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Una contundente foto del deterioro generalizado

El proceso inflacionario fue carcomiendo a lo largo de los años el poder adquisitivo y eso impacta en el consumo. Los alquileres son un capítulo aparte porque cada vez se llevan una porción mayor de los haberes. Pero hasta la AUH perdió terreno

Hay una sensación generalizada que se corrobora a cada rato y que toma visos de certeza en cada consumo realizado: por el virulento proceso inflacionario, el dinero alcanza cada vez para comprar menos bienes y servicios. Lo dramático de este proceso es que se trata de un sentir generalizado. Apenas un selecto grupo puede escapar hoy a esa condición de empobrecimiento.

Rápidamente hay que señalar el curioso caso del oficialismo que ante ese escenario impulsa como una de sus principales cartas electorales al ministro de Economía, Sergio Massa. Aunque allí hay una disputa cada vez menos silenciosa por una competencia en las Paso que impulsan sectores del kircherismo, Daniel Scioli y Victoria Tolosa Paz, contra las aspiraciones de Massa de ser ungido como candidato de la unidad. Una tormenta interna aún lejos de despejarse y que ayer el presidente Alberto Fernández sumó un capítulo al estimular las primarias.

Pero para el Gobierno, la peor tormenta es la externa, la que le ofrece la economía que lo muestra sin posibilidades de hacer pie. Cada dato que se conoce empeora al anterior, en una tendencia que lo pone cada vez menos competitivo y que, de no ser por el desdibujamiento de Juntos por el Cambio, lo podría mostrar a esta altura fuera de competencia. Por ahora, como dijo Cristina Fernández en la charla en C5N, hay una realidad de tercios, que podría ser de cuartos, si se toma “el resto” que además podría ser vital para resolver la contienda.

Los dos mayores frentes electorales están en la encrucijada de que cuanto peor va la economía, más crece Javier Milei, claramente por la incidencia del voto bronca y la decepción frente a las últimas gestiones nacionales.

Y esa decepción tiene razones claras: el salario promedio perdió en 6 años 35% contra la canasta de alimentos. En general, tomando el conjunto de bienes y servicios y su evolución de precios, el salario real privado cayó 16% en ese período, según un reciente trabajo de la consultora Ecolatina.

Ese mismo informe muestra una serie de indicadores y su proyección. En la gran mayoría se deterioraron. Un dato interesante es que a precios de hoy, la jubilación mínima de abril de 2017 era de $86.970 y hoy es de $73.664. Con el mismo criterio el salario mínimo de hace 6 años era de 110.745 a valores de hoy, pero el actual alcanza apenas los 80 mil. Eso implica que para igualar el poder adquisitivo de aquel momento, hoy debería ubicarse en esos $110 mil: le faltan $30 mil o casi 40% de recomposición.

Los planes sociales tampoco tuvieron mejor suerte. En el caso de la AUH, tendría que ubicarse en $16.213 para alcanzar el poder de compra; pero su valor actual es de sólo $11.465, por lo cual necesitaría una recomposición del 41%.

Todo eso se termina reflejando en un indicador sensible: el de la pobreza. Mientras en 2017 alcanzaba el 28,6%, el valor actual es del 40/42% según las proyecciones. En 2013 era 27,5%.

Por supuesto, la nflación saltó de 27,4% en 2017 al 108,8%. En 2013, fue de 22,9%.

En el empleo registrado Ecolatina muestra un comparativo interesante: en 2013 y 2015 había 145 y 144 cada mil habitantes. Ese ratio hoy alcanza los 136.

Dentro del bolsillo y los gastos, el alquiler se volvió una pesadilla en los últimos años para muchos inquilinos, en especial a partir de la ley Lipovetsky. Mientras en 2017 en promedio ese gasto representaba el 26,9% del salario, actualmente se consume el 34,8%, siempre en promedio.

En el patentamiento de vehículos, el promedio de los últimos 12 meses alcanza los 35.291 contra los 65.362 del mismo período de 2017.

Por último, Ecolatina toma un trabajo de la Universidad Torcuato Di Tella para recordar el Índice de Confianza en el Gobierno, que en 2017 era de 2,6 puntos y actualmente de apenas 1,1. Del mismo modo, el Índice de Confianza del Consumidor pasó de 46 a 37. En 2015 había alcanzado los 53 puntos.

¿Ese compendio de indicadores podría comenzar a mejorar de repente a partir de ahora? ¿Terminó el descenso? Claramente no hay indicadores objetivos que alienten al optimismo inmediato. Sí cabe la posibilidad de que a partir de que el campo vuelva a ponerse en marcha con la próxima campaña gruesa, el horizonte sea diferente. No sólo por el campo, sino que además se seguirán consolidando otras actividades como la minería y especialmente el litio, los hidrocarburos de Vaca Muerta, la economía del conocimiento, entre otros que avanzan decididamente en un sendero de crecimiento que aportará mayor caudal de dólares y, especialmente, más diversificados. Pero el grueso del aporte estará nuevamente en manos del campo y la agroindustria, que podría inyectar unos 20 mil millones de dólares más que en este año para que el próximo Gobierno tenga un arranque más despejado.

Con esa perspectiva, claramente la enorme duda reinante es el costo que tendrá el tránsito de los 7 meses y medio que le quedan a este año y el primer trimestre de 2024, hasta que ingresen las divisas de la nueva campaña. Serán más de 10 meses por el desierto y con escasos víveres. A ese trayecto se le sumarán las elecciones, que ya muestran un aporte de turbulencia adicional por los ruidos internos de las principales fuerzas poíticas, hoy fuertemente abocadas a las candidaturas.