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Macri, entre verdades y sugestiones

Por Carlos Gamond (h)

Siempre que quien encabeza un proceso habla se recupera la sensación de liderazgo. Es como si, y esto un poco a título personal, se recobrara la idea de que hay alguien que en el espesor de la niebla sabe a dónde vamos y conoce cómo llegar.

El discurso, que tuvo como objetivo principal atacar directamente el proyecto de tarifas impulsado por la oposición en el congreso, sirvió también para apuntalar la estrategia comunicacional del gobierno nacional sostenida por el concepto de “verdad”.

Sin entrar en cuestiones filosóficas y simplemente como un comentario, la “verdad” aparece en el siglo XXI un tanto insustancial en la medida que hay tantas “filosofías” o “modos de vida” como personas en el mundo. No nos manejamos hoy en un mundo de verdades irrefutables. Más bien, cada uno tiene su verdad.

No sé si llegamos a ese punto porque hemos incorporado a la tolerancia como valor irrenunciable o porque en realidad a nadie le importa lo que hacen los demás en la medida que no se interpongan en nuestro camino. Algo así como el espíritu tolerante del individualismo. Más allá de eso, el discurso presidencial parece estar orientado al contraste.

Antes te mintieron, con el INDEC por ejemplo. Yo, en cambio, te digo la verdad. En términos democráticos sostener la “verdad” como propia y la “mentira” como algo propio de mi adversario no parece representar los valores de un demócrata.

No parece sin embargo un recurso que surja de un espíritu totalitario. Todos tenemos en claro, en menor o mayor medida que éste es un gobierno que respeta y sostiene la democracia como forma de vida. La verdad a la que se alude en el discurso del primer mandatario pareciera estar más orientada a poner en evidencia las verdades manifiestas. Aquellas que se nos presentan tal cual son y que como tales son asequibles, con cierta facilidad.

En otras palabras, lo obvio. Ejemplo: la energía que te regalaban durante el kirchnerismo no era gratis. Alguien la pagaba. Y una tesis bastante creíble, es que la pagábamos todos con inflación, el impuesto más inequitativo de todos. Era, en definitiva, una transferencia de recursos de los sectores mas humildes hacia los mas pudientes.

¿Cuál es la idea entonces? Bueno, por un lado pongo de manifiesto lo evidente y por el otro, sentado sobre la verdad, genero un contraste con mi adversario, que mentía en todo. O casi todo.

Hasta ahí, el discurso que fue prudente, pertinente y equilibrado, estaba bien. Aunque el contraste como estrategia ya parece desgastado de por sí, no sólo por el paso del tiempo sino también por las circunstancias. Por otra parte, una cosa es plantear un enfrentamiento dialéctico con una idea, detrás de la cual siempre podemos poner la cara que más miedo nos dé y otra muy distinta es nombrarlo directamente. Ponerle cara a nuestras pesadillas.

Cuando Macri la señala a Cristina Fernández de Kirchner como la artífice del proyecto que tiene la supuesta potencialidad de poner en riesgo su plan económico comete el error de forzar el ingreso al juego dialéctico de quién voluntaria e inteligentemente se autoexcluyó. En primer lugar porque perdió una batalla muy importante y probablemente definitiva. Y en segundo lugar porque sabe que su presencia en el juego produce el efecto contrario al que pretende. Entonces, si ganaste las elecciones de medio término, ¿porque buscas otra vez la cara de tu adversario, al que acabas de derrotar, para legitimarte? Tengo que suponer que te sentís débil. ¿Porque otro motivo irías en busca de tus demonios para que te ayuden?

A lo que me refiero en definitiva, es que a la altura de las circunstancias Macri podría sostener el juego dialéctico con la idea del kirchnerismo, como reminiscencia populista. Pero lo que no es conveniente es arrastrar al centro de la escena a su máscara más reciente. Porque todos saben quién se esconde detrás de la máscara, y ya no da tanto miedo. Entre otras cosas porque ya le ganaste, demostraste que no es eterna. Es como en las películas de terror. Cuando le vi la cara al asesino ya no me asusta tanto.

Por debajo de eso y de la imagen de debilidad que proyecta el presidente nombrándola a Cristina buscando legitimarse, hay que esperar la respuesta de los gobernadores que podrían sentirse extorsionados por la estrategia del gobierno cuando los pone a decidir entre Cristina o Él.

Y vuelvo a lo anterior. Los gobernadores peronistas siempre tuvieron en claro que obstaculizar el gobierno de Cambiemos podría acercarlos, en el inconsciente colectivo (y no tan inconsciente), a la imagen de la ex presidenta. Distinto a ello es que se los desafíe públicamente poniéndolos en esa disyuntiva y dejándolos innecesariamente demasiado expuestos.

Digo innecesariamente porque parecía haber un buen canal de diálogo. A menos que el presidente sepa ya que no lo van a acompañar y que todo es parte de un doble juego entre los gobernadores y sus legisladores que ya le han provocado a Macri más de un sinsabor.

 

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