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Historias detrás del fuego: la tenacidad de los bomberos y la solidaridad de la gente

El voraz incendio que afectó la zona de Río de los Sauces convocó a unos 160 voluntarios. Se quemaron más de 2.500 hectáreas de pinares y pajonales en plena sierra. Los vecinos colaboraron preparando alimentos y dando espacio para el descanso

Con los rostros manchados por las cenizas, los ojos cansados de ver tanto fuego y el olor a humo impregnado en todo su ser, los bomberos resisten y dan batalla a los incendios que por estos días afectan a distintos puntos de la provincia.

El trabajo de estos voluntarios es silencioso y casi pasa desapercibido para la sociedad. En los últimos días, cientos de bomberos estuvieron combatiendo el voraz incendio que se desató en proximidades de Río de los Sauces, más precisamente en Quebrada del Rayo, y todavía siguen en una vigilia permanente para evitar que se reavive algún foco. Pero cuando aún no han alcanzado despojarse de sus pesados trajes, son nuevamente convocados a combatir otros incendios en distintos puntos de la provincia.

Detrás de estos siniestros, hay cientos de historias de los voluntarios que arriesgan su vida en una tarea que no tiene remuneración, más que el agradecimiento de la gente.  “Somos bomberos porque somos unos locos, que nos gusta esto. No vamos para el aplauso o la palmeada de hombros, lo hacemos porque nos gusta ayudar”. De esta manera, Juan Carro, el jefe del cuartel de Berrotarán, resume la actividad de los voluntarios.

Él tuvo la tarea de coordinar los operativos para combatir el fuego en Río de los Sauces. Fueron 7 días intensos de trabajo, que aún no culminan, pues el riesgo de incendio en la provincia es muy elevado.

Unos 160 voluntarios pasaron por Río de los Sauces rumbo a la sierra donde se desató el siniestro que devoró más de 2.500 hectáreas de pinares y pajonales. 

Esta cifra es estimativa, ya que ante lo dificultoso del acceso, también resulta complicado determinar las dimensiones que tuvo este incendio.

Por ser los pinos una especie muy resinosa, acumulan en la tierra gran cantidad de hojas que son altamente combustible y, sumado esto a la sequía y algún accionar desaprensivo del hombre, todo se conjuga para que un siniestro ocurra.

Los bomberos que asistieron fueron de toda la provincia y se turnaron para combatir las llamas y bajar a descansar unas pocas horas al pueblo o algún lugar cercano. Un colchón o frazada tirados en el piso de cualquier lugar alcanzaba para unas horas de sueño. Pero con el oído atento en caso de ser necesario salir a hacer el relevo a algún compañero.

Aunque prefieren no decirlo para no preocupar a sus familias, hubo momentos de serio riesgo arriba de la sierra. Es que mientras combatían un frente de fuego, el viento jugaba una mala pasada y las llamas los rodeaban. “Gracias a Dios no hubo ningún bombero quemado. Nada. Riesgo siempre hay”, admitió Carro.

“Hubo muchachos de otros lugares que vinieron, trabajaron y se fueron, y nunca supieron a quién estaban ayudando”, señaló. Así es la tarea del bombero, de ayudar sin mirar a quien.

Escaso reconocimiento

Si de reconocimiento se trata, la gente lo hace en forma permanente, pero hay una gran deuda con estos voluntarios que abrazan esta tarea sin miramientos. 

Para recibir alguna compensación debe un bombero tener 25 años de voluntariado y así puede acceder a una pensión o cobertura de una obra social. Sólo en unos pocos cuarteles, la actividad es rentada y para unos pocos.

En Río de los Sauces, la tarea fue intensa y la comunidad toda se sumó a colaborar con los voluntarios. Mientras la Provincia a través del Plan de Manejo del Fuego aportó los elementos para hidratar a los voluntarios en la zona, en la población un grupo de mujeres a solicitud del Municipio preparó alimentos que sirvieron a los grupos de voluntarios en sus horas de descanso.

El agradecimiento de la gente

El pasado jueves, cuando el incendio logró controlarse, los bomberos bajaron al pueblo y su entrada fue vitoreada por los vecinos, que espontáneamente los esperaron en las calles para brindarles un agradecimiento, expresado en su aplauso. Para ellos, eso ya es suficiente. 

Y mientras un grupo descansa, otro debió salir rumbo a La Cumbre a asistir otro voraz incendio.

“Así es la tarea del bombero, una vez estás en esos incendios, otros asistiendo un accidente o rescatando un gatito de una planta. Todo con la misma entrega”, sostuvo Juan, quien desde hace más de cuatro décadas es bombero. 

La vigilia es permanente. La sirena suena y los voluntarios dejan todo, su trabajo, su almuerzo de familia, y parten presurosos hacia el cuartel. La tarea es ardua, pero más fuerte es la voluntad de servicio. 



Patricia Rossia.  Redacción Puntal

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