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Malas noticias del cielo y de Brasil

Por Gonzalo Dal Bianco

A las dificultades internas marcadas por un factor incontrolable como el clima, el nivel de crecimiento del PBI para este año sumó un nuevo interrogante ahora con la situación política y social de Brasil, cuyo desenlace todavía es difícil predecir en materia económica para la Argentina. Hay sí una certeza: hay que esperar un impacto negativo de la misma magnitud que la tensión que viva el principal socio comercial del país.

Brasil es el destino número uno de las exportaciones argentinas, por delante de China y Estados Unidos. Pero además, en el arranque del año se había logrado cambiar una tendencia relevante: las ventas al socio comercial crecieron a mayor ritmo que las importaciones. Claro que eso no permitía aún alterar el fuerte déficit existente en la balanza con el mercado carioca.

La situación judicial del expresidente Luiz Inácio Lula Da Silva enrareció el clima social y político del gigante sudamericano. Y con ello puso un gran interrogante sobre el desempeño de la economía de aquel país que venía en franca recuperación y había dado ya señales positivas claras para Argentina. Se había vuelto a encender, aunque lentamente, la tracción para los sectores exportadores. Entre ellos, claramente, el automotor, cuya relevancia es central en la provincia. Todo el complejo de la industria automotriz cordobesa venía proyectando mejoras en los despachos hacia Brasil. Eso ahora sumó una cuota importante de incertidumbre y posiblemente de revisión en las curvas de Excel.

Según los datos oficiales, entre enero y febrero las exportaciones a Brasil crecieron 18,7%. Entre los principales rubros que se destacaron en el primer bimestre aparecen los automóviles con el 79% de crecimiento.

En el arranque de la semana, el Gobierno había admitido que la cosecha iba a recortar al menos un punto el crecimiento del PBI, que de todos modos mantenía en torno al 3% anual. La meta parece ambiciosa, casi tanto como la de la inflación. Más ahora, con las imágenes de Lula en el  Sindicato Metalúrgico de Sao Bernardo do Campo y la orden de detención librada por el juez Sergio Moro.

Son dos factores centrales que ponen  en jaque las proyecciones de la actividad económica, que tuvo buenos indicadores en el arranque del año con la mayoría de los segmentos en crecimiento, lo que generó un entusiasmo moderado.

Pero el campo, que indudablemente restará impulso a la actividad económica, podría iniciar una etapa diferente. El fin de la sequía parece haber comenzado, según los especialistas y el propio Servicio Meteorológico Nacional. De ser así, el impacto por las pérdidas de los cultivos de verano por falta de humedad en el suelo podría ser levemente compensado con un mayor optimismo a partir de ahora y una ampliación en el área de siembra del trigo. La recuperación comenzaría de inmediato mientras siguen llegando balances a la baja de los resultados de la campaña gruesa, como el emitido por la Bolsa de Cereales porteña. En este punto hay un malestar en crecimiento en las entidades del campo porque el Ministerio de Agroindustria, que conduce Luis Miguel Etchevehere, no publica sus proyecciones oficiales, algo habitual hasta la salida de Ricardo Buryaile en esa cartera. En la mesa de enlace ya hay planteos concretos en este sentido en reclamo de información.

La mirada en los precios

Otra de las publicaciones que se dieron a conocer esta semana fue la estimación de inflación surgida del informe del Banco Central a especialistas. Allí se estimó un incremento promedio de precios para este año del 20,3%, alejándose un poco más de las metas oficiales. Pero no sólo eso, sino que se acerca además a los registros del año pasado, lo que también complica el discurso oficial de una continuidad en la baja inflacionaria. No sólo lo que es, sino lo que se dice, empieza a estar cuestionado en materia de precios.

Y hay motivos para eso. Al arranque apurado que tuvieron los precios en enero y febrero se suman las estimaciones de las consultoras privadas para marzo, que se ubican levemente por encima del 2%. La próxima semana, el Indec dará a conocer el valor oficial para el tercer mes del año. Pero además, abril comenzó con envión. Primero fueron las tarifas de gas, con alzas que llegarán en promedio al 40% sobre lo aplicado hasta aquí. Y en el cierre de la semana se sumaron las petroleras Axion y Shell con incrementos en las naftas y el gasoil. Ahora, se espera que el resto de las compañías hagan lo propio. Tanto el gas como el combustible son incrementos de costos que empujan diversas cadenas por su influencia en los fletes. Más del 90% de la carga transportada en el país viaja en camiones. Apenas el 5% lo hace en tren, y un mínimo 1,5% en barcazas. El resultado es un costo de logística sideral comparado con otras economías del mundo que utilizan en mayor proporción las dos últimas opciones. De hecho, mientras enviar una tonelada de producción en camión cuesta US$ 0,07 el kilómetro, en tren representa US$ 0,04 y por vía fluvial, apenas US$ 0,01.

Por eso la suba de gasoil no puede dejar de influir en los precios de las góndolas. Desde su liberación, el mercado de los combustibles muestra una celosa reacción ante alguna modificación en un tridente de variables: dólar, petróleo brent y bioetanol. Y por eso, en tres subas aplicadas en tres meses, los surtidores muestran alzas del 14%.

Claramente donde sí se calmaron las aguas fue en el mercado cambiario. No sin costos para el Banco Central, que vendió en un mes lo que no había tenido que entregar el año pasado a la plaza.

Pero a fuerza de ventas la moneda norteamericana se sostiene en torno a los $20,50, que aparece la barrera puesta por  Federico Sturzenegger, que de pronto pasó de la platea al centro de la cancha abandonando en la práctica el discurso de mercado libre con gobierno pleno de la oferta y la demanda.

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