El Gobierno sabe que si las condiciones económicas no mejoran en la Argentina en los próximos meses, sus probabilidades de renovación de mandato en las elecciones presidenciales de 2019 comenzarán a verse (cada vez más) afectadas.
Por eso, en momentos en que los niveles de popularidad de Mauricio Macri y de aceptación de su desempeño se mantienen en franco deterioro, en el seno de Cambiemos le encienden velas al único y verdadero "segundo semestre" capaz de relanzar la gestión. Y de salvarla...
Los arquitectos de la coalición que gobierna y en especial aquellos que han acompañado a Macri desde una primera hora, cuando inició su campaña como dirigente político, son conscientes de las dificultades surgidas en los últimos meses, que bien podrían comprometer las aspiraciones de reelección del líder del PRO si llegaran a perdurar y tornarse endémicas.
En la intimidad de la alianza Cambiemos saben perfectamente que el "segundo semestre" que se avecina, el período julio-diciembre de 2018, puede resultar crucial, categórico, para las ambiciones del Gobierno de ser reelegido en 2019.
Así como se desplomó la imagen positiva que había logrado construir Macri desde el comienzo de su mandato hasta los comicios de medio término del año pasado, cuando su popularidad navegaba en la cresta de la ola, las expectativas personales de quienes han participado en los últimos días en encuestas de opinión se ubican también en un nivel peligrosamente bajo.
Apenas dos de cada 10 consultados expresaron una visión optimista de su futuro económico en un corto y/o mediano plazo, en tanto la mitad de las opiniones resultaron negativas.
Es decir, la gran mayoría de los argentinos ven con pesimismo lo que pueda llegar a ocurrir con sus finanzas individuales o familiares en los meses que se avecinan. Así parece de acuerdo con consultas efectuadas días después de que la Argentina solicitara de urgencia una ayuda al FMI para contrarrestar la volatilidad del tipo de cambio, llevar calma a los mercados y mostrarse como un país confiable y creíble ante los ojos de calificadoras de riesgo e inversionistas.
Traducidos al día a día, estos resultados indican que los encuestados temen que sus finanzas personales, de igual modo que la economía del país en general, empeoren a partir del regreso al Fondo Moneta-rio Internacional, en momentos en los que el Gobierno no logra controlar el persistente aumento del costo de vida e insiste con sus planes de ajuste para reducir el déficit fiscal y equilibrar las cuentas públicas.
En este contexto, es claro que al Gobierno le sobran motivos para preocuparse si no consigue torcer el declive de las expectativas a futuro de la gente y lograr que las políticas económicas que lleva adelante desde diciembre de 2015, pero que intensificó después del embriagador resultado electoral del año pasado, tengan finalmente éxito o al menos ésa sea la sensación que generen en la sociedad.
Cambiemos pareció engolosinarse con aquella victoria, se envalentonó y consideró tal vez que disponía del impulso suficiente como para "ir por todo", como había fantaseado el kirchnerismo luego del histórico 54,11 por ciento de Cristina Kirchner en 2011: el principio del fin para el gobierno anterior.
El macrismo se encerró en sí mismo, dejó definitivamente de lado a sus aliados radicales en la toma de decisiones y, más allá de su pretendido "gradualismo", soltó las riendas para que su programa de gobierno mostrara su cara más implacable y agresiva, especialmente con la clase media.
Desde entonces, el Gobierno ha ido dilapidando su capital político y hoy enfrenta un escenario diametralmente opuesto a aquel pintado de color "amarillo" de octubre/noviembre de 2017 y en el que parecía encaminarse, incluso dos años antes, hacia una segura reelección en 2019.
Ahora todo es distinto, desde el "humor" de la sociedad, con un número en aumento de "decepcionados" o como mínimo de "desencantados" con la gestión de Cambiemos, hasta la postura que ha comenzado a adoptar la oposición: menos contemplativa y con más ganas de "mostrar los dientes" en estas últimas semanas, en comparación con fines del año pasado.
Si bien es cierto que el kirchnerismo juega su partido aparte y apuesta su única -y remota- carta de triunfo en 2019 a la posibilidad de que el gobierno macrista se termine cayendo a pedazos, el sector dialoguista de Partido Justicialista (PJ), que venía manteniendo una relación cordial con la alianza Cambiemos, parece ahora dispuesto a sumar fuerzas para enviarle un golpe directo a la mandíbula a la gestión oficial.
Se trata del proyecto de ley que avanza en el Congreso para frenar los aumentos en las tarifas de servicios públicos: una iniciativa que ataca el centro neurálgico de la política económica de la gestión de Macri y compañía, vinculado a la responsabilidad fiscal y a la disminución del "rojo" en arcas estatales.
El oficialismo ya anticipó que el Presidente vetará la propuesta si es aprobada en el Parlamento, donde ya obtuvo media sanción en Diputados, mientras comenzó a trabajar de manera anticipada con gobernadores para ir delineando el Presupuesto 2019, bajo la atenta mirada del FMI.
El peor momento de la gestión en cuanto a la imagen de Macri coincide con un precipitado regreso al FMI y a un anuncio del Gobierno de que recortará el presupuesto para obras públicas en el corto plazo.
El propio ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, admitió "más inflación y menos crecimiento" para la Argentina este año tras la corrida del dólar, y en el conurbano bonaerense, los jefes comunales de Cambiemos ya dejaron en claro que les preocupan los eventuales recortes de partidas para trabajos municipales de infraestructura que puedan afectar su desempeño.
Para todos ellos, el objetivo también es 2019 y el "segundo semestre" que se avecina puede resultar determinante.
Emiliano Rodríguez (NA)
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Los arquitectos de la coalición que gobierna y en especial aquellos que han acompañado a Macri desde una primera hora, cuando inició su campaña como dirigente político, son conscientes de las dificultades surgidas en los últimos meses, que bien podrían comprometer las aspiraciones de reelección del líder del PRO si llegaran a perdurar y tornarse endémicas.
En la intimidad de la alianza Cambiemos saben perfectamente que el "segundo semestre" que se avecina, el período julio-diciembre de 2018, puede resultar crucial, categórico, para las ambiciones del Gobierno de ser reelegido en 2019.
Así como se desplomó la imagen positiva que había logrado construir Macri desde el comienzo de su mandato hasta los comicios de medio término del año pasado, cuando su popularidad navegaba en la cresta de la ola, las expectativas personales de quienes han participado en los últimos días en encuestas de opinión se ubican también en un nivel peligrosamente bajo.
Apenas dos de cada 10 consultados expresaron una visión optimista de su futuro económico en un corto y/o mediano plazo, en tanto la mitad de las opiniones resultaron negativas.
Es decir, la gran mayoría de los argentinos ven con pesimismo lo que pueda llegar a ocurrir con sus finanzas individuales o familiares en los meses que se avecinan. Así parece de acuerdo con consultas efectuadas días después de que la Argentina solicitara de urgencia una ayuda al FMI para contrarrestar la volatilidad del tipo de cambio, llevar calma a los mercados y mostrarse como un país confiable y creíble ante los ojos de calificadoras de riesgo e inversionistas.
Traducidos al día a día, estos resultados indican que los encuestados temen que sus finanzas personales, de igual modo que la economía del país en general, empeoren a partir del regreso al Fondo Moneta-rio Internacional, en momentos en los que el Gobierno no logra controlar el persistente aumento del costo de vida e insiste con sus planes de ajuste para reducir el déficit fiscal y equilibrar las cuentas públicas.
En este contexto, es claro que al Gobierno le sobran motivos para preocuparse si no consigue torcer el declive de las expectativas a futuro de la gente y lograr que las políticas económicas que lleva adelante desde diciembre de 2015, pero que intensificó después del embriagador resultado electoral del año pasado, tengan finalmente éxito o al menos ésa sea la sensación que generen en la sociedad.
Cambiemos pareció engolosinarse con aquella victoria, se envalentonó y consideró tal vez que disponía del impulso suficiente como para "ir por todo", como había fantaseado el kirchnerismo luego del histórico 54,11 por ciento de Cristina Kirchner en 2011: el principio del fin para el gobierno anterior.
El macrismo se encerró en sí mismo, dejó definitivamente de lado a sus aliados radicales en la toma de decisiones y, más allá de su pretendido "gradualismo", soltó las riendas para que su programa de gobierno mostrara su cara más implacable y agresiva, especialmente con la clase media.
Desde entonces, el Gobierno ha ido dilapidando su capital político y hoy enfrenta un escenario diametralmente opuesto a aquel pintado de color "amarillo" de octubre/noviembre de 2017 y en el que parecía encaminarse, incluso dos años antes, hacia una segura reelección en 2019.
Ahora todo es distinto, desde el "humor" de la sociedad, con un número en aumento de "decepcionados" o como mínimo de "desencantados" con la gestión de Cambiemos, hasta la postura que ha comenzado a adoptar la oposición: menos contemplativa y con más ganas de "mostrar los dientes" en estas últimas semanas, en comparación con fines del año pasado.
Si bien es cierto que el kirchnerismo juega su partido aparte y apuesta su única -y remota- carta de triunfo en 2019 a la posibilidad de que el gobierno macrista se termine cayendo a pedazos, el sector dialoguista de Partido Justicialista (PJ), que venía manteniendo una relación cordial con la alianza Cambiemos, parece ahora dispuesto a sumar fuerzas para enviarle un golpe directo a la mandíbula a la gestión oficial.
Se trata del proyecto de ley que avanza en el Congreso para frenar los aumentos en las tarifas de servicios públicos: una iniciativa que ataca el centro neurálgico de la política económica de la gestión de Macri y compañía, vinculado a la responsabilidad fiscal y a la disminución del "rojo" en arcas estatales.
El oficialismo ya anticipó que el Presidente vetará la propuesta si es aprobada en el Parlamento, donde ya obtuvo media sanción en Diputados, mientras comenzó a trabajar de manera anticipada con gobernadores para ir delineando el Presupuesto 2019, bajo la atenta mirada del FMI.
El peor momento de la gestión en cuanto a la imagen de Macri coincide con un precipitado regreso al FMI y a un anuncio del Gobierno de que recortará el presupuesto para obras públicas en el corto plazo.
El propio ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, admitió "más inflación y menos crecimiento" para la Argentina este año tras la corrida del dólar, y en el conurbano bonaerense, los jefes comunales de Cambiemos ya dejaron en claro que les preocupan los eventuales recortes de partidas para trabajos municipales de infraestructura que puedan afectar su desempeño.
Para todos ellos, el objetivo también es 2019 y el "segundo semestre" que se avecina puede resultar determinante.
Emiliano Rodríguez (NA)