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Se cumple un mes del inicio del juicio: los indicios que complican al viudo

Se cumplen cuatro semanas de juicio oral y (no tan) público contra Marcelo Macarrón, imputado como instigador del crimen de su esposa Nora Dalmasso. Aunque todavía falta mucho, es una ventana temporal que permite un primer balance de lo escuchado en la sala de audiencias de los modernos Tribunales de Río Cuarto. Y, sobre todo, evaluar las estrategias del fiscal Julio Rivero y del defensor del imputado, Marcelo Brito.

El dato sobresaliente de la primera semana del juicio fue la sorprendente mutación del imputado Marcelo Macarrón, que pasó de viudo altanero, distante y frío a sensible padre de familia, depresivo, de inconfesados impulsos suicidas y buena predisposición a dialogar con los periodistas. Su transformación fue reforzada con la presencia de sus hijos –que llegaron de Mendoza, Valentina, y de Bruselas, Facundo-, quienes amén de mostrar su apoyo incondicional se plegaron a la estrategia defensiva de desempolvar otra vez a los supuestos amantes de la víctima. Concretamente apuntaron contra Miguel Rohrer (a) “el francés”, sobre quien Facundo llegó a decir –fuera del estrado- que vio besándose con su madre.

La compacta defensa de Macarrón fue apuntalada además por la exclusión de Delia “Nené” Grassi de la querella. Postrada por un severo Ataque Cerebro Vascular (ACV) que la dejó sin habla en mayo de 2018, ni siquiera sabría que el juicio para saber quién mató a su hija está en curso. Las sucesivas audiencias dejaron claro que el artífice de su renuncia fue su hijo Juan Dalmasso, que se plegó al equipo defensor del viudo. En su declaración ante los jurados populares, Juan y su esposa se desdijeron de todo lo que habían declarado los últimos quince años -dentro y fuera de Tribunales- y que estaba en sintonía con las sospechas que siempre expresó “Nené” sobre la posible participación de su yerno en el homicidio de Nora. Sus testimonios, el del escribano Roberto Foglino y el del médico Iván Aznar no hicieron otra cosa que confirmar que la madre de Nora está lúcida –aunque no puede hablar- y que su hijo Juan se ocupó personalmente -por mandato de su hermana y los hijos del imputado- de conseguir el certificado médico, confeccionar el poder, hacer que su madre lo avalara y llevarlo a Tribunales para excluirla de la querella.

Otra de las testigos inducidas por Brito a hablar maravillas del matrimonio Macarrón, Margarita Dalmasso, se extendió tanto en su declaración que terminó contando que su yerno, Gustavo Lenti, le había contado que a días del crimen fue a darle el pésame a su vecino Miguel Rohrer por la muerte de su amiga y lo encontró brindando con champagne junto al viudo y el vocero. La escena surrealista protagonizada por el entonces inseparable trío figura tal cual la contó la amiga de Nora en mi libro “Las cuatro muertes de Nora Dalmasso” (Ediciones del Boulevard, 2008). Pero Lenti, convocado a declarar a pedido del fiscal Rivero, aclaró que su suegra se había confundido y si bien confirmó el episodio, negó que hubiera bebidas alcohólicas y sumó otra gente al curioso ágape: la esposa de Rohrer, la novia de Lacase y otros matrimonios. Rivero no preguntó quiénes integraban esos “otros matrimonios”.

La extraña conducta del trío también fue reflejada en la declaración de la esposa de Justo Magnasco, María del Carmen Garro, quien relató que a menos de una semana del crimen fue a darle el pésame al viudo junto a su hijo y lo encontró en los prolegómenos de un asado que su vocero preparaba en el quincho.

Indicios

A un mes de iniciado el proceso queda claro que será difícil sumar nuevas pruebas a las recolectadas por la zigzagueante instrucción que llevaron adelante los cinco fiscales que intervinieron en la causa. Sin embargo, como suele suceder en estos casos, declarar ante un tribunal técnico y un jurado popular suele hacer que los testigos aclaren, amplíen y/o profundicen lo que declararon años antes ante a un escribiente o un policía. Y es de esos testimonios que estas cuatro semanas emergieron algunos indicios que apuntalan la acusación con la que Macarrón llegó al banquillo de los acusados.

A la extraña inclusión de Lacase en un viaje de una peña a la que no pertenecía se sumó la intención del vocero de invitar además a Daniel Muñoz, que en aquel entonces y hasta su muerte se desempeñó como juez de control y tendría un rol trascendente en los vaivenes que tuvo la investigación judicial del crimen de Nora Dalmasso. Haber pretendido llevar a un viaje sospechado de ser parte de una coartada al funcionario que debía controlar la investigación de un homicidio a cometerse ese fin de semana es un fuerte indicio que fortalece la acusación del plan criminal atribuido al imputado. El dato fue incorporado a la causa por primera vez en el debate que se sustancia en estos días en Tribunales. Pero no fue el único: se confirmó que alguien llamó al bar Alvear para evitar que Nora se demorara en volver a su casa –donde presuntamente la esperaba el asesino-; se confirmó que semanas antes del crimen se “plantó” el rumor del supuesto romance de Nora con el abogado Rafael Magnasco; se confirmó la sugestiva presencia de Silvia Magallanes en la escena del crimen y que informaba al vocero, que estaba en Punta del Este con Macarrón, de lo que pasaba en su casa de Río Cuarto; se confirmó que Lacase habló esa tarde con el oficial Liendo y al menos dos veces con el propio jefe de la Departamental, comisario Sergio Comugnaro; y se confirmó que en la foto que se tomaron los golfistas a primera hora del sábado 25 de noviembre de 2006 -segundo día de competencia en Punta del Este- no aparecen Macarrón ni Lacase.

Falta mucho todavía, pero la estrategia de presentar al viudo como víctima de una conspiración mediático judicial hoy haberse insostenible. Tal vez no sea casualidad que en la última audiencia el viudo –que tiene derecho a mentir como imputado- pasara de las sospechas veladas a una acusación directa: pidió la palabra para decirles a los jurados populares que sus hijos están convencidos de que el amante/asesino de su esposa es su (ex) amigo Miguel Rohrer y que su (ex) vocero Daniel Lacase fue quien le armó la coartada para zafar de la imputación.

El martes –si el tribunal no cambia lo anunciado el jueves- , Brito empezará a mostrar sus cartas cuando interrogue a Ricardo Araujo, la mano derecha de Rohrer en Río Cuarto.

Quién es Araujo

El jueves, Ricardo Araujo ya había ingresado a la sala de audiencias cuando el tribunal decidió postergar su declaración testimonial hasta el martes. Es que ya eran las tres de la tarde y el exsecretario de Seguridad Alberto Bertea había roto todos los récords de permanencia al prolongar su estadía como testigo por cuatro horas. Tras un discreto cónclave en el patio ladero a la sala de audiencias, el presidente del tribunal, Daniel Vaudagna, anunció a las partes que en función de la hora se volvería a citar a Araujo la otra semana. Mientras hacía el anuncio se percató de que el testigo en cuestión aguardaba sentado en las butacas que corresponden al público (¿?). Lejos de cuestionar esa irregularidad –se supone que debía permanecer aislado-, le pidió disculpas por haberlo tenido de plantón toda la mañana.

¿Quién es Ricardo Araujo? Un hombre de extrema confianza de Miguel Rohrer. Cuando oficiaba de vocero del viudo, Lacase –a quien mencionó como “el abogado de Del Monte”, la multinacional que presidía Rohrer en Argentina- lo llamó para pedirle que consiguiera testigos que acreditaran que “el francés” había estado en Buenos Aires la noche del crimen de Nora. La lista, escrita de puño y letra por Araujo, fue entregada a los fiscales por el vocero.

Cuando Araujo declaró en sede judicial dijo que el viernes 24 de noviembre había compartido con Rohrer un almuerzo de trabajo en el club La Ellerstina, en Pilar (provincia de Buenos Aires). Y que el “francés” se había retirado cerca de las 18. Agregó que se volvió a comunicar con Rohrer a las ocho y media de la mañana del día siguiente (sábado 25) para encontrarse en un remate que se realizaría a las 11.30. Pero que Rohrer decidió no concurrir y lo invitó a compartir un asado en su casa, donde llegó a las diez de la mañana. Dijo que Rohrer hizo el asado y la sobremesa se extendió hasta las 18. A pesar del asesoramiento del vocero, la declaración de Araujo dejó una “ventana horaria” demasiado amplia, que le permitía a su amigo viajar a Río Cuarto, encontrarse con Nora y volver a su casa.

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