Hace algo más de 20 días, Paco Rodríguez Ortega realizó un trabajo de perfiles singulares que todavía se puede observar en las paredes del Museo Spilimbergo en la localidad serrana de Unquillo que, por diversos motivos, se ha convertido en un centro receptor y aglutinador de las artes viasuales en la provincia. El artista riocuartense relata aquí la experiencia que tuvo su génesis hace aproximadamente 10 años: “A través de un contacto con Luli Chalub, quien además de ser un artista reconocido forma parte de grupo de trabajo del Museo Carafa y es parte activa del ambiente cordobés de las artes plástica, en una oportunidad me había dicho que sería bueno hacer una muestra de mis trabajos en el Museo Spilimbergo”.
Por diversos motivos, entre los que se cuentan las reformas que se hicieron a esa estructura y la reparación de las difultades generadas tras una inundación de la sala, la realización de esa muestra se fue postergando hasta que se reflotó a través de una iniciativa del mismo Chalub: “En algún sentido creo que fue bueno que hayan pasado estos diez años no porque, si bien la búsqueda no se termina nunca y en lo profundo yo tengo las mismas dudas de hace diez años, cierto es que hay una cierta madurez que dan los años de haber pensado y repensado mis imágenes, y en ese sentido pude enfrentarme con el desafío que suponía con una mayor soltura, con algo más de aplomo”.
Cuenta Paco: “Luego de pensar una selección de obras para colgar en las paredes de ese museo que tiene una gran significación para cualquier artista y especialmente para cualquier dibujante argentino, se me ocurrió que podría sugerir a los programadores realizar un trabajo en el lugar y fue así como surgió la realización de este trabajo en los paneles adosados a las paredes del museo, que fue lo que hice”.
Tras un análisis previo acerca de cuáles serían esas imágenes y en qué escala reproducirlas, precisa: “Lo que podríamos llamar un trabajo de curaduría, que realicé con la gran colaboración de María Licia Montesanto, que es mi mujer y una artista destacada, fui al Museo con un poco de temblor pero también con una gran ilusión. Allí trabajé comenzando por hacer una calco de la imagen proyectada a través de un cañon y, a partir de esas líneas apenas bocetadas, hice el desarrollo posterior”.
Dice que la experiencia produjo un gozo adicional: “Este trabajo directo, en la pared y a partir de esas líneas previamente esbozadas, me produjo además una satisfacción táctil muy poco usual, porque el trabajo sobre esa superficie permite un contacto muy especial en la fusión del material con la superficie, que resulta diferente al que se produce cuando se trabaja sobre otros soportes y eso fue algo de lo que me fui dando cuenta, sintiendo, mientras trabajaba y descubría que también eso formaba parte de la excepcionalidad de la experiencia”.
Shock de energía
Cuando lo cuenta, se nota en Paco una secreta satisfacción: “Yo soy místico pero debo admitir que en ese momento, mientras realizaba el trabajo, sentí una energía singular: se habían retirado Licia y la directora del museo, que tuvo una actitud generosa conmigo, y sólo había quedado en el salón José Utrera, quien se encargó de fotografiar todo el proceso, pero en ningún momento sentí su presencia, y sentía una energía singularísima que me empujaba a dibujar, creo que estuve 8 horas ininterrumpidas, sin descanso, hasta que terminé el trabajo”.
El resultado, que todavía se puede apreciar en el Museo Spilimbergo, además de perfilar la imagen que ha madurado desde que hace aproximadamente 20 años hizo su primera exposición, produjo un impacto tal que, por ejemplo, el intendente de Unquillo se interesó por una de ellas: “Se trata de la que está dibujada en la pared principal del museo, en un panel de algo así como 4x 2,60 metros, y que será trasladada completa para que quede como propiedad en el edificio municipal de Unquillo, y que será una forma inesperada de romper la condición de obra efimera que tenía originalmente”.
Subraya Paco: “Entre las casualidades que siempre juegan para llegar a una experiencia de este tipo, también es posible encontrar alguna causalidad. Yo recuerdo que cuando empecé a estudiar en la Líbero fueron las obras de Spilimbergo y de Alonso (ver aparte) algunas de las que más impacto me causaron, desde luego junto a los de otros grandes artistas del mundo. Y el desarrollo posterior de mis trabajos y mis elecciones estéticas fueron por ese lado de modo que bien se podría pensar que lo que he estado haciendo hasta ahora en algún sentido estaba como señalando el camino hacia ese momento que aunque en apariencia apareció de pronto, es fruto de un proceso” que más o menos se explica en estas respuestas.
Comentá esta nota
Cuenta Paco: “Luego de pensar una selección de obras para colgar en las paredes de ese museo que tiene una gran significación para cualquier artista y especialmente para cualquier dibujante argentino, se me ocurrió que podría sugerir a los programadores realizar un trabajo en el lugar y fue así como surgió la realización de este trabajo en los paneles adosados a las paredes del museo, que fue lo que hice”.
Tras un análisis previo acerca de cuáles serían esas imágenes y en qué escala reproducirlas, precisa: “Lo que podríamos llamar un trabajo de curaduría, que realicé con la gran colaboración de María Licia Montesanto, que es mi mujer y una artista destacada, fui al Museo con un poco de temblor pero también con una gran ilusión. Allí trabajé comenzando por hacer una calco de la imagen proyectada a través de un cañon y, a partir de esas líneas apenas bocetadas, hice el desarrollo posterior”.
Dice que la experiencia produjo un gozo adicional: “Este trabajo directo, en la pared y a partir de esas líneas previamente esbozadas, me produjo además una satisfacción táctil muy poco usual, porque el trabajo sobre esa superficie permite un contacto muy especial en la fusión del material con la superficie, que resulta diferente al que se produce cuando se trabaja sobre otros soportes y eso fue algo de lo que me fui dando cuenta, sintiendo, mientras trabajaba y descubría que también eso formaba parte de la excepcionalidad de la experiencia”.
Shock de energía
Cuando lo cuenta, se nota en Paco una secreta satisfacción: “Yo soy místico pero debo admitir que en ese momento, mientras realizaba el trabajo, sentí una energía singular: se habían retirado Licia y la directora del museo, que tuvo una actitud generosa conmigo, y sólo había quedado en el salón José Utrera, quien se encargó de fotografiar todo el proceso, pero en ningún momento sentí su presencia, y sentía una energía singularísima que me empujaba a dibujar, creo que estuve 8 horas ininterrumpidas, sin descanso, hasta que terminé el trabajo”.
El resultado, que todavía se puede apreciar en el Museo Spilimbergo, además de perfilar la imagen que ha madurado desde que hace aproximadamente 20 años hizo su primera exposición, produjo un impacto tal que, por ejemplo, el intendente de Unquillo se interesó por una de ellas: “Se trata de la que está dibujada en la pared principal del museo, en un panel de algo así como 4x 2,60 metros, y que será trasladada completa para que quede como propiedad en el edificio municipal de Unquillo, y que será una forma inesperada de romper la condición de obra efimera que tenía originalmente”.
Subraya Paco: “Entre las casualidades que siempre juegan para llegar a una experiencia de este tipo, también es posible encontrar alguna causalidad. Yo recuerdo que cuando empecé a estudiar en la Líbero fueron las obras de Spilimbergo y de Alonso (ver aparte) algunas de las que más impacto me causaron, desde luego junto a los de otros grandes artistas del mundo. Y el desarrollo posterior de mis trabajos y mis elecciones estéticas fueron por ese lado de modo que bien se podría pensar que lo que he estado haciendo hasta ahora en algún sentido estaba como señalando el camino hacia ese momento que aunque en apariencia apareció de pronto, es fruto de un proceso” que más o menos se explica en estas respuestas.