Ha ocurrido algo terrible. Una tragedia, una catástrofe. Justo cuando uno se disponía a cambiar el chip de una vez y ponerse en el “modo Mundial”, envolverse en apasionadas discusiones sobre la veracidad del diagnóstico sobre la rodilla de Romero, la temperatura del pecho de Messi o la puntería del Pipita Higuaín para lograr que la pelota pase cerca del arco, nos vienen con la noticia sobrecogedora de que la Patria está en peligro. ¿Escucharon bien? ¡La Patria está en peligro! Y justo nos vienen a tirar semejante bomba en las postrimerías de mayo, tiempos de plena efervescencia patriótica si los hay. Inmediatamente nos remontamos a la gesta independentista, cuando los realistas habían reconquistado todas sus colonias salvo una y nos asediaban desde todas partes. O cuando las Provincias Unidas estaban empeñadas en desunirse, con tanto empeño que se la pasaron cincuenta años guerreando entre sí. O cuando los militares estaban decididos a salvarla, a la Patria, a pedido de un pueblo ávido de ser conducido por una mano firme. Bueno, parece que todas aquellas apremiantes circunstancias no eran en realidad para tanto. A los realistas Belgrano se les plantó en Tucumán para sacarlos carpiendo; a las Provincias las unieron de prepo con los mismos métodos de persuasión con que las mantenían separadas; y a los militares les dejaron de golpear las puertas de los cuarteles, dejen nomás de salvarnos que vamos a ver si nos salvamos solos. Minucias. Es ahora, verdaderamente ahora, cuando la Patria está en peligro.
Sobre eso no hay duda: corridas para comprar dólares, precios que aumentan y siguen aumentando, empresas que cierran, desocupados que protestan, el campo que advierte que está en las últimas, gremialistas que proponen un paro general, gobernantes acusados de insensibles, opositores acusados de irresponsables, y señores que entrevistados por televisión dicen con cara de preocupación: “Así no se puede seguir”. Inaudito. ¿O acaso algún memorioso recuerda que la Patria haya pasado por una situación remotamente parecida? Pero como si todo esto fuera poco… ¡se viene el Fondo Monetario Internacional! Y no viene solo, viene con miles de millones de dólares para obligarnos –porque no podemos decirle que no– a adoptar sus recetas recesivas y sus políticas de ajuste perpetuo cuyo resultado no puede ser otro que… ¡la desaparición de la Patria! Y ahora, ¿quién podrá defendernos?
Bueno, a no desesperar. Están nuestros queridos artistas, que sin conformarse con advertirnos acerca de la calamidad que se avecina, han puesto manos a la obra y se han plantado como el susodicho Belgrano en Tucumán, sólo que ellos fueron nomás hasta el Obelisco porteño, que era la trinchera que les quedaba más a mano. Nos imaginamos la conmoción que habrán generado en los centros de dominación capitalista las imágenes del viernes. El galán de Resistiré que sigue resistiendo, la excompradora compulsiva del Banco de Galicia que ahora repudia el vasallaje financiero, y tantas figuras queridas de la escena y de la pantalla, como Máximo Kirchner y los hijos de Moyano, entonando el Himno Nacional para decirle No al FMI: ¡tiembla Christine Lagarde!
Es que cuando la Patria está en peligro las contradicciones menores son dejadas de lado. Allí estaban los camioneros y los bancarios. Allí estaban los leales y los traidores al movimiento, olvidándose de discutir quién es quién. Y hasta vimos a la Bersuit Vergarabat aplaudida a rabiar por las chicas de NiUnaMenos, codo a codo con las histéricas que desean y necesitan fervientemente ser violadas para sacarse la histeria de encima, todas extrañando al Pelado Cordera. Los burócratas del Fondo estarán pensando seriamente si les conviene meterse con semejante adversario. Pero, por mucho que nos congratulemos por la gran victoria del campo popular del 25 de Mayo, comparable a la de aquel otro de hace 208 años, aunque por supuesto ambas mucho menos relevantes desde el punto de vista histórico de la del 25 de Mayo de 2003, es posible que no sea suficiente para conjurar los graves peligros que se ciernen sobre la Patria.
¿Qué hacemos, entonces? Bueno, por ahí tan difícil no es. Primero debemos buscar un Salvador o una Salvadora, un líder o una lideresa providencial, dispuesto o dispuesta a jugarse entero o entera contra el imperialismo, los poderes concentrados y el gobierno entreguista protegido por el blindaje mediático. Seguro que a los patriotas del Obelisco se les ocurre quién puede ser. ¿Cómo enfrentará tan insigne estadista al Fondo Monetario Internacional, para entonces dueño de los destinos del país por el poder corruptor del dinero? Pues devolviéndole de una todo lo que nos había prestado, tirándole todos esos miles de millones de dólares por la cabeza para que aprenda. Y si alguien se pregunta con qué plata, pues muy fácil: ¡le pedimos prestado a un gobierno nacional y popular amigo, en nombre de la solidaridad latinoamericana! ¿No le suena? Cancelar un crédito por el que se pagaba un interés del 4 por ciento anual con otro crédito tomado al 15 por ciento anual es un gesto de soberanía admirable, una manera de demostrar que el destino de la Patria no se negocia y, si se negocia, no será para salir ganando guita. Y si alguien piensa que semejante gesto es irrepetible porque el comandante Hugo ya no está más que bajo la forma del pajarito que aconseja a Nicolás Maduro, que no se preocupe: que a un interés del 15 por ciento en dólares algún solidario solvente vamos a encontrar, y si no ofrecemos pagar el 20 por ciento, qué tanto, que la soberanía es demasiado importante para ponerse a contar los miles de millones de dólares que nos cuesta ir perdiéndola y recuperándola mientras vamos salvando a la Patria del peligro en que la vamos poniendo.
Y bueno, ya está, no se hable más. Ahora que el operativo salvación está en marcha, podemos volver al modo Mundial.
Comentá esta nota
Bueno, a no desesperar. Están nuestros queridos artistas, que sin conformarse con advertirnos acerca de la calamidad que se avecina, han puesto manos a la obra y se han plantado como el susodicho Belgrano en Tucumán, sólo que ellos fueron nomás hasta el Obelisco porteño, que era la trinchera que les quedaba más a mano. Nos imaginamos la conmoción que habrán generado en los centros de dominación capitalista las imágenes del viernes. El galán de Resistiré que sigue resistiendo, la excompradora compulsiva del Banco de Galicia que ahora repudia el vasallaje financiero, y tantas figuras queridas de la escena y de la pantalla, como Máximo Kirchner y los hijos de Moyano, entonando el Himno Nacional para decirle No al FMI: ¡tiembla Christine Lagarde!
Es que cuando la Patria está en peligro las contradicciones menores son dejadas de lado. Allí estaban los camioneros y los bancarios. Allí estaban los leales y los traidores al movimiento, olvidándose de discutir quién es quién. Y hasta vimos a la Bersuit Vergarabat aplaudida a rabiar por las chicas de NiUnaMenos, codo a codo con las histéricas que desean y necesitan fervientemente ser violadas para sacarse la histeria de encima, todas extrañando al Pelado Cordera. Los burócratas del Fondo estarán pensando seriamente si les conviene meterse con semejante adversario. Pero, por mucho que nos congratulemos por la gran victoria del campo popular del 25 de Mayo, comparable a la de aquel otro de hace 208 años, aunque por supuesto ambas mucho menos relevantes desde el punto de vista histórico de la del 25 de Mayo de 2003, es posible que no sea suficiente para conjurar los graves peligros que se ciernen sobre la Patria.
¿Qué hacemos, entonces? Bueno, por ahí tan difícil no es. Primero debemos buscar un Salvador o una Salvadora, un líder o una lideresa providencial, dispuesto o dispuesta a jugarse entero o entera contra el imperialismo, los poderes concentrados y el gobierno entreguista protegido por el blindaje mediático. Seguro que a los patriotas del Obelisco se les ocurre quién puede ser. ¿Cómo enfrentará tan insigne estadista al Fondo Monetario Internacional, para entonces dueño de los destinos del país por el poder corruptor del dinero? Pues devolviéndole de una todo lo que nos había prestado, tirándole todos esos miles de millones de dólares por la cabeza para que aprenda. Y si alguien se pregunta con qué plata, pues muy fácil: ¡le pedimos prestado a un gobierno nacional y popular amigo, en nombre de la solidaridad latinoamericana! ¿No le suena? Cancelar un crédito por el que se pagaba un interés del 4 por ciento anual con otro crédito tomado al 15 por ciento anual es un gesto de soberanía admirable, una manera de demostrar que el destino de la Patria no se negocia y, si se negocia, no será para salir ganando guita. Y si alguien piensa que semejante gesto es irrepetible porque el comandante Hugo ya no está más que bajo la forma del pajarito que aconseja a Nicolás Maduro, que no se preocupe: que a un interés del 15 por ciento en dólares algún solidario solvente vamos a encontrar, y si no ofrecemos pagar el 20 por ciento, qué tanto, que la soberanía es demasiado importante para ponerse a contar los miles de millones de dólares que nos cuesta ir perdiéndola y recuperándola mientras vamos salvando a la Patria del peligro en que la vamos poniendo.
Y bueno, ya está, no se hable más. Ahora que el operativo salvación está en marcha, podemos volver al modo Mundial.