Más allá de la coyuntura que afecta a la lechería en la actualidad, caracterizada por la fuerte sequía primero y la prolongada lluvia después, hay problemas que están presentes desde hace mucho tiempo y que impactan en el desarrollo de la actividad. Y todos conducen hacia un mismo camino: la gestión. Según Alejandro Palladino, Coordinador del Área Lechería de los Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (CREA), no importa tanto el sistema productivo elegido sino que la clave pasa por medir procesos y analizar los datos para de esa manera tomar decisiones adecuadas. Y eso incluye la gestión de recursos humanos. Subrayó que tal afirmación está refrendada por la Encuesta Sectorial Lechera, realizada por el INTA, y trabajos llevados adelante por CREA.
“Para un mismo nivel de productividad se pueden encontrar resultados muy diferentes, negativos o positivos. Cuando se empiezan a mirar en detalle los datos físicos y económicos de cada tambo es muy difícil encontrar algún factor que explique en su totalidad esa diferencia; lo que se percibe es que quienes logran mejores resultados son los que de alguna manera gestionan datos. Eso se ve claramente en la encuesta de INTA. Los que se destacan manejan información reproductiva, hacen gestión económica, física, control lechero, cuentan con asesoramiento agronómico y veterinario. Son distintos puntos que dan cuenta de la gestión”, comenzó diciendo Palladino.
Añadió que “también se corrobora en los trabajos de CREA. Los sistemas productivos explican muy poco los resultados; no hay uno que sea superior. Ahora, cuando se desagregan factores aparece que comer mucho material por hectárea tiene un efecto bastante fuerte. Al final del día no es tan importante si el sistema es pastoril o estabulado, sino que los animales coman bien y hagan leche con una buena conversión. Eso de alguna forma derriba el mito de que un sistema es económicamente más rentable que otro. Pasan a ser mucho más importantes los procesos que el sistema en sí mismo. El que marcha mejor gestiona datos y a partir de ahí toma mejores decisiones”.
El directivo sostuvo que es difícil dar un porcentaje preciso de establecimientos que hacen un manejo correcto de la información, pero destacó que aproximadamente el 25 por ciento de los tambos producen el 70 por ciento de la leche en Argentina.
“Obviamente hay cuestiones de escala, pero también podemos discutir si los grandes nacieron así o supieron crecer. Tomando como base el universo de CREA, que son tambos más parejos, igualmente existe mucha dispersión; unos crecen y otros que se achican. La diferencia es la gestión”.
Ante las afirmaciones anteriores, se le preguntó a Palladino sobre las acciones que deberían implementar los tambos más atrasados en gestión para intentar posicionarse de otra manera, lo que en definitiva les permitirá continuar en la actividad.
“La mejor herramienta es el uso de protocolos. Hay que internalizar en los grupos de trabajo la necesidad de explicitar los protocolos, que quede claramente determinado cómo se tiene que hacer una tarea y que además ese protocolo sea construido con el equipo que lo va a llevar adelante. Ahí hay una cuestión que puede exceder este tema, que es la gestión de los recursos humanos, cuello de botella de todo lo que termina pasando en el tambo. Los tambos que suelen ir productiva y económicamente muy bien en la gestión de las personas están por encima de la media. Hay espacios para charlar con la gente, armar protocolos y discutir resultados. La realidad es que dos personas pueden hacer cosas totalmente diferentes cuando van a ordeñar”.
Po ese motivo enfatizó que “hay que hablar mucho con la gente, incluirlos, protocolizar, mostrar cómo se quiere trabajar y evaluar resultados no pensando en represalias sino para recalcular con todo el equipo. Nuestra experiencia en CREA indica que los tambos superiores hacen mucho ese trabajo”.
Inversión
Hay cuestiones relacionadas con el equipamiento que conspiran contra los resultados. La culpa, dijo Palladino, no la tienen los empresarios sino la falta de acceso a créditos para inversión.
“Se trata de un punto interesante en la competitividad. En promedio hay 20 o 30 años de desinversión. Una máquina de ordeñar tendría que amortizarse en 15 años y la mayoría tienen el doble de tiempo funcionando y sin miras de cambio. Entonces nos encontramos con rodeos sobredimensionados y tambos que quedaron chicos. Eso castiga a los recursos humanos porque trabajan incómodos y tardan el doble de tiempo. Si no se hacen inversiones en el tambo, menos todavía en las casas del personal. De esa manera se convierte en una actividad poco atractiva aunque se paguen buenos sueldos. Hay lugares en donde los tamberos no ganan para nada mal pero igual nadie quiere ir”.
Agregó que “la falta de infraestructura no es solo tranqueras adentro sino también afuera. Hay gente que cuando llueve no puede salir. Un tambero puede ganar muy bien pero no llevar a su hijo a jugar a la pelota o a aprender inglés. No mejora su calidad de vida a pesar del sueldo. Eso desgasta mucho al equipo”.
Asimismo, señaló que hay situaciones que superan incluso a la actividad y que suponen desafíos hacia adelante.
“Estamos viviendo un cambio cultural muy importante; se terminó el tambero para toda la vida. Los más jóvenes están un tiempo en una empresa y piensan en moverse para crecer o porque se terminan aburriendo. Y el empresario promedio tiene entre 55 y 60 años, es de otra generación. El cambio se está dando rápidamente y genera fricciones. Esto lo vemos ahora, pero seguramente en unos años será más significativo”.
Pablo Correa
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Añadió que “también se corrobora en los trabajos de CREA. Los sistemas productivos explican muy poco los resultados; no hay uno que sea superior. Ahora, cuando se desagregan factores aparece que comer mucho material por hectárea tiene un efecto bastante fuerte. Al final del día no es tan importante si el sistema es pastoril o estabulado, sino que los animales coman bien y hagan leche con una buena conversión. Eso de alguna forma derriba el mito de que un sistema es económicamente más rentable que otro. Pasan a ser mucho más importantes los procesos que el sistema en sí mismo. El que marcha mejor gestiona datos y a partir de ahí toma mejores decisiones”.
El directivo sostuvo que es difícil dar un porcentaje preciso de establecimientos que hacen un manejo correcto de la información, pero destacó que aproximadamente el 25 por ciento de los tambos producen el 70 por ciento de la leche en Argentina.
“Obviamente hay cuestiones de escala, pero también podemos discutir si los grandes nacieron así o supieron crecer. Tomando como base el universo de CREA, que son tambos más parejos, igualmente existe mucha dispersión; unos crecen y otros que se achican. La diferencia es la gestión”.
Ante las afirmaciones anteriores, se le preguntó a Palladino sobre las acciones que deberían implementar los tambos más atrasados en gestión para intentar posicionarse de otra manera, lo que en definitiva les permitirá continuar en la actividad.
“La mejor herramienta es el uso de protocolos. Hay que internalizar en los grupos de trabajo la necesidad de explicitar los protocolos, que quede claramente determinado cómo se tiene que hacer una tarea y que además ese protocolo sea construido con el equipo que lo va a llevar adelante. Ahí hay una cuestión que puede exceder este tema, que es la gestión de los recursos humanos, cuello de botella de todo lo que termina pasando en el tambo. Los tambos que suelen ir productiva y económicamente muy bien en la gestión de las personas están por encima de la media. Hay espacios para charlar con la gente, armar protocolos y discutir resultados. La realidad es que dos personas pueden hacer cosas totalmente diferentes cuando van a ordeñar”.
Po ese motivo enfatizó que “hay que hablar mucho con la gente, incluirlos, protocolizar, mostrar cómo se quiere trabajar y evaluar resultados no pensando en represalias sino para recalcular con todo el equipo. Nuestra experiencia en CREA indica que los tambos superiores hacen mucho ese trabajo”.
Inversión
Hay cuestiones relacionadas con el equipamiento que conspiran contra los resultados. La culpa, dijo Palladino, no la tienen los empresarios sino la falta de acceso a créditos para inversión.
“Se trata de un punto interesante en la competitividad. En promedio hay 20 o 30 años de desinversión. Una máquina de ordeñar tendría que amortizarse en 15 años y la mayoría tienen el doble de tiempo funcionando y sin miras de cambio. Entonces nos encontramos con rodeos sobredimensionados y tambos que quedaron chicos. Eso castiga a los recursos humanos porque trabajan incómodos y tardan el doble de tiempo. Si no se hacen inversiones en el tambo, menos todavía en las casas del personal. De esa manera se convierte en una actividad poco atractiva aunque se paguen buenos sueldos. Hay lugares en donde los tamberos no ganan para nada mal pero igual nadie quiere ir”.
Agregó que “la falta de infraestructura no es solo tranqueras adentro sino también afuera. Hay gente que cuando llueve no puede salir. Un tambero puede ganar muy bien pero no llevar a su hijo a jugar a la pelota o a aprender inglés. No mejora su calidad de vida a pesar del sueldo. Eso desgasta mucho al equipo”.
Asimismo, señaló que hay situaciones que superan incluso a la actividad y que suponen desafíos hacia adelante.
“Estamos viviendo un cambio cultural muy importante; se terminó el tambero para toda la vida. Los más jóvenes están un tiempo en una empresa y piensan en moverse para crecer o porque se terminan aburriendo. Y el empresario promedio tiene entre 55 y 60 años, es de otra generación. El cambio se está dando rápidamente y genera fricciones. Esto lo vemos ahora, pero seguramente en unos años será más significativo”.
Pablo Correa