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Mejoras en los salarios propios y otras contradicciones

No está mal que el Presidente gane 6 millones de pesos, pero sí que se aumente 48% los ingresos luego de obligar a los legisladores a dar marcha atrás con su propia recomposición y más aún cuando se pide constantemente sacrificio a la población

No fue una semana fácil la de Javier Milei en la Presidencia de la Nación. Y esta que comienza tampoco genera demasiado entusiasmo. Claro que el capítulo Rosario ocupará buena parte de la agenda, con la escalada de violencia desatada exactamente después de que se mostraran cárceles santafesinas con imágenes “a lo Bukele”. Pero eso será, tal vez, parte del platillo positivo para el gobierno en su intento por revertir ese complejo cuadro de situación con las bandas narcos anquilosadas en la ciudad portuaria. Para eso no sólo envió más fuerzas federales, sino que hoy estarán “en territorio” dos de sus ministros: Patricia Bullrich, de Seguridad; y Luis Petri, de Defensa. Curiosamente ambos exintegrantes de la fórmula a presidente y vice de Juntos por el Cambio el año pasado.

Pero en el otro platillo, Milei viene de protagonizar una serie de episodios que atentan contra los pilares de su propia construcción. Y de allí la necesidad de hacer foco por su capacidad o no de corroer sus cimientos.

El eje central del discurso de Milei, desde que era panelista de televisión, fue siempre el mismo: el combate contra la casta y sus privilegios.

El eje central del discurso presidencial, desde que Milei era panelista de los programas te televisión, hasta que se convirtió en candidato y luego Presidente, fue siempre el mismo: el combate contra la casta y sus provilegios. Pero en los últimos días hubo hechos que fueron contra esas palabras.

Primero el incremento aplicado para los legisladores del Congreso, de ambas cámaras, de un 30% que se explicó por el enganche con los trabajadores del Poder Legislativo. Llegó la firma de los dos referentes de la Libertad Avanza: Martín Menem, presidente de Diputados; y Victoria Villarruel, titular del Senado. En medio del brusco proceso inflacionario, una recomposición de ingresos no debería ser mal leída, pero el contexto es mucho más que los números del IPC. Ese mismo discurso de “los privilegios de la política” obliga a medir dos veces cualquier paso que se quiera dar en ese sentido. Cuando las jubilaciones perdieron por goleada desde que Milei llegó a la Presidencia y muchos de los trabajadores aún tienen los sueldos viejos del 2023, mostrar que primero la recomposición es a los legisladores, por impulso y firma de los presidentes de Cámara, es claramente un contrasentido.

Cuando se construye sobre la base de un discurso que se contradice con la acción, suele ser el camino más rápido hacia la pérdida de legitimidad.

Pero peor aún fue lo que se conoció apenas 48 horas más tarde, cuando una diputada nacional dio a conocer que el Ejecutivo se había aumentado los salarios un 48%. Sí, un 48%. El Presidente pasaba de unos 4 millones de pesos mensuales a unos $ 6 millones, la vice alcanzaba los $ 5,5 millones y los ministros, unos $ 5 millones. De nuevo: la discusión no es si es mucho o poco lo que cobran. De hecho si se lo pone en dólares, posiblemente el Presidente gane menos que muchos gerentes de empresas importantes en el país. Aquí hay un par de elementos interesantes: lo primero es que fue el presidente Milei el que firmó la recomposición salarial propia y de su equipo de gestión. Que cuando se conoció esto, el Presidente había repudiado lo ocurrido en el Congreso y había ordenado dar marcha atrás con la suba, que incluso había sido bastante más moderada que la propia. Luego intentó una serie de excusas apuntando a decisiones que venían de arrastre por la gestión de Cristina Fernández de Kirchner. Eso habilitó un cruce virulento en redes entre ambos. Pero especialmente diluyó el argumento oficialista al quedar expuesto con el aumento firmado por el propio Milei en un documento que no tardó en trascender.

Es el Presidente el que promete que el esfuerzo realizado por una enorme porción de la población, que pierde poder de compra todos los días, valdrá la pena y anima a continuar por la senda del sacrificio. Más de uno habrá revisado su compromiso después de ver el comportamiento de quien conduce por el desierto. El ejemplo de arriba contagia siempre, para bien o para mal, en cualquier estructura humana. Pero además, eso es doblemente valedero si el discurso machaca todo el tiempo en un sentido, pero luego las acciones van a contramano.

Además del culebrón de los salarios hubo otro hecho que no cobró tanta repercusión, o más bien se vio empañado por la anécdota de los chicos desmayados en el colegio al que el presidente Milei fue la semana pasada, que fue el establecimiento al que asistió como alumno. ¿Qué hacía el mandatario “bajando línea” política en medio de un colegio? ¿No era eso lo que se le criticó en innumerables ocasiones al kirchnerismo, con dirigentes gremiales y docentes que usaban las aulas para aplicar una determinada matriz de pensamiento? ¿Está mal si lo hace el kirchnerismo y no se cuestiona cuando Milei hace lo mismo? Al menos parece que la atención y la importancia puesta en uno y otro momento no fueron iguales.

La sumatoria de estos episodios y su evolución, en definitiva, deberían ser seguidos de cerca porque atentan contra la base de legitimidad del Presidente. No sería prudente pasarlos rápidamente por alto en medio de una crisis severa que tiene a toda la población bajo presión y a una parte de ella que venía dispuesta a asumir el sacrificio de resignar aceleradamente calidad de vida bajo la promesa de “alcanzar la tierra prometida”.Siempre que ese esfuerzo sea equitativo y no caiga exclusivamente del lado de la población, mientras la casta queda a salvo.