley ómnibus y con un DNU tambaleando en el Congreso, el gobierno de Javier Milei estaba a punto de volver varios casilleros atrás, como en el juego de la oca. Más allá de sus intenciones y del apoyo popular del que hace alarde en este comienzo de gestión, se topó con su talón de Aquiles político, signado por una debilidad de estructura en las provincias y en el Congreso. Esos caminos, más allá de sus ácidas críticas, deben ser transitados con más o menos pericia para alcanzar en algún momento los objetivos planteados. De lo contrario, será un permanente choque contra la pared. Sabiendo además que, de un cúmulo de propuestas, la gestión debe tener las de orden primario y las otras, que sirven para ser entregadas a cambio del respaldo de las primeras. El “a todo o nada” suele ser nada en política.

El Gobierno confía en que más pronto que tarde llegará el dato inflacionario de un dígito mensual y hay cierta vinculación forzada con que eso será un punto de inflexión.

Por eso el pacto convocado por Javier Milei el viernes pasado, durante la apertura de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, debe ser entendido en múltiples planos. Uno tiene que ver con un cambio en su estrategia, que en los hechos deja de lado la confrontación como método -por ahora sólo en este punto específicamente- y pasa a las artes de la política, a intentar acuerdos mínimos para empezar a avanzar en el camino ideado. ¿Eso supone una debilidad del Presidente? Es al menos discutible, pero seguramente reconoce que la pared no cedía; que la confrontación con los gobernadores le daba cierto rédito, pero ningún resultado palpable. Y, cuando la situación económica es de tanta dificultad para la mayoría de la población, no tener logros que mostrar suele ser un problema adicional. En contextos como este los gobiernos requieren de horizontes, de impregnar esperanza a futuro: “Estamos mal, pero vamos bien” fue un emblema noventista que tiene plena vigencia en el discurso de la Casa Rosada. Hoy, con algunos aditivos bíblicos que describen el tránsito por el desierto, hasta desembocar en la tierra prometida. No fue casual la vinculación con las tablas de Moisés que hizo el propio Presidente horas antes de llegar al Congreso, proclive a consignar las “fuerzas del cielo”. Un detalle más: no fueron ni 9 ni 11 los puntos sobre los que Milei propuso un acuerdo: fueron 10, en coincidencia con los mandamientos que estaban en las tablas de piedra en el monte Sinaí. Sigue abrevando Milei en las aguas religiosas.

Pero sin dudas que el pacto consignado tiene como fin retrasar el reloj, ganar tiempo al aguardo de esos resultados que no se logran avizorar por ahora. Más allá de la insistencia en el plano inflacionario, en el que se remarca que hay una tendencia a la baja, pero que suena a demasiado poco, especialmente si se tiene en cuenta que el comienzo de la gestión fue con 25% en el IPC. No hay demasiado para celebrar cuando además eso tiene un impacto directo en el poder adquisitivo de la mayoría. La licuación de ingresos fue muy fuerte en los últimos 90 días y no proyecta un cambio de tendencia en lo inmediato, más cuando en el horizonte cercano asoman las tarifas y ya comenzó a cargarse la mochila de los colegios.

El Gobierno confía en que más pronto que tarde llegará el dato inflacionario de un dígito mensual y hay cierta vinculación forzada con que eso será un punto de inflexión. A partir de ese momento debería comenzar una mejora. La actividad económica vive una recesión de enorme envergadura que ayer se confirmó una vez más con una caída en las ventas minoristas a nivel nacional del 25% correspondiente a febrero, el último mes fuerte de la temporada de verano, que claramente estuvo lejos de ser un éxito. Lo informó la Came. En la semana, en Río Cuarto, el Centro Empresario alertó sobre el cierre de locales comerciales que empezó a hacerse notorio. El efecto ya subió otro eslabón más y muestra a industrias con niveles de actividad cada vez menores. Ese sendero siempre termina con problemas de empleo. Habrá que ver si esta vez es igual porque existe un amortiguador: los trabajadores son baratos en este contexto y sólo quienes no tienen más margen optarán por desprenderse de ellos. No serán la primera opción, especialmente para sectores industriales que requieren luego de procesos de capacitación para rearmar sus planteles.

La actividad económica vive una recesión de enorme envergadura que ayer se confirmó una vez más con una caída en las ventas minoristas a nivel nacional del 25%.

Poniendo la mira en el 25 de mayo, el Gobierno intenta estirar los tiempo. No lo disimuló el Presidente cuando sobre el final de su discurso en el Congreso reclamó “paciencia” a los argentinos. Para esa fecha, el Gobierno estará próximo a cumplir 6 meses en la gestión y es cuando empieza a quedar lejos la toma de mando y es más difícil de explicar que el presente está condicionado por el pasado. Ese argumento se debilita con el correr del tiempo.

Por eso, al encuentro del 25 de mayo en Córdoba le queda mucho por delante aún. Un punto clave sería la insistencia del oficialismo con la ley ómnibus, luego de su primer fracaso en el Congreso. ¿Será distinto ahora ese trámite con la zanahoria del Pacto? Hay un condicionante que no puede obviarse: así como los argentinos perdieron poder de compra y se empobrecieron, las finanzas provinciales sufrieron el mismo deterioro y eso suele ser un condicionante encantador para modificar opiniones y visiones críticas.