El escritor y conductor radial Alejandro Dolina revela pistas para entender las claves argumentales de su nuevo libro, "Notas al pie", y las estrategias y trampas que puso en juego para lograr una propuesta sin género definido, en la que el lector puede ser fácilmente engañado, mientras es convocado a ser testigo de sus reflexiones sobre el paso del tiempo, la sabiduría o la vejez.

"Es difícil congraciar la sabiduría y la vejez. Los viejos sabios que yo he conocido eran sabios a pesar de que eran viejos, no porque eran viejos", sostiene.

Dolina se define como una persona de “pocas virtudes morales, como la tenacidad o el empeño”, pero su carrera y su último libro, de casi 500 páginas, no dicen lo mismo. Como su sagacidad para observar el mundo cotidiano, el humor brota hasta en los momentos más inesperados. "Gracias por las horas desperdiciadas acá”, dirá al final de la entrevista con Télam.

Cuando se le formula la pregunta clásica ¿de qué va el libro?, dice que no hace falta hablar del argumento, ni de los personajes, ni de lo que pasa, sino de la trampa. Esta novela es, en sí misma, una trampa. ¿Qué otra cosa es un escritor, sino alguien que está todo el tiempo viendo a quién robar?

Nueve años después de "Cartas marcadas", su debut como novelista, Dolina publica ahora "Notas al pie" (Planeta), en la que narra lo que ocurre luego de la muerte del escritor Sergei Vidal Morozov, cuando una editorial le encarga a De Robertis, su colaborador estrecho y discípulo, una recopilación de cuentos póstumos.

Lo que parece ser un libro de relatos va mutando ante la aparición de una serie de notas de su colaborador erudito, que lentamente excede su lugar y empieza a extenderse en sus comentarios. Las apostillas avanzan tanto que por momentos ocupan toda la hoja, y se despliega la trama subterránea plagada de situaciones y personajes: de repente uno quiere saber más de De Robertis y menos de Morozov, y Dolina responde a ese deseo.

La historia pone en escena al mismísimo Morozov y una obra de teatro hecha con un grupo de niños actores en la que hay amores correspondidos y no correspondidos, un diamante robado, traiciones, secretos y un crimen. El desafío como lector es escaparse de los esquemas clásicos y entregarse a un mundo extraño y sorprendente, diferente a cualquiera que haya creado antes el autor de "Crónicas del Angel Gris" y conductor del ciclo radial "La venganza será terrible", que ya lleva más de tres décadas en el aire.

- Télam: "Notas al pie" tiene una arquitectura muy particular, diferente a cualquier otra novela. ¿Cómo fue el proceso para poner a dialogar dos historias, de manera paralela, en un mismo texto de casi 500 páginas?

- Alejandro Dolina: La intención fue que esa tensión se construyera de manera gradual. Ojalá haya pasado: no estaba seguro cuando lo escribía y tampoco lo estoy ahora. Sería bueno que la tensión estuviera en su grado justo todo el tiempo, y si me salió, fue de casualidad (risas). Fue mucho ensayo y error. Muchas veces, durante el proceso, leo lo que escribo y pienso: esto es insoportable. Eso pasa cuando uno sobre-escribe o mantiene tirante el argumento demasiado tiempo. El libro tiene una cantidad importante de personajes que juegan en historias paralelas y por eso se corrió el riesgo de que fuera un poco un pan dulce. Nos salvamos raspando.

- T.: Pareciera haber una modificación o ruptura del pacto clásico de lectura, una búsqueda de un lector más activo, que esté dispuesto a sorprenderse…

- A.D.: Sí, hay una búsqueda de un lector que sea de barrio. Este libro le reclama al lector que reconozca como propios algunos guiños, que sepa qué le pasa a determinadas personas en determinados momentos. No es un misterio, es una actitud de escritor desear que el lector conozca muchos tangos. El lector inocente es un inconveniente para este libro, que requiere de uno más cínico, adivinador de trucos.

Notas al Pie, de Alejandro Dolina - Otra Trama

- T.: Martín Kohan plantea que es un error preguntar “de qué va o de qué se trata” una novela. En algunos casos eso es más fácil identificarlo, pero en "Notas al pie" es bastante difícil. ¿Podrías definir vos de qué habla?

- J.M.: En este caso no hay que hablar del argumento, o de los personajes, o de qué pasa, sino de la trampa. Muere un escritor, publican sus cuentos póstumos, su discípulo hace las anotaciones y el prólogo, pero resulta que mientras lo va haciendo va abandonando las notas eruditas para pasar a contar confidencias y revelaciones vinculadas a su relación con el escritor. El libro viene a hacer creer que son cuentos y luego se convierte en una novela. La novela trata de eso: el cambio de género. Esa es la trampa.

- T.: En varios tramos de la novela aparecen el deseo, el amor y la belleza, conceptos que a simple vista son “positivos”. Sin embargo, vos los tratás con cierta complejidad, los relativizás. ¿Con qué objetivo hacés ese procedimiento?

- A.D.: Es como lo que vemos en los mitos, en donde los dones tienen su precio, un precio tremendo. El precio de la belleza, por ejemplo, aparece en mis libros. La belleza tiene una desgracia, un costo. Son cosas que yo he visto en la vida real. La vida de la mujer hermosa, por ejemplo. Siempre esas ideas vienen complicadas desde el punto de vista clásico, ¿no? Por ejemplo, cuando dos quieren a uno. Yo trato, igual, de no mezclar temas o problemáticas actuales con asuntos más clásicos. Me gusta más jugar con asuntos de mitos clásicos de la literatura. Mis personajes favoritos de esta novela son mujeres: como la maestra, que aparece como muy sensual, y al mismo tiempo, casi paralelamente, con una inteligencia exuberante.

- T.: También hay mucho de la sabiduría y de la vejez. ¿Cómo te llevás con estas ideas?

- A.D.: Con la sabiduría bien, con la vejez mal (risas). La vejez suele ser un inconveniente para la sabiduría: el cerebro empieza a reaccionar con más lentitud, el reconocimiento de estupideces empieza a flaquear. Hoy no tengo más remedio que asumir mi condición de viejo, ya que así lo dice el almanaque. Y no es que me he vuelto estúpido, eso ya venía de antes. Tuve una larga tradición de estupidez juvenil que me ha ayudado muchísimo en estos años a cristalizar mi condición de viejo. He conocido a hombres que siendo más jóvenes levantaban tierra con sus suspiros, y ahora están perdiendo un poco de gracia. Y cuando una persona no se da cuenta que ha perdido la gracia y trata de ejercerla, es patética. Un síntoma de decadencia es empezar a reírse demasiado. O estar amargado todo el tiempo. Es difícil congraciar la sabiduría y la vejez. Eso que aparece en los cuentos, especialmente en los cuentos con moraleja... Eso nunca lo vi en la vida real. Los viejos sabios que yo he conocido eran sabios a pesar de que eran viejos, no porque eran viejos.