Las zonas rurales son lugares clave de interacción entre la actividad humana y el medio ambiente e importantes espacios económicos donde hoy se hace frente a una buena parte de los desafíos ambientales, tanto en América Latina y el Caribe como en el resto del mundo.
Una atención especial y detallada a estas zonas es indispensable para cumplir con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, la cual es un mapa para alcanzar estándares fundamentales sin dejar a nadie atrás.
Las zonas rurales son fundamentales para el cumplimiento de esta agenda. En efecto, casi ocho de cada diez de sus indicadores están íntimamente vinculados a lo que suceda con las sociedades rurales. Y dos de cada diez sólo se pueden lograr en y con el campo.
Los medios de vida rurales dependen de un ambiente sano, pero a su vez tienen un profundo impacto en los ecosistemas naturales. Proteger ambos es indispensable para alcanzar un desarrollo sostenible, y requiere mantener un delicado balance.
Actividades rurales como la agricultura, la silvicultura y el cambio en el uso del suelo, por ejemplo, generan el 24% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI). Estos gases aumentan la variabilidad climática y los eventos climáticos extremos, que en 2015 provocaron pérdidas en el sector agrícola de los países en desarrollo que alcanzaron los 13 mil millones de dólares. El 70% de la pérdida de biodiversidad terrestre se debe a cambios de uso de suelo ligados a presiones agrícolas; pero esa misma biodiversidad y los servicios que entrega son fundamentales para los medios de vida rurales. Los polinizadores, por ejemplo, son esenciales para el 35% de la producción agrícola mundial.
En las zonas rurales perduran diversas formas de marginación y exclusión social. Aunque la actividad rural es fundamental para la seguridad alimentaria, las zonas rurales concentran al 75% de las personas que sufren hambre en el mundo.
La actividad agrícola utiliza cerca el 70% del agua dulce que se usa en el mundo, y sin embargo es en las áreas rurales donde hay menor acceso a servicios de agua corriente y saneamiento.
El avance de la frontera agrícola es la principal razón de la pérdida de bosques a nivel mundial, pero estos son clave para los medios de vida rurales: los servicios ambientales que los hogares obtienen "gratuitamente" de los bosques representan hasta un 22% de sus ingresos totales.
Las actividades que se desarrollan en áreas rurales sustentan a las zonas urbanas. Les proveen de agua y alimentos, además de contribuir de múltiples formas a su salud y bienestar. Con más de la mitad de la humanidad viviendo en zonas urbanizadas, es fundamental considerar tanto las dependencias como las relaciones mutuas que existen entre lo urbano y lo rural.
Una correcta planificación territorial rural puede favorecer el desarrollo sostenible al disminuir las emisiones de GEI, mantener ecosistemas valiosos con potencial turístico y preservar las fuentes de agua. Las zonas rurales también pueden ser importantes proveedores de energía a las zonas urbanas a través de fuentes renovables. Con las medidas apropiadas, las áreas rurales pueden además funcionar como zonas de amortiguamiento frente a desastres, reduciendo sus impactos en lo rural y lo urbano.
Es evidente que las zonas rurales impactan y se ven impactadas por variables medioambientales. Es indispensable avanzar en una profunda transformación de las sociedades rurales, a través de una mayor comprensión de las interrelaciones que ocurren en ellas entre lo económico, lo social y lo ambiental, y de los diversos vínculos que existen entre éstas y las ciudades. Olvidarnos de lo rural es ponerle un freno al desarrollo sostenible.
No podremos vivir de forma sana con entornos rurales enfermos y desamparados. No podremos alimentarnos ni enfrentar la pobreza y la desigualdad en un medio ambiente explotado y contaminado con el 12% de las especies de la región en riesgo de extinción.
El desafío es claro: sin sociedades y ambientes rurales vibrantes, prósperos, sostenibles e incluyentes, no habrá un buen futuro posible para ninguno de nosotros, seamos urbanos o rurales.
Julio Berdegué.- Representante Regional de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Dafna Bitran.- Consultora FAO.
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Las zonas rurales son fundamentales para el cumplimiento de esta agenda. En efecto, casi ocho de cada diez de sus indicadores están íntimamente vinculados a lo que suceda con las sociedades rurales. Y dos de cada diez sólo se pueden lograr en y con el campo.
Los medios de vida rurales dependen de un ambiente sano, pero a su vez tienen un profundo impacto en los ecosistemas naturales. Proteger ambos es indispensable para alcanzar un desarrollo sostenible, y requiere mantener un delicado balance.
Actividades rurales como la agricultura, la silvicultura y el cambio en el uso del suelo, por ejemplo, generan el 24% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI). Estos gases aumentan la variabilidad climática y los eventos climáticos extremos, que en 2015 provocaron pérdidas en el sector agrícola de los países en desarrollo que alcanzaron los 13 mil millones de dólares. El 70% de la pérdida de biodiversidad terrestre se debe a cambios de uso de suelo ligados a presiones agrícolas; pero esa misma biodiversidad y los servicios que entrega son fundamentales para los medios de vida rurales. Los polinizadores, por ejemplo, son esenciales para el 35% de la producción agrícola mundial.
En las zonas rurales perduran diversas formas de marginación y exclusión social. Aunque la actividad rural es fundamental para la seguridad alimentaria, las zonas rurales concentran al 75% de las personas que sufren hambre en el mundo.
La actividad agrícola utiliza cerca el 70% del agua dulce que se usa en el mundo, y sin embargo es en las áreas rurales donde hay menor acceso a servicios de agua corriente y saneamiento.
El avance de la frontera agrícola es la principal razón de la pérdida de bosques a nivel mundial, pero estos son clave para los medios de vida rurales: los servicios ambientales que los hogares obtienen "gratuitamente" de los bosques representan hasta un 22% de sus ingresos totales.
Las actividades que se desarrollan en áreas rurales sustentan a las zonas urbanas. Les proveen de agua y alimentos, además de contribuir de múltiples formas a su salud y bienestar. Con más de la mitad de la humanidad viviendo en zonas urbanizadas, es fundamental considerar tanto las dependencias como las relaciones mutuas que existen entre lo urbano y lo rural.
Una correcta planificación territorial rural puede favorecer el desarrollo sostenible al disminuir las emisiones de GEI, mantener ecosistemas valiosos con potencial turístico y preservar las fuentes de agua. Las zonas rurales también pueden ser importantes proveedores de energía a las zonas urbanas a través de fuentes renovables. Con las medidas apropiadas, las áreas rurales pueden además funcionar como zonas de amortiguamiento frente a desastres, reduciendo sus impactos en lo rural y lo urbano.
Es evidente que las zonas rurales impactan y se ven impactadas por variables medioambientales. Es indispensable avanzar en una profunda transformación de las sociedades rurales, a través de una mayor comprensión de las interrelaciones que ocurren en ellas entre lo económico, lo social y lo ambiental, y de los diversos vínculos que existen entre éstas y las ciudades. Olvidarnos de lo rural es ponerle un freno al desarrollo sostenible.
No podremos vivir de forma sana con entornos rurales enfermos y desamparados. No podremos alimentarnos ni enfrentar la pobreza y la desigualdad en un medio ambiente explotado y contaminado con el 12% de las especies de la región en riesgo de extinción.
El desafío es claro: sin sociedades y ambientes rurales vibrantes, prósperos, sostenibles e incluyentes, no habrá un buen futuro posible para ninguno de nosotros, seamos urbanos o rurales.
Julio Berdegué.- Representante Regional de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Dafna Bitran.- Consultora FAO.