“¿Estamos condenados al éxito?”, plantea el exministro de la Producción del comienzo de gestión de Alberto Fernández, el economista Matías Kulfas en su último libro, recientemente publicado: “Un Peronismo para el Siglo XXI”. El interrogante remite a una frase lanzada en su momento por el expresidente Eduardo Duhalde, que aseguraba que el país efectivamente estaba “condenado al éxito”. Kulfas difiere de esa posición, al tiempo que tampoco considera que la Argentina deba vivir “entre recurrentes crisis que dejan a cada vez más personas a la intemperie”. Es optimista a futuro, pero remarca que no son pocas las tareas que hay que hacer para que el horizonte se despeje. Y no duda en señalar que ese camino tiene costos ineludibles. Cuestiona también algunas definiciones económicas del neokirchnerismo y que dejan de lado algunas máximas de Néstor Kirchner cuando asumió el poder, como los pilares del superávit. Y allí sugiere echar mano de forma decidida en los subsidios económicos. De hecho, en su libro refiere mucho a los primeros años del kirchnerismo y su orden económico. “Destaco mucho aquella etapa económica que además formaba parte del discurso de Néstor Kirchner y que efectivamente lo hizo. Fue probablemente uno de los pocos presidentes de la historia que tuvo superávit fiscal los 4 años de su gobierno. Y que fue prudente en lo monetario, lo que me parece una base importantísima para el desarrollo del país. Y con esto no quiere decir que hay que estar abrazados a un dogmatismo, que todo el tiempo hay que tener superávit, porque hay momentos críticos en los que es necesario que el gasto del Estado compense la caída del sector privado de manera contracíclica”, remarcó el exministro en diálogo con Puntal.
-Pero eso debería ser una excepción...
-Eso es importante, una vez que la economía se recuperó el gasto del Estado debe volver al nivel anterior y se cuida el equilibrio o superávit fiscal para tener mayores grados de autonomía y no tener que andar recurriendo al financiamiento permanente o liquidando reservas que eso le quita al Banco Central la posibilidad de tener el control del mercado de cambios o una política cambiaria efectiva. Y por último evita la emisión monetaria para cubrir gasto. Es algo que se puede hacer excepcionalmente, no es algo que siempre sea inflacionario, pero si se hace todo el tiempo sí tiene un aspecto negativo.
-¿Qué pasó con aquellas máximas fundantes del kirchnerismo en materia económica?
-Lamentablemente aquellos pilares que planteó Néstor Kirchner se fueron perdiendo. Cristina tiene una visión un poco distinta al respecto y quedó de manifiesto en las últimas intervenciones que hizo el 25 de Mayo, en aquella clase que dio en la ciudad de La Plata. Y creo que las consecuencias de eso se ven en problemas de mayor inflación, bajo crecimiento. Por eso en el libro planteo mucho la premisa de que el peronismo tiene que recuperar la idea de estabilizar la economía y complementar esto con un plan productivo del Siglo XXI, con reformas del mercado del trabajo, no para sacarle derechos a nadie, sino para ver cómo les damos derechos a los millones de personas que están en un mundo distinto, el de la informalidad, el trabajo en negro, o de las nuevas tecnologías que requieren una mirada moderna.
-¿Cómo se llega a la idea de que sostener un déficit fiscal permanente no es perjudicial para la economía?
-Bueno, yo creo que lo lógico es tener políticas contracíclicas. En mi libro cito un trabajo que hizo José Antonio Campos que hasta hace poco era el ministro de Economía de Colombia, y una persona muy formada en América Latina, con muchos trabajos publicados. Y él decía que había países con políticas fiscales contracíclicas que cuando les iba bien ahorraban y cuando les iba mal aumentaban el gasto; otros países procíclicos, que acompañan los ciclos, es decir que cuando les va bien gastan más y cuando no, bajan el gasto y así terminan amplificando el ciclo económico. Después hay una tercera categoría de países acíclicos, como Argentina, en donde así haya expansión o recesión, siguen gastando más y eso no es bueno; ahí es donde tenemos que ser prudentes. En este último discurso de Cristina recuerdo que hizo referencia a los países del mundo que tienen déficit fiscal y que no tienen alta inflación; entonces lo que sobrevuela es que una cosa no está relacionada a la otra. Pero cuántos países con déficit fiscal cubren ese bache con emisión monetaria; seguramente muy pocos o ninguno. La mayoría lo hace colocando deuda, tiene un mercado de capitales desarrollado, opciones que la Argentina hoy no tiene porque está afuera de esos mercados internacionales y entonces se financia del mercado local que también tiene sus limitaciones. Por eso me parece que en esto hay que ser cuidadoso y no caer en dogmatismos.
-¿Cómo sería eso?
-Es que si pensamos que tener déficit fiscal es algo bueno o progresista y tener superávit es ortodoxo o de derecha caemos en un contrasentido. Si no Néstor Kirchner sería ortodoxo y no era así; era un pragmático. Por eso Argentina tiene que ir a un programa fiscal serio y tiene con qué hacerlo.
-¿Por dónde hay que buscar ese equilibrio?
-Cuando uno mira hoy el déficit se observa claramente el peso de los subsidios a la energía que vengo sosteniendo desde hace mucho que son regresivos, que benefician a los ricos, porque hay mucha gente que los recibe y no los necesita ni los pide, en particular en la ciudad de Buenos Aires. Por ahí podemos reducir en serio el déficit fiscal y tratar de llegar a un equilibrio de manera bastante rápida, sin afectar a los más pobres. No hablo de recortar planes sociales, aunque sí tenemos que tener una estrategia para transformar planes sociales en empleo y hoy en la Argentina, pese a las grandes dificultades, tenemos capacidad para hacerlo. Creo que todo esto hay que discutirlo y salir de los dogmatismos.
-Hablando de subsidios, en el interior se mira mucho y se reniega por lo que pasa en Buenos Aires y las asimetrías tarifarias que ningún gobierno corrige...
-Lo conozco muy bien porque recorrí el país. Soy porteño y vivo en Buenos Aires desde que nací y sé lo que se paga por una factura de electricidad o gas; y cuando recorro la Argentina y veo el contraste me agarro la cabeza porque estamos subsidiando al lugar más rico de la Argentina. O sea que son subsidios antifederales, prorricos, porque terminamos subsidiando a sectores que no lo valoran, no lo necesitan, ni los piden. Son temas que lamentablemente llevan un tiempo muy largo. Lo que propuse públicamente es modificarlo de raíz. Lo primero es sincerar y que las facturas reflejen el valor real de lo que cuesta el servicio; y en todo caso luego subsidiar a los que lo necesitan, a los sectores de bajos recursos o de ingresos medios en momentos de crisis. Hay que blanquearlo y que haya un subsidio de suma fija para que haya algún incentivo para ahorrar en la medida de lo posible. En paralelo hay que impulsar un sistema de eficiencia energética. Y menciono sólo un ejemplo: en Argentina si pudiéramos renovar las heladeras viejas que hay, y que tienen alto consumo, por nuevas de tecnologías modernas, nos ahorraríamos el equivalente a un mes de consumo eléctrico, mientras promovemos las industrias vinculadas a los electrodomésticos. Hay que organizarlo, yo en su momento armé este plan y luego no se llegó a implementar, pero son cosas que Argentina tiene que discutir a fondo.
-El gobierno anterior de Macri intentó un cambio en las tarifas que terminó naufragando, y que significó un duro golpe para los sectores medios...
-Lo que se hizo fue un gran tarifazo sin cuidar la situación de los hogares más postergados. Y aún así, miremos la paradoja que ocurrió porque los subsidios a los ricos no se eliminaron; se redujeron pero no se eliminaron. Por eso insisto en que a esto hay que modificarlo por completo y que la factura refleje lo que cuesta realmente el servicio. Y después tenemos mecanismos de subsidios directos, así como existe la tarjeta Sube, la Alimentar y un montón de mecanismos por los que el Estado transfiere recursos a los sectores más vulnerables, hacer lo mismo en una factura con una suma fija. Incluso en algunos hogares el subsidio puede llegar al 100%. Pero los hogares de ingresos medios y medios altos no tienen que tener subsidios, deben tener cero subsidio.
-Se habla mucho de un plan de estabilización necesario y urgente, ¿eso implica obligatoriamente un ajuste importante para la gente?
-Creo que ajuste es una manera de vanalizar o simplificar un plan de estabilización que es algo mucho más amplio porque incluye un capítulo cambiario, fiscal, monetario y un plan productivo exportador que es en el que yo más insisto para conseguir los dólares que nos permitan estabilizar y salir de estos ciclos recesivos que acarrean devaluaciones por falta de dólares. Está claro que las estabilizaciones tienen efectos reactivantes que son muy positivos, pero es verdad que en el medio hay costos. El que diga lo contrario está mintiendo u ocultando parte de la realidad. El tema es que hay que buscar la manera de que esos costos no recaigan sobre los sectores más vulnerables. Ese es un tema central y por eso digo que el peronismo tiene que dar esta discusión. Si no, empezamos con que el ajuste lo haga la derecha y después vemos cómo se acomoda. Creo que el peronismo tiene que hacerse cargo y por eso en el libro cito un par de ejemplos de esto; uno es el caso de Perón en 1952 cuando redujo del 50% anual al 4% la inflación. Fue algo exitoso y lo hizo combinando herramientas ortodoxas y heterodoxas que le permitieron estabilizar la economía. El tema es que hoy una parte importante del peronismo tiene un diagnóstico equivocado.
-¿Por qué?
-Es que sigue pensando que el problema de la inflación se debe a la estructura monopólica u oligopólica de algunos mercados y sin desconocer ese tema, eso no explica la inflación. Porque si la explicara, la pregunta que surge inmediatamente es qué pasa en países como Brasil, Chile o Uruguay que también tienen muchos mercados oligopolizados y sin embargo no tienen alta inflación como Argentina. Entonces, ¿esos países tienen oligopolios buenos y acá son malos? Eso no tiene lógica. Hay que ir con un plan económico integral y en lo que me toca, que es el peronismo, creo que hay que discutirlo, porque pensar que esto se arregla con controles a los monopolios u oligopolios claramente es un camino fallido.
-Controles de precios tuvimos varias ediciones y acá estamos, con más del 100% de inflación...
-Creo que los mecanismos de controles de precios, acuerdos de precios, canastas protegidas, son una herramienta que pueden servir dentro de un plan macroeconómico. Si uno tiene en claro cuál va a ser la política fiscal, la cambiaria, la monetaria y alineamos los precios de la economía, me parece que está bien que haya una Secretaría de Comercio para que controle que todo vaya para el mismo caminito. Pero pensar que sin la macro ordenada vamos a poder bajar la inflación sólo con precios cuidados o justos es una falsedad, pura imaginación. Ya hay demasiadas pruebas en ese sentido. Por eso digo que ni una cosa ni otra. No pensar que no tiene ningún rol para jugar la coordinación de precios y salarios, tampoco pensar que con un acuerdo desprovisto de un plan económico esto se puede resolver.
-En ese plano, ¿lo más incómodo para este gobierno peronista es ver los salarios como están hoy?
-Los salarios hoy están en una situación de estancamiento, y me refiero a los privados formales de los que hay datos corroborables a través del SIPA. Se ve que durante este Gobierno le empataron a la inflación, se mantuvieron estancados, porque lo que ocurrió a nivel internacional es un aumento muy grande de los alimentos y la energía. Entonces fue muy difícil quebrar esa tendencia, y que ocurrió en todo el mundo. En paralelo hubo una caída fuerte del desempleo. Y considero que hay que analizar todo esto en el contexto que le tocó a este Gobierno desde un inicio con la pandemia, la guerra en Ucrania y más recientemente la sequía. No es un gobierno que trabajó en condiciones normales ni mucho menos. Nunca ocurrieron tantas situaciones adversas y tantos flagelos en un solo período de gobierno.
-De todos modos los privados registrados son los que mejor resisten...
-Lo que pasa es que es la referencia que tenemos porque el no registrado tiene problemas de medición; está con rezagos y dada la alta inflación que tenemos no está reflejando adecuadamente la información porque hablamos de 6 meses. Por eso los salarios formales tiene una herramienta e indiscutiblemente están bien medidos porque es lo que las empresas pagaron y declararon a la seguridad social.
-Algunos precandidatos presidenciales dicen que cuando asuman el primer día quitarían retenciones, ¿eso es factible o es ciencia ficción?
-No es factible porque venimos hablando de que Argentina tiene que ir a buscar un equilibrio fiscal lo más rápido posible y no puede resignar ingresos de manera tan drástica. Lo que sí pienso y digo en el libro es que el peronismo tiene que estructurar un proyecto para el campo, que es un sector productivo importantísimo. Al peronismo le costó mucho ese diálogo y se mantuvo en conflicto casi permanente. Es un sector fundamental, y por eso lo planteo hasta autocríticamente. Hay que recuperar ese diálogo con un proyecto para el campo. Y respecto a las retenciones, creo que la discusión está agotada y hay que ir a otro modelo. Creo que hay que salir de las retenciones e ir a un fondo soberano como tienen algunos países, con aportes del sector agroexportador, productores y agroindustrial. Pero con otra lógica, para tener un fondo de estabilización, con un buffer que le permita al mercado interno tener una producción de alimentos a precios accesibles; y en segundo lugar para tener recursos que se administren de manera público-privada para aumentar la infraestructura. Creo que el gran desafío que se viene para el sector agropecuario y agroindustrial argentino es seguir ganando en productividad, incrementar el riego, tener un plan ganadero que nos permita salir del estancamiento de cabezas que tenemos. Son todos temas a discutir y la experiencia nos indica que allí tiene que estar fuertemente representado el sector productivo privado. No tiene que ser una política pública desprovista de esta visión privada. Y si lo hacemos administrando parte de la renta para infraestructura y desarrollo del sector, creo que podemos encontrar un camino que nos saque del conflicto.
-Muchos creen que se vienen meses muy complejos por delante, pero que después de la mano del campo, el litio, Vaca Muerta y la economía del conocimiento hay una luz, ¿cómo ve ese escenario?
-Sí, yo soy muy optimista con la Argentina. Creo que hoy vemos con el prisma de estos cuatro años que fueron durísimos. Pero la Argentina está incubando un salto productivo exportador. Y a esto yo lo vi, no me lo contó nadie. La inversión en Vaca Muerta es grande y va a crecer mucho más. Hay exportación de gas, lo que vemos en la Patagonia con el hidrógeno verde, creo que esa zona será la Arabia Saudita del hidrógeno verde. Sumamos minería con litio, pero también con el cobre que es un mineral clave para la electromovilidad; pensemos que los autos eléctricos demandan 5 o 6 veces más cobre que los convencionales, y todo el mundo está con proyectos de electromovilidad. La economía del conocimiento, la industria en general, los proyecto forestoindustriales, y otras ramas tienen gran potencial exportador. El tema es transitar este camino. No tengo dudas de que Argentina tiene todo para duplicar las exportaciones, pero eso no ocurrirá naturalmente. Hace falta una planificación y consensos entre las fuerzas políticas para sostener planes por 10 o 15 años. Y hay que salir del conflicto con el sector agroindustrial y apostar allí a mejorar la infraestructura, ampliar el área sembrada, el riego y la productividad. Y veo un panorama productivo mucho más federal que en el pasado porque todo lo que mencionamos tiene muchos ejes alejados de las áreas tradicionales, y eso nos puede dar un crecimiento más descentralizado.