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Advierten sobre una "caída en el deseo de aprender" en alumnos

Para la psicóloga Gabriela Chiavassa, las consecuencias de la pandemia "no son todas malas". Dijo que algunos estudiantes se vieron beneficiadosy otros, perjudicados por la falta de vida social. Momento delicado para los docentes

“Uno de los hechos más graves que está ocurriendo es la caída del deseo de aprender”, sostiene la licenciada en psicología Gabriela Chiavassa (MP 1882) al dar cuenta del impacto de la pandemia en los niños y jóvenes en edad escolar. La especialista, consultada por este medio, reconoció que llevan adelante un relevamiento de cambios a partir del Covid, con suerte dispar y singularidades de cada caso.

“Las consecuencias no son todas malas, porque a algunos niños y adolescentes quedarse en casa les vino muy bien, principalmente a aquellos que tienen dificultades con grupos o las relaciones. Quedarse en casa les ofrece un refugio, entonces aprender se torna más fácil”, sostiene por un lado, aunque aclara que a para otros “es exactamente al revés; la vida social, el encuentro con el otro, el recreo, eran momentos de mucha vida y alegría. Perder eso se vive como una pérdida, ocasionando angustia, incertidumbre”.

De igual manera, la especialista aclaró que esa incertidumbre no es sólo para quien “le vino bien quedarse en casa, sino también para el que salir era la vida social que muchos niños necesitan”. Reconoció que en la actualidad, los psicoanalistas que trabajan con niños y adolescentes “pescamos la singularidad, cómo le viene a tal niño la situación difícil que estamos viviendo; la pandemia atravesó al mundo, nada es igual a partir del 20 de marzo del 2020”.

Conceptos educativos

La tarea de los psicólogos apunta a ir más allá del impacto que puede generar en los niños –o jóvenes- la alternancia de clases virtuales y presenciales. De hecho, Chiavassa sostiene que en el aprendizaje también existe una singularidad ya que a algunos niños les vino bien quedarse en casa “e ir a su propio ritmo, hacer la tarea a ese ritmo y encontrar el propio tiempo de aprendizaje”. En contraposición, a otros “les vino muy mal porque están desconectados totalmente de la escuela y se produjo un aplastamiento del deseo de aprender. Es cierto que para aprender necesitamos alguien que nos enseñe, ir a la escuela o tener una persona que nos enseñe, y eso se perdió con la pandemia”.

Recordó que en nuestro país, cuando ocurrió el regreso a clases “y alguien encarnó el saber a través del cuerpo de un docente, que es una voz o una mirada, es más fácil el aprendizaje, porque está esa persona orientándote y diciéndote cuáles son los pasos a seguir. Y no sólo orienta en el conocimiento sino también en el proceso de aprendizaje”.

Pero durante los cierres hasta que la escuela se organizó y fue aplicando diferentes modalidades de ciclo lectivo, “fue muy difícil porque se produjo la mayor cantidad de desconexiones: el niño o el adolescente que tenía un lazo medio flojo de aprendizaje se cayó, de no haber un adulto en casa que lo pudiese sostener. Para otros, fue un momento de propia invención, de comenzar a investigar en las pantallas”.

Al respecto, reconoció que tanto niños como adolescentes están muy conectados por lo que empezaron a encontrar un conocimiento que la escuela no les hubiese ofrecido, “y por propia iniciativa encuentran cosas nuevas. Eso sirve también para aprender”, destacó.

El trabajo docente

Para Chiavassa, la tarea del docente también exhibe un presente complejo, ya que los educadores se encuentran “en un momento muy delicado, porque hay conocimientos que son más fáciles de transmitir a través de pantallas, pero otros que hacen malabarismo con lo que tienen que transmitir y entusiasmar”. “La pandemia nos cambió el modo de vida, de aprender y de hacer relaciones sociales, de encontrarnos con el otro. Marca un antes y un después en la vida del sujeto”, graficó.

Y con ese panorama, la especialista entendió que uno de los hechos más graves que están percibiendo en la actualidad “es la caída del deseo por aprender. Los chicos no se conectan, o los chicos no prenden las cámaras, entonces no saben si están o no. No es lo mismo estar con alguien que encarna el saber, que tiene voz y mirada, que estar con audio, o enviar trabajos, donde no podés preguntar una duda”.

Bregó para que la pandemia “nos deje una enseñanza”, aunque aclaró que la realidad actual es de “incertidumbre” porque esto “nunca nos ocurrió, por más que estemos estudiando el tema, atento a los síntomas. Nunca atravesamos una pandemia y por eso vamos relevando lo que ocurre”. Y repitió que gracias a ese relevamiento se puede advertir que “a algunos les vino bien porque encontraron un propio ritmo de estudio que no tenían, a otros para encontrar conocimientos que no habrían adquirido, pero otros sí necesitan de la vida social de la escuela porque no la tienen en otro lugar”.

Y fue más allá en este último aspecto al fijar que hay familias que no tienen las comodidades necesarias para la virtualidad, “porque están en una casa pequeña, sin la posibilidad de escuchar en silencio, sobre una mesa y cómodamente con una computadora. Otros sí, entonces termina siendo caso por caso, y ahí es cuando hablamos de que termina siendo singular”.