La política enfrenta un momento de relación de baja intensidad con la sociedad. La mayoría de la gente, agobiada por la crisis económica, les adjudica a los dirigentes la responsabilidad por el deterioro de su calidad de vida. El fracaso de la política no es nuevo, ni privativo de una gestión, sino que viene sosteniéndose durante gestiones sucesivas, incluso de distintos signos políticos.
Juntos por el Cambio y otra oportunidad perdida
Esa situación, ese estado de relacionamiento, obliga a la política a ser mejor, a mostrar diálogo, amplitud, capacidad de lograr acuerdos, de integrar visiones, personas y territorios.
El capítulo que dejó en Córdoba el armado de listas en la principal fuerza opositora va en sentido contrario a esa exigencia que hoy enfrenta la política.
Las internas son un mecanismo de ordenamiento, una manera para que la falta de acuerdos internos se solucione con el voto popular. Juntos por el Cambio eligió una lógica distinta: no ir a las urnas sino llegar a una lista de unidad porque así evitaría, se argumentó, las confrontaciones y el desgaste del enfrentamiento. Esa alternativa, la lista de unidad en vez de una interna, solamente puede tener éxito si una fuerza política ha encontrado mecanismos para llegar a un entendimiento o si existe un liderazgo que, en última instancia, tenga la última palabra. No ha sido el caso: Juntos por el Cambio viene siendo incapaz de alcanzar consensos básicos –se quebró en 2019 por la imposibilidad de consensuar un candidato- y además tiene múltiples liderazgos que anteponen los intereses de sus núcleos internos a una estrategia electoral general.
Hay demandas que la política actual no puede obviar. Debe tener una visión federal y tiene que incorporar una concepción de inclusión, principalmente en materia de género.
La lista de Juntos por el Cambio cerró después del límite horario que se había establecido para el sábado a las 12 de la noche. Pero, más allá de los tiempos, importan las formas y el contenido. En las formas, se trató de un cierre a los gritos, con insultos entre dirigentes, con acusaciones mutuas, con candidatos que renunciaron antes de ver sus nombres en las listas. Y, en cuanto al contenido, hay capítulos que no sólo incumben a una fuerza política sino a la política en general.
Discursivamente, se cuestiona permanentemente las concepciones unitarias y se proclama la necesidad de hacer realidad de una vez por todas el federalismo. Sin embargo, cuando se repasa la lista de Juntos por el Cambio, la ciudad de Río Cuarto, capital agroalimentaria de enorme relevancia productiva y demográfica y capital alterna de la provincia, no tiene a ninguno de sus dirigentes en una posición expectable. Ningún candidato de esa ciudad aparece en los primeros puestos; hay que recorrer hasta el casillero 23 para encontrar al primer riocuartense y es altamente probable que ninguno alcance una banca. ¿Qué van a decir los candidatos cuando les pregunten por qué no hay riocuartenses en su lista? ¿Otra vez, como solía ocurrir, se entiende la realidad desde Córdoba capital y para Córdoba capital? ¿Cuál sería la relevancia de la ciudad del sur de córdoba en un eventual gobierno de Juntos por el Cambio si esa fuerza política no pudo encontrar un solo dirigente en sus filas que pudiera representar a la capital alterna en los primeros lugares? En la nómina no están los exintendentes Benigno Rins ni Juan Jure, que pasó de ser jefe de bloque a no tener espacio en la lista.
En contraposición en el departameto General San Martín hay una representante del espacio que actualmente detenta el cargo de Concejal en la opisición villamariense y se trata de Karina Bruno. Los acuerdo que lograron los operadores locales del espacio político del PRO, evidentemente rindieron sus frutos para las aspiraciones de la edil y el desarrollo del espacio de la ciudad, mientras que los radicales expresaron su descontento por no integrar la lista de candidatos. Además, quienes encabezan la lista de legisladores departamentales son Alfredo Nigro y Giselle Machicado. Esta última mantenía aspiraciones de ser candidata a intendenta en Villa María.
En materia de género, Soledad Carrizo, diputada nacional por Córdoba, hizo un planteo lógico en las últimas semanas: debía considerarse a una mujer para la candidatura a la vicegobernación. Ayer, después del bochornoso final del armado de listas, Carrizo terminó publicando un tuit en el que plasmó su decepción por una manera de ejercer la política que reconoce a la mujer en el discurso pero la relega en la acción.
Marcos Carasso, presidente del radicalismo a nivel provincial y ahora candidato a vicegobernador de Luis Juez, debió haber garantizado desde su puesto institucional una visión amplia e inclusiva, participativa. En cambio, eligió hacer prevalecer sus aspiraciones personales y desestimar la oportunidad de construir política de una manera más acorde a lo que la sociedad reclama.
Carasso incurrió en un papelón: se aseguró la candidatura a vicegobernador y, a la vez, se reservó el número 1 de la lista de legisladores. Esa actitud en la política básica se lee como una práctica que prefigura la posibilidad de la derrota: si ganaba, era vice; si perdía, legislador.
Terminó renunciando por Twitter a su candidatura legislativa por lo que, aseguró, se trató de un error involuntario. La argumentación subestima al interlocutor y disminuye a Carasso como dirigente.
Juntos por el Cambio tenía la oportunidad de incorporar una manera de práctica política que hiciera realidad su discurso. Eligió lo contrario: caer en prácticas que vive cuestionando durante sus intercambios con la prensa. La transparencia, la apertura, el diálogo, el federalismo, la madurez política no pueden ser sólo conceptos vacíos.
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