Si bien la situación actual del mercado laboral es mejor que la de períodos anteriores, todavía la mitad de los trabajadores argentinos accede a un empleo precario, según un estudio del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa).
El 49% de los trabajadores tiene un trabajo no registrado, trabaja como cuentapropista, en un empleo sin salario o trabajo doméstico remunerado.
En la franja de trabajadores que se encuentran sobre la línea de pobreza, 0,5 de cada 10 personas se encuentra desempleada; 3 de cada 10 trabajadores son informales y 4 de cada 10 personas no tienen ni se encuentran buscando trabajo.
En tanto, en la franja de trabajadores ubicados debajo de la línea de pobreza, 2 de cada 10 personas se encuentran desempleadas; 7 de cada 10 trabajadores son informales y 5,5 de cada 10 personas no tienen ni se encuentran buscando trabajo.
Los datos de Idesa están basados en la Encuesta Permanente de Hogares del tercer trimestre de 2017.
Por otro lado, el estudio revela que la prevalencia de empleos de baja calidad para los trabajadores de hogares pobres impacta directamente en su capacidad de generar ingresos.
El ingreso promedio de trabajadores de hogares no pobres es de $ 15.058, mientras que el de empleados de hogares pobres es de $ 10.055. De esos datos se desprende que la brecha salarial asciende al 33 por ciento.
Otra de las conclusiones del trabajo de Idesa es que la mala calidad de los empleos al que acceden las mujeres genera grandes disparidades salariales. Así, por cada $ 100 pesos que ganó un hombre, una mujer sólo obtuvo $ 75.
Igualmente, las mujeres participan menos en el mercado laboral y esa diferencia se acentúa con la llegada del primer hijo (66%).
Dedican menos horas semanales a un trabajo remunerado como consecuencia de la desproporción en la asignación de las tareas domésticas. En ese sentido, las mujeres trabajan 34 horas semanales frente a 40 horas de los hombres.
El 98% de los trabajadores que se dedican al servicio doméstico son mujeres. Como consecuencia, tienen trabajos menos estables y formales, de acuerdo con el relevamiento.
Pobres, jóvenes y mujeres
Entre otras conclusiones, se determina que la informalidad impacta más en ciertos grupos (pobres, jóvenes y mujeres), ya que acceden a trabajos menos productivos, afectando su capacidad de generar ingresos.
En los hogares pobres predominan empleos informales y sufren más dificultades para encontrar empleo; por eso, tienen mayor desempleo y participan menos en el mercado laboral.
Las mujeres, por la distribución desigual en el trabajo doméstico no remunerado, participan menos en el mercado laboral y dedican menos horas semanales al trabajo remunerado, afectando directamente sus ingresos.
A su vez, los jóvenes enfrentan altas tasas de desempleo e informalidad. Además, un 19% no trabaja ni estudia, mostrando un efecto desaliento.
De allí que, según Idesa, para combatir fenómenos como la desigualdad de los ingresos entre grupos o la pobreza se deben eliminar problemas endémicos asociados a instituciones laborales vetustas.
Además, altas cargas sociales en los asalariados de bajos ingresos y las regulaciones complejas y litigiosas impiden el acceso de las personas más vulnerables a trabajos decentes.
Idesa advierte además que se necesitan políticas que faciliten y promuevan el empleo de las mujeres como guarderías de tiempo completo, flexibilidad de la jornada laboral, trabajo a distancia, redefinición de las reglas previsionales, compensando la falta de aportes causadas por la maternidad.
Finalmente, el informe señala que se necesita formación para el trabajo en la educación formal de nivel medio y reformas tributarias y laborales para facilitar e incentivar el empleo de los jóvenes.
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En la franja de trabajadores que se encuentran sobre la línea de pobreza, 0,5 de cada 10 personas se encuentra desempleada; 3 de cada 10 trabajadores son informales y 4 de cada 10 personas no tienen ni se encuentran buscando trabajo.
En tanto, en la franja de trabajadores ubicados debajo de la línea de pobreza, 2 de cada 10 personas se encuentran desempleadas; 7 de cada 10 trabajadores son informales y 5,5 de cada 10 personas no tienen ni se encuentran buscando trabajo.
Los datos de Idesa están basados en la Encuesta Permanente de Hogares del tercer trimestre de 2017.
Por otro lado, el estudio revela que la prevalencia de empleos de baja calidad para los trabajadores de hogares pobres impacta directamente en su capacidad de generar ingresos.
El ingreso promedio de trabajadores de hogares no pobres es de $ 15.058, mientras que el de empleados de hogares pobres es de $ 10.055. De esos datos se desprende que la brecha salarial asciende al 33 por ciento.
Otra de las conclusiones del trabajo de Idesa es que la mala calidad de los empleos al que acceden las mujeres genera grandes disparidades salariales. Así, por cada $ 100 pesos que ganó un hombre, una mujer sólo obtuvo $ 75.
Igualmente, las mujeres participan menos en el mercado laboral y esa diferencia se acentúa con la llegada del primer hijo (66%).
Dedican menos horas semanales a un trabajo remunerado como consecuencia de la desproporción en la asignación de las tareas domésticas. En ese sentido, las mujeres trabajan 34 horas semanales frente a 40 horas de los hombres.
El 98% de los trabajadores que se dedican al servicio doméstico son mujeres. Como consecuencia, tienen trabajos menos estables y formales, de acuerdo con el relevamiento.
Pobres, jóvenes y mujeres
Entre otras conclusiones, se determina que la informalidad impacta más en ciertos grupos (pobres, jóvenes y mujeres), ya que acceden a trabajos menos productivos, afectando su capacidad de generar ingresos.
En los hogares pobres predominan empleos informales y sufren más dificultades para encontrar empleo; por eso, tienen mayor desempleo y participan menos en el mercado laboral.
Las mujeres, por la distribución desigual en el trabajo doméstico no remunerado, participan menos en el mercado laboral y dedican menos horas semanales al trabajo remunerado, afectando directamente sus ingresos.
A su vez, los jóvenes enfrentan altas tasas de desempleo e informalidad. Además, un 19% no trabaja ni estudia, mostrando un efecto desaliento.
De allí que, según Idesa, para combatir fenómenos como la desigualdad de los ingresos entre grupos o la pobreza se deben eliminar problemas endémicos asociados a instituciones laborales vetustas.
Además, altas cargas sociales en los asalariados de bajos ingresos y las regulaciones complejas y litigiosas impiden el acceso de las personas más vulnerables a trabajos decentes.
Idesa advierte además que se necesitan políticas que faciliten y promuevan el empleo de las mujeres como guarderías de tiempo completo, flexibilidad de la jornada laboral, trabajo a distancia, redefinición de las reglas previsionales, compensando la falta de aportes causadas por la maternidad.
Finalmente, el informe señala que se necesita formación para el trabajo en la educación formal de nivel medio y reformas tributarias y laborales para facilitar e incentivar el empleo de los jóvenes.