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Fernández Paupy: "Me gusta pensar que cierta literatura tiene que ver con sofisticar los chismes"

El escritor cuenta del libro "El último Bioy", que escribió junto a Lidia Benítez.

Como una ventana indiscreta, El último Bioy, de Javier Fernández Paupy y Lidia Benítez, se abre a los últimos años de vida del escritor con un retrato humano e íntimo que, por momentos, lo revela sensible y generoso, y en otras ocasiones, como el déspota de una aristocracia que ha perdido su brillo, a través de un relato basado en hechos reales, pero digno de la mejor ficción.

El libro se inicia en el antiguo departamento de la calle Posadas que Adolfo Bioy Casares comparte con Silvina Ocampo, y hasta donde Lidia Benítez llega como enfermera profesional para cuidar de la escritora, que poco tiempo después morirá afectada de Alzheimer.

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Lejos de la opulencia y sofisticación, la vida de los escritores transcurre entre habitaciones cerradas, pilas de libros y papeles acumulados que, como un vidrio opaco esconden los años de amor y desencuentros, fidelidad y engaños, hijos y familia fallida que atravesó la vida de los autores.

Con la muerte de Silvina Ocampo, la enfermera se transformará en la cuidadora, asistente y confesora de Bioy a quien se ocupa de bañar y afeitar, acompañar en sus viajes al exterior y hasta de proteger en sus noches pesadillescas compartiendo la misma cama.

Los recuerdos, escritos, notas periodísticas y fotografías que Benítez fue documentando a lo largo de su convivencia junto a Bioy llegan a los lectores en un relato lúcido con el que Fernández Paupy buscó "sacarle un poco de mármol vetusto al prócer Bioy y devolverle carne al fantasma", según manifestó a Télam el escritor.

-¿Cómo se gestó el vínculo con Lidia Benítez y cómo fue el trabajo de acceso, lectura de diarios del tiempo que ella vivió con Bioy Casares, y dieron lugar al libro?

-Conocí a Lidia por casualidad aunque creo que las casualidades realmente no existen. Pegamos onda enseguida. Empecé a ir a su casa una vez por semana con la idea de ayudarla a escribir un libro de recuerdos sobre el tiempo que pasó con Bioy y, en menor medida, con Silvina Ocampo. Lidia tiene, además de una memoria prodigiosa, una gran cantidad de recortes de diarios, fotos, postales de viajes, libros dedicados, además de unos cuadernos escritos con letra diminuta que ella iba leyendo en voz alta y un poco comentando o reconstruyendo. Yo llevaba mi computadora portátil y escribía. La interrumpía con preguntas o tomaba notas con algún nombre propio o fechas para expandir después o averiguar. También grababa nuestros encuentros. Después, en mi casa, me ocupaba de la composición, del ordenamiento de los materiales hasta el encadenamiento de cada frase.

Me parece valiosa la posibilidad de mostrar a una persona que, además de amar su oficio y haber conseguido el reconocimiento por su escritura, tuvo una vida signada por apremios, tristezas, alegrías, idas y vueltas, como cualquiera. Sacarle un poco de mármol vetusto al prócer Bioy y devolverle carne al fantasma Me parece valiosa la posibilidad de mostrar a una persona que, además de amar su oficio y haber conseguido el reconocimiento por su escritura, tuvo una vida signada por apremios, tristezas, alegrías, idas y vueltas, como cualquiera. Sacarle un poco de mármol vetusto al prócer Bioy y devolverle carne al fantasma

-¿Por qué pensás que Bioy le sugería a Lidia que escribiera un libro sobre su vida?

-La sugerencia podía venir de esa vanidad propia de las personas que escriben que quieren ver inmortalizada su vida en letra de molde. Creo que Bioy era consciente de su vida mundana y quería dejar un testimonio de sus preferencias. Eso aparece también en su monumental Borges o en Descanso de caminantes, donde hay un minucioso registro de cuestiones concretas relativas a cómo gastaba su dinero o cómo ocupaba el tiempo. No le veo nada de ficcional a esa vida. O, en todo caso, la vida de cualquiera tiene aspectos que, si los analizamos de cerca, son fascinantes y parecen un elaborado relato de ficción.

-¿Cómo creés que se jugaba en él el tema de la exposición de su vida, cuando en verdad muchas personas buscarían ocultar algunos aspectos como el supuesto vínculo de Silvina Ocampo con la madre de Bioy, los hijos, sus amantes...

-Entiendo que Bioy era un egotista singular, una persona con una concepción de la vida íntima poco convencional. En relación a esa conjetura sobre la relación de Silvina Ocampo con la madre de Bioy, eso no es algo que aparezca en sus memorias o en los testimonios que compartió Lidia sino una hipótesis que deslizan algunas biografías, como la que escribió Mariana Enriquez sobre Silvina Ocampo, "La hermana menor".

-¿Qué le pasaba internamente a Lidia, quien fue una testigo y "confesora" del escritor en los últimos años, con el hecho de decidirse a revelar esa etapa de la vida de Bioy?

-Creo que lo vivió con respeto y con la alegría con la que se concretan las cosas largamente postergadas. Era algo que quería hacer desde hacía mucho tiempo. Como que se sacó algo que tenía acumulado y necesitaba largar.

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-Se han escrito varios libros sobre la vida del escritor junto a Silvina Ocampo. ¿Qué lleva a las personas a leer y escudriñar en la vida de personalidades famosas?

-Hoy un amigo me dijo por teléfono cuando comenté que era un libro chiquito y sin pretensiones: "No es chiquito. Es como que se abrió la ventana y pintó el chiflete. No es chiquito. Es, más bien, chismoso". Me gusta la cosa etnográfica del libro. Me gusta pensar que la literatura, o que cierta literatura que a mí me interesa, tiene que ver con sofisticar los chismes. Me parece valiosa la posibilidad de mostrar a una persona que, además de amar su oficio y haber conseguido el reconocimiento por su escritura, tuvo una vida signada por apremios, tristezas, alegrías, idas y vueltas, como cualquiera. Sacarle un poco de mármol vetusto al prócer Bioy y devolverle carne al fantasma.

-¿Cómo evaluás el vínculo que Bioy estableció con Lidia, de necesidad, amor, de dominación?

- Por parte de Lidia, entrega y vocación de servicio. Lo que manifiesta ella en su testimonio es que no fue fácil. Bioy era una persona muy exigente y, como decís, dominante. Pero Lidia siempre expresó su gratitud por las posibilidades que le dio Bioy, por los innumerables viajes, por la frecuencia de las conversaciones. Además, Bioy fue generoso en su testamento con ella. Un tema que todavía no está resuelto y generó varios problemas.

-¿Por qué pensás que Lidia se dedicó a los cuidados y a compartir la vida con el escritor esos últimos años?

- Lidia es una persona con una enorme entrega a su vocación de enfermera y de especialista en cuidados para la tercera edad. Es una persona muy sensible que trabajó con inclinación profesional. Creo que ella sentía mucho cariño y admiración por Bioy. También creo que lo vivió como un trabajo, más allá del vínculo humano establecido. De todas maneras, tal como aparece en el libro, en un trabajo como ese, es difícil separar las vidas de quienes comparten la intimidad del cuerpo y de las emociones, es decir, el trabajo del vínculo. Se puede vivir con gusto un trabajo y no por eso deja de ser algo que supone postergación de uno mismo en función de conseguir réditos materiales.