La presunción se ha cumplido. Iván Duque es el nuevo presidente de Colombia. Con sólo 41 años ha logrado hacer una campaña moderna, con un lenguaje directo e innovador que ha sabido captar la demanda del difícil electorado colombiano, que no está acostumbrado a participar masivamente en las elecciones.
Los dos candidatos que participaron de una segunda vuelta (histórica por haber superado la media de participación) tenían que seducir a los que habían votado a otras opciones. No representaba esto una tarea simple. Había que despejar dudas. Muchas dudas.
Gustavo Petro tenía que despejar dudas acerca de su singular vínculo con el chavismo, con la izquierda autoritaria de Latinoamérica que supo integrar y por ende con las Farc. Nada de eso logró. Se lo vio incómodo cuando se le preguntaba por Nicolás Maduro. Su respuesta no se mostraba como sincera porque su formación ideológica estructurada y nada flexible no se lo permitía. Recién en el último tramo de la campaña dijo que lo de Maduro era una dictadura. Pero no resultó muy convincente. Llegó muy tarde la respuesta esperada por muchos sectores de la sociedad colombiana que conocen la crisis terminal del país de Bolivar, no porque la vean en televisión sino porque la diáspora venezolana se les cayó encima por la cercanía de la frontera que unió alguna vez a la Gran Colombia. ¿A quién se le puede ocurrir que pueda ganar un candidato que se haga el distraído con semejante situación? Además, Petro quedó muy identificado con el Acuerdo con las Farc que propició el presidente Juan Manuel Santos. Acuerdo que le dejó a la sociedad colombiana una sensación amarga por las concesiones a un grupo muy violento e impopular. Recordemos que en el Plebiscito de la Paz de octubre de 2016 se impuso el NO cuando todos los partidos políticos apoyaron el SÍ. La única excepción fue Centro Democrático, el partido de Álvaro Uribe y de Iván Duque que rechazaba el Acuerdo. ¿Cómo no vincular el triunfo de Duque con el sorprendente resultado de ese Plebiscito al que ninguna encuesta le daba por ganador al NO? A esto hay que agregarle la elección legislativa de este año. En esta primera rueda electoral las Farc no llegaron al 1% en las categorías diputados y senadores. Un fracaso inmenso. Sin embargo, el Acuerdo de Santos le concedió una representación de bancas (curules en Colombia) que a primera vista (y a segunda también) resulta exagerada. 5 bancas en Diputados y 5 en el Senado. Cualquier partido comprometido con la democracia necesita más de 700 mil votos para alcanzar 5 bancas. Con menos de 30 mil las Farc lograron este objetivo. Luego aparecen los audios que comprometen severamente Jesús Santrich, referente histórico de las Farc con banca en el Congreso asignada, en un envío inmenso de droga a Estados Unidos negociado con el cartel de Sinaloa luego de la firma del Acuerdo. Si, leyó bien, luego de la firma, lo cual deja al descubierto el insignificante compromiso de esta organización terrorista devenida en partido político con la institucionalidad democrática.
En este contexto se impuso un candidato de "extremo centro", como se autocalificó el propio Iván Duque. Al tomar este camino logró lo que no pudo hacer Petro: despejar dudas. Duque rompió el techo de cristal que le impuso su promotor, al omnipresente Álvaro Uribe. Se mostró como un candidato con potencial, sin ataduras. Se alejó de las posiciones más extremas de Uribe y asumió las propias. Este cambio fue valorado por la sociedad y por los electores que se movilizaron el domingo 17 de junio.
Duque, con sólo 41 años, detenta una carrera profesional impecable. Es abogado, estudió derecho Internacional Económico en la American University y Gerencia de Políticas Públicas en la Georgetown University. También pasó por la Escuela de Negocios y Gobierno la Universidad de Harvard. En su carrera política se destaca su paso como senador de la República hasta este año.
Inadvertido
Hay un tema que no puede pasar inadvertido por los tiempos que corren y que se relaciona con la revolución igualitarista de la mujer en América Latina. La incorporación de Marta Lucía Ramírez como compañera de fórmula también fue parte de la estrategia del éxito. Ramírez hizo una buena elección en 2014, obtuvo dos millones de votos. Marta Lucía es una mujer a la que nadie le ha regalado nada. Es una gran líder del partido Conservador y fue una pieza clave en este armado político electoral.
Duque se inscribe de esta manera en la ola de cambios que atraviesa la región. El "extremo centro" que se nutre con el desencanto de los proyectos ideologicistas, populistas, que no sólo fracasaron en sus metas distributivas, sino que además destruyeron aparatos productivos, tejidos institucionales y desembocaron en procesos autoritarios ferozmente represivos como lo marcan los casos de Venezuela y Nicaragua.
Centro
El analista uruguayo Nelson Fernández lo resume en el título de su último libro: "El voto del agua tibia". Duque se paró en el centro del campo de juego como lo hacía el enorme Carlos Valderrama. Convocó a mucha gente al estadio para que lo vean jugar. Se transformó en la atracción y rompió la polarización porque además de sumar a los que les gusta el agua caliente supo sumar a la gran mayoría que se ducha con agua tibia. Así llegó a los más de 10 millones de votos, el 54%. Le sacó más de 12 puntos porcentuales a Gustavo Petro, que reconoció la derrota, y así se cumplió con el objetivo de Juan Manuel Santos: lograr las elecciones más pacíficas de la historia del país. Petro llegó al 42%, lo que equivale a 8 millones de votos; son muchos, pero no son propios, en gran parte prestados y no le resultará nada fácil mantener.
Ahora es el tiempo de Iván Duque, un emergente político interesante, con un gran potencial para proyectar su joven liderazgo a nivel regional. Entre otras cosas, malas noticias para Nicolás Maduro.
*Politólogo especializado en observación electoral. Director ejecutivo de la ONG Transparencia Electoral.
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Gustavo Petro tenía que despejar dudas acerca de su singular vínculo con el chavismo, con la izquierda autoritaria de Latinoamérica que supo integrar y por ende con las Farc. Nada de eso logró. Se lo vio incómodo cuando se le preguntaba por Nicolás Maduro. Su respuesta no se mostraba como sincera porque su formación ideológica estructurada y nada flexible no se lo permitía. Recién en el último tramo de la campaña dijo que lo de Maduro era una dictadura. Pero no resultó muy convincente. Llegó muy tarde la respuesta esperada por muchos sectores de la sociedad colombiana que conocen la crisis terminal del país de Bolivar, no porque la vean en televisión sino porque la diáspora venezolana se les cayó encima por la cercanía de la frontera que unió alguna vez a la Gran Colombia. ¿A quién se le puede ocurrir que pueda ganar un candidato que se haga el distraído con semejante situación? Además, Petro quedó muy identificado con el Acuerdo con las Farc que propició el presidente Juan Manuel Santos. Acuerdo que le dejó a la sociedad colombiana una sensación amarga por las concesiones a un grupo muy violento e impopular. Recordemos que en el Plebiscito de la Paz de octubre de 2016 se impuso el NO cuando todos los partidos políticos apoyaron el SÍ. La única excepción fue Centro Democrático, el partido de Álvaro Uribe y de Iván Duque que rechazaba el Acuerdo. ¿Cómo no vincular el triunfo de Duque con el sorprendente resultado de ese Plebiscito al que ninguna encuesta le daba por ganador al NO? A esto hay que agregarle la elección legislativa de este año. En esta primera rueda electoral las Farc no llegaron al 1% en las categorías diputados y senadores. Un fracaso inmenso. Sin embargo, el Acuerdo de Santos le concedió una representación de bancas (curules en Colombia) que a primera vista (y a segunda también) resulta exagerada. 5 bancas en Diputados y 5 en el Senado. Cualquier partido comprometido con la democracia necesita más de 700 mil votos para alcanzar 5 bancas. Con menos de 30 mil las Farc lograron este objetivo. Luego aparecen los audios que comprometen severamente Jesús Santrich, referente histórico de las Farc con banca en el Congreso asignada, en un envío inmenso de droga a Estados Unidos negociado con el cartel de Sinaloa luego de la firma del Acuerdo. Si, leyó bien, luego de la firma, lo cual deja al descubierto el insignificante compromiso de esta organización terrorista devenida en partido político con la institucionalidad democrática.
En este contexto se impuso un candidato de "extremo centro", como se autocalificó el propio Iván Duque. Al tomar este camino logró lo que no pudo hacer Petro: despejar dudas. Duque rompió el techo de cristal que le impuso su promotor, al omnipresente Álvaro Uribe. Se mostró como un candidato con potencial, sin ataduras. Se alejó de las posiciones más extremas de Uribe y asumió las propias. Este cambio fue valorado por la sociedad y por los electores que se movilizaron el domingo 17 de junio.
Duque, con sólo 41 años, detenta una carrera profesional impecable. Es abogado, estudió derecho Internacional Económico en la American University y Gerencia de Políticas Públicas en la Georgetown University. También pasó por la Escuela de Negocios y Gobierno la Universidad de Harvard. En su carrera política se destaca su paso como senador de la República hasta este año.
Inadvertido
Hay un tema que no puede pasar inadvertido por los tiempos que corren y que se relaciona con la revolución igualitarista de la mujer en América Latina. La incorporación de Marta Lucía Ramírez como compañera de fórmula también fue parte de la estrategia del éxito. Ramírez hizo una buena elección en 2014, obtuvo dos millones de votos. Marta Lucía es una mujer a la que nadie le ha regalado nada. Es una gran líder del partido Conservador y fue una pieza clave en este armado político electoral.
Duque se inscribe de esta manera en la ola de cambios que atraviesa la región. El "extremo centro" que se nutre con el desencanto de los proyectos ideologicistas, populistas, que no sólo fracasaron en sus metas distributivas, sino que además destruyeron aparatos productivos, tejidos institucionales y desembocaron en procesos autoritarios ferozmente represivos como lo marcan los casos de Venezuela y Nicaragua.
Centro
El analista uruguayo Nelson Fernández lo resume en el título de su último libro: "El voto del agua tibia". Duque se paró en el centro del campo de juego como lo hacía el enorme Carlos Valderrama. Convocó a mucha gente al estadio para que lo vean jugar. Se transformó en la atracción y rompió la polarización porque además de sumar a los que les gusta el agua caliente supo sumar a la gran mayoría que se ducha con agua tibia. Así llegó a los más de 10 millones de votos, el 54%. Le sacó más de 12 puntos porcentuales a Gustavo Petro, que reconoció la derrota, y así se cumplió con el objetivo de Juan Manuel Santos: lograr las elecciones más pacíficas de la historia del país. Petro llegó al 42%, lo que equivale a 8 millones de votos; son muchos, pero no son propios, en gran parte prestados y no le resultará nada fácil mantener.
Ahora es el tiempo de Iván Duque, un emergente político interesante, con un gran potencial para proyectar su joven liderazgo a nivel regional. Entre otras cosas, malas noticias para Nicolás Maduro.
*Politólogo especializado en observación electoral. Director ejecutivo de la ONG Transparencia Electoral.