No todos los días se inaugura una biblioteca pública. Mucho menos con 20 mil volúmenes especializada en filosofía. O al menos no en estos tiempos digitales y mercantilistas. Si a esto se le suma que la depositaria de semejante testamento es una ciudad pequeña y del interior como Villa María, lo excepcional se vuelve imposible.
Sin embargo, a lo largo de la ceremonia de ayer en Lisandro de la Torre 80, sus disertantes hablaron de “milagro”. Y algo de eso tiene que haber mediado; porque de lo contrario no se explica (no al menos desde la razón) que el legado de uno de los filósofos argentinos más eminentes haya aterrizado en la ciudad. Pero escuchemos algunas palabras de los disertantes.
Abrió la ceremonia la profesora Soledad Barbero; quien recibió emocionada a la concurrencia.
La presidenta del SEA y “alma matter” del proyecto, agradeció la presencia de Miguel Olaviaga (GESTA) y del doctor Carlos Daniel Lasa, las otras dos partes fundamentales para que los libros de Caturelli se alojaran en la ciudad. Barbero agradeció, además, la presencia de tres de los hijos de Caturelli, monseñor Jofré y varios referentes políticos y académicos de la ciudad. Y dijo sentirse “orgullosa de que seamos depositarios y custodios de esta reliquia”.
El primero orador de la noche fue, precisamente, el doctor Carlos Daniel Lasa, discípulo dilecto de Caturelli, quien señaló que “este verdadero milagro fue producto de la generosidad de un hombre, Alberto Caturelli, que dejó sentada su expresa voluntad de que su biblioteca quedase en Córdoba, y la visión y gestión de otro hombre, Miguel Olaviaga, que entendió de inmediato lo que significaba ese corpus de libros para la cultura y educación de Villa María”.
Lasa hizo una reseña del filósofo cordobés nacido en 1927 y fallecido en 2016, se refirió a la importancia de una obra de 50 libros y subrayó la relevancia decisiva de la “Historia de la Filosofía Argentina”, una obra “única en su género como no hay en toda América y que recorre 400 años de pensamiento en nuestras tierras”.
Lasa tuvo palabras de agradecimiento para con su maestro, para con la capacidad de Olaviaga y el entusiasmo de Soledad Barbero. Y dijo que “hoy estamos protagonizando un momento histórico para la cultura villamariense”.
Luego de Lasa hablaron Alfonsina y Ana, dos de las hijas del doctor Caturelli.
Alfonsina leyó un texto de factura impecable sobre la importancia de los libros y las bibliotecas escrito por el periodista Ariel Torres; mientras que Ana agradeció “en nombre de los hermanos, de nuestra mamá Celia y de Alberto a la ciudad de Villa María a través de Soledad, el doctor Lasa y Miguel Olaviaga. Muchísimas gracias a todos porque, cuando hizo su testamento, nuestro padre deseó esto, una biblioteca abierta a los jóvenes y que fuese cuna de pensamiento, conocimiento y estudio. Pero creo que esto ha superado todo lo que él hubiera podido soñar”.
Llegó el turno del presidente de GESTA, Miguel Olaviaga, quien se refirió a Caturelli como “uno de los hombres superiores a los que hay que ascender y por eso la biblioteca está en el piso superior, como un templo”.
Luego, haciendo una relación histórica para probar que “quizás no sea casualidad que esta biblioteca esté hoy aquí” refirió que “el nombre de la calle que hoy aloja la Biblioteca Caturelli, Lisandro de la Torre, fue un alma que también luchó por la libertad y la autonomía de pensamiento”.
Para finalizar, el obispo de la diócesis de Villa María monseñor Samuel Jofré, bendijo la biblioteca y dio un discurso en el que subrayó “la importancia decisiva de una biblioteca como instrumento para llegar a la verdad en medio de tanto relativismo. Hablar de la verdad es hablar de Dios. Y hablar de Dios es hablar de quién soy, de dónde vengo y a dónde voy, algo que pareciera hoy estar prohibido en las escuelas y en las universidades;”.
Y Jofré contó una anécdota final. “En el año ‘78 fui discípulo de Caturelli en la cátedra de Ética, y él nos enseñó el valor del ocio contemplativo; lección que nunca olvidé. Es un orgullo estar bendiciendo la biblioteca de este hombre profundamente patriota y cristiano; al cual le dolía la situación del país y sufría por él”.
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“Depositarios y custodios de una reliquia”“Este espacio era el deseo de mi padre, pero es más de lo que él hubiera soñado”
Abrió la ceremonia la profesora Soledad Barbero; quien recibió emocionada a la concurrencia.
La presidenta del SEA y “alma matter” del proyecto, agradeció la presencia de Miguel Olaviaga (GESTA) y del doctor Carlos Daniel Lasa, las otras dos partes fundamentales para que los libros de Caturelli se alojaran en la ciudad. Barbero agradeció, además, la presencia de tres de los hijos de Caturelli, monseñor Jofré y varios referentes políticos y académicos de la ciudad. Y dijo sentirse “orgullosa de que seamos depositarios y custodios de esta reliquia”.
El primero orador de la noche fue, precisamente, el doctor Carlos Daniel Lasa, discípulo dilecto de Caturelli, quien señaló que “este verdadero milagro fue producto de la generosidad de un hombre, Alberto Caturelli, que dejó sentada su expresa voluntad de que su biblioteca quedase en Córdoba, y la visión y gestión de otro hombre, Miguel Olaviaga, que entendió de inmediato lo que significaba ese corpus de libros para la cultura y educación de Villa María”.
Lasa hizo una reseña del filósofo cordobés nacido en 1927 y fallecido en 2016, se refirió a la importancia de una obra de 50 libros y subrayó la relevancia decisiva de la “Historia de la Filosofía Argentina”, una obra “única en su género como no hay en toda América y que recorre 400 años de pensamiento en nuestras tierras”.
Lasa tuvo palabras de agradecimiento para con su maestro, para con la capacidad de Olaviaga y el entusiasmo de Soledad Barbero. Y dijo que “hoy estamos protagonizando un momento histórico para la cultura villamariense”.
Luego de Lasa hablaron Alfonsina y Ana, dos de las hijas del doctor Caturelli.
Alfonsina leyó un texto de factura impecable sobre la importancia de los libros y las bibliotecas escrito por el periodista Ariel Torres; mientras que Ana agradeció “en nombre de los hermanos, de nuestra mamá Celia y de Alberto a la ciudad de Villa María a través de Soledad, el doctor Lasa y Miguel Olaviaga. Muchísimas gracias a todos porque, cuando hizo su testamento, nuestro padre deseó esto, una biblioteca abierta a los jóvenes y que fuese cuna de pensamiento, conocimiento y estudio. Pero creo que esto ha superado todo lo que él hubiera podido soñar”.
Llegó el turno del presidente de GESTA, Miguel Olaviaga, quien se refirió a Caturelli como “uno de los hombres superiores a los que hay que ascender y por eso la biblioteca está en el piso superior, como un templo”.
Luego, haciendo una relación histórica para probar que “quizás no sea casualidad que esta biblioteca esté hoy aquí” refirió que “el nombre de la calle que hoy aloja la Biblioteca Caturelli, Lisandro de la Torre, fue un alma que también luchó por la libertad y la autonomía de pensamiento”.
Para finalizar, el obispo de la diócesis de Villa María monseñor Samuel Jofré, bendijo la biblioteca y dio un discurso en el que subrayó “la importancia decisiva de una biblioteca como instrumento para llegar a la verdad en medio de tanto relativismo. Hablar de la verdad es hablar de Dios. Y hablar de Dios es hablar de quién soy, de dónde vengo y a dónde voy, algo que pareciera hoy estar prohibido en las escuelas y en las universidades;”.
Y Jofré contó una anécdota final. “En el año ‘78 fui discípulo de Caturelli en la cátedra de Ética, y él nos enseñó el valor del ocio contemplativo; lección que nunca olvidé. Es un orgullo estar bendiciendo la biblioteca de este hombre profundamente patriota y cristiano; al cual le dolía la situación del país y sufría por él”.