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La doble sequía que le espera a Alberto: de recursos y de agua

El Gobierno parece haber definido el rumbo pospandemia con una apuesta al campo y la agroindustria, algo que parecía lejano hasta no hace mucho tiempo. Pero la necesidad de dólares se impone y las opciones para conseguirlos no abundan

El acuerdo con tres grupos de acreedores privados de la deuda bajo legislación extranjera que alcanzó el Gobierno y que se ratificará una semana antes de que finalice agosto fue sin dudas la mejor noticia que brindó la gestión de Alberto Fernández hasta el momento, luego de haber transitado tres meses de acomodo en la gestión bajo una difícil situación económica que luego sólo empeoró brutalmente con la llegada de la pandemia y la cuarentena que comenzó el 20 de marzo. Aquella foto de arranque se deterioró rápidamente y el efecto de tsunami en el plano social pone hoy al país ante un desafío titánico.

Por eso la celebración por el acuerdo alcanzado fue extramadamente medida. Fue un punto de partida para el gobierno de Fernández y no uno de llegada. Incluso puede ser hasta de relanzamiento, con un argumento que lo saca de la pandemia constante y de la agenda negativa. El esfuerzo por escaparle a las malas fue tal que en un mismo día el Presidente anunció el acuerdo, lanzó el nuevo Procrear aun cuando en realidad empezará a correr en septiembre y finalmente por la tarde recibió al Consejo Agroindustrial Argentino (CAA), que logró protagonizar reuniones de relevancia en las últimas semanas tras encontrarse con la vicepresidenta Cristina Fernández, el Presidente, el titular de Diputados, Sergio Massa; el bloque de Juntos por el Cambio en Cámara baja, y hasta el expresidente Eduardo Duhalde.

Desde la estrategia comunicacional fue hasta torpe la sobreabundancia en un solo día de tres hechos que por fin escapaban a la pandemia. Claro que todo quedó eclipsado por la deuda.

Pero ese punto no termina de resolver en realidad casi nada del cúmulo de problemas que le esperan al futuro económico de Fernández. Sí “era un tema necesario aunque no suficiente”, como les gusta decir a los analistas económicos. Fernando Marengo, de Arriazu Macroanalistas, graficó la situación del acuerdo con el auto que estaba en la banquina y ahora lo colocaron sobre la ruta. “Lo que viene es definir el rumbo, para dónde vamos”, explicó.

Y en ese camino aparecen como primeras paradas el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los tenedores de bonos bajo legislación nacional. El organismo internacional siempre se expresó en favor del acuerdo alcanzado la semana pasada e incluso su titular, Kristalina Georgieva, felicitó al ministro Martín Gúzmán y al presidente Fernández en un tuit. Sin embargo, también hay que recordar que más allá de los dichos, lo que importa son los hechos. Desde el FMI siempre se escucharon opiniones a favor de quitas en capital e intereses sobre la deuda argentina con fondos de inversión, pero no así con la que el país mantiene con ese organismo. Más bien la idea alentada fue “recorten todo lo que puedan a los bonistas así les queda margen para pagarnos hasta la última moneda a nosotros”.

Con ese antecedente, Guzmán tendrá ahora una nueva instancia de negociación luego de cuatro desgastantes meses de idas y vueltas con los bonistas. De avanzar con el FMI, se cerraría el capítulo de los compromisos con los acreedores en el corto plazo y le daría oxígeno a esta gestión para ver de dónde puede alentar la generación de dólares que necesitará luego para poner en marcha la economía y sobre todo para recortar el fuerte desequilibrio fiscal que le dejará este 2020, fruto de la pandemia.

La Argentina tiene ahí el talón de Aquiles: cómo financia el déficit, la diferencia entre lo que ingresa y lo que sale del Estado. En un momento fue la emisión, que terminó claramente alentando la inflación, aunque no es el único componente. Y con Macri, ese hueco se tapó con deuda externa. Pero el problema de fondo, más allá de que se pueda alcanzar un acuerdo total y reprogramar todos los compromisos, es cómo se financia ese déficit, o mejor aún, como se lo elimina. La situación ideal es dejar de discutir las migas y apuntar todas las energías a agrandar la torta. Si la economía no crece a largo plazo, los entendimientos con bonistas y con el FMI -en caso de llegar- serán sólo un veranito pasajero.

Y el Gobierno empezó a dar señales sobre cuál es al menos su idea en las últimas semanas. Y claramente que primero Cristina y luego Fernández -además de Massa- hayan recibido a las 45 entidades del campo y la agroindustria no fue casualidad, sino que deja traslucir que al menos el diagnóstico de lo que necesita el país está claro. Hay que avanzar rápidamente en el crecimiento de las exportaciones para generar divisas, que siempre son el problema de corte de la economía. En épocas de malas porque las corridas y las permanentes devaluaciones desajustan todos los precios y generan una tensión insostenible, y cuando la economía crece, también faltan por la presión de las importaciones.

Y si de obtener dólares netos se habla, la mirada necesariamente debe ir al campo y la agroindustria, que tiene la balanza absolutamente a favor porque requieren de muy pocas importaciones para producir en términos comparativos.

Sin embargo, hay un problema en el horizonte para descansar con tranquilidad en ese plan: el acompañamiento del clima. Los especialistas vienen advirtiendo ya sobre la extensa sequía que ubica a Córdoba como una de las provincias más castigadas por la falta de humedad. Pero eso no es todo, sino que los pronósticos advierten que al menos hay un trimestre más de lluvias por debajo de las marcas históricas. Entonces, no sólo van a afectar al trigo, que viene castigado y las estimaciones empiezan a recortar el volumen de cosecha que se dará a fin de año, sino que además comienza a condicionar la siembra de la gruesa, prevista a partir del mes próximo.

Si los pronósticos son certeros y las precipitaciones abundantes llegan recién en la segunda mitad de la primavera, las chances de una gran campaña de granos se reducirá y con eso la posibilidad de un mayor ingreso de divisas. Por eso el Gobierno también estará atento al clima.

Por Gonzalo Dal Bianco. Redacción Puntal