La historia de la Usina Cultural es la historia de una casa. Aquella que hace más de un siglo mandó construir el doctor Quiroga, luego se volvió dependencia de la Justicia y, más tarde, vivienda particular del doctor Antonio Sobral hasta pasar a manos del Conservatorio Felipe Boero. Durante esos cien años, la claraboya del hall, como una pupila rosa y turquesa filtrando el ánimo de los cielos, alumbró buena parte del arte y la cultura de la ciudad. Y aún lo sigue haciendo.
Sin embargo la “Casa Sobral”, como todos la conocen, estuvo durante una década injustamente abandonada. Los yuyos fueron tapando su fabulosa reja exterior y la gramilla ganó la escalera de piedra de la entrada. Ese abandono fue parte de su historia también. Acaso un símbolo de la desidia o el desprecio en el que puede caer una ciudad en desmedro de una de sus joyas. Y fue para dar una solución urgente a ese estado de cosas, que en 2014 la Universidad Nacional conformó una comisión integrada por docentes de la casa y ex profesores del Rivadavia. Y una de esas integrantes fue, precisamente, María Laura Gili; doctora en Antropología y profesora de Historia de la UNVM.
Blues de la “Casa Sobral”
“Integré esa comisión pensando a qué debería destinarse este espacio -recuerda Gili- De ahí sale la propuesta de hacer un lugar para la cultura viva de la ciudad; siendo que la Universidad lo había recibido en comodato y ya se había restaurado”.
-Y decidieron que sería un espacio cultural...
-Claro, porque así lo marca la historia del inmueble. Esta es una casa con historicidad diversa y profunda, donde siempre se respiró cultura. Además, es patrimonio arquitectónico importante de la ciudad. Desde que el doctor Quiroga se la encargó al arquitecto Darrieu, pasando por la sede del Juzgado Provincial y hasta que la adquiere el doctor Sobral, este espacio siempre fue un referente de la cultura y la política villamariense.
-¿Podríamos decir que Sobral la marca para siempre?
-Sí, porque él vive dos décadas aquí, en tiempos en que brilla con su tarea pedagógica y política, desde los ´40 a los ´60. Y al final, vino el Conservatorio.
-¿Hay gente que entra a la Usina sólo para ver la casa?
-Muchísima. Sobre todo, los que vienen con el recuerdo de haber visitado a Sobral. Dicen que en esos tiempos la casa era de puertas abiertas, donde siempre había mucha cultura y educación.
-Actualmente, ¿cuál es el espíritu de la casa?
-Visibilizar el patrimonio inmaterial de la ciudad. Porque es un lugar permanente de muestras, exposiciones y conciertos. La casa es la prueba de que existe una cultura viva en la ciudad.
-¿Priorizan artistas locales?
-Totalmente. Villa María tiene espacios de formación muy importantes, desde las carreras de Diseño y Música de la Universidad hasta la Escuela de Bellas Artes y el Conservatorio. Son centros muy potentes . Y este espacio se nutre de ese semillero. Sin embargo, la dinámica del espacio hace que circulen artistas de otras provincias también. De hecho, el ciclo “Melodías del Monte” lo llevan adelante músicos santiagueños que integran el grupo “Guadal”. Y a ellos los sentimos como propios.
-¿Cómo es la grilla de la Usina?
-Se organiza en ciclos y tenemos una convocatoria permanente donde recibimos propuestas de los artistas. Pero entre noviembre y diciembre ya completamos todo. Este año hicimos los ciclos “Tardes de cámara”, “Piano solo” y “Música popular latinoamericana”. También el ciclo de jazz, “Tango en palabras” y “Melodías del Monte”.
Ciudad soñada
-¿Cómo definirías el público del lugar?
-Es un público que se renueva en cada instancia; en un espacio íntimo donde todo transcurre en las habitaciones.
-¿Cómo ves el presente cultural de la ciudad?
-Villa María está en un momento de cierre histórico e inicio de una nueva etapa; la que siempre deseó para sí. La ciudad nació con una impronta de progreso muy marcada. Basta con revisar los primeros periódicos y ver las ganas de generar actividad cultural que tenían sus primeros inmigrantes.
-¿Cómo es esto?
-Que desde fines del siglo diecinueve, Villa María deseó lo que recién pudo conseguir ahora, a principios del veintiuno; esta explosión de actividades culturales y oferta universitaria y terciaria, espacios de formación y difusión artística.
-¿La ciudad está pasando por un buen momento, entonces?
-Villa María está en un momento espléndido pero no es fortuito. Decanta tras un siglo de generaciones que quisieron convertirse en ciudad cultural. Y en ese sentido, esta casa es un símbolo. Quienes la habitaron dejaron una impronta de progreso y sus sueños de cultura.
Iván Wielikosielek. Redacción Puntal Villa María
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Blues de la “Casa Sobral”
“Integré esa comisión pensando a qué debería destinarse este espacio -recuerda Gili- De ahí sale la propuesta de hacer un lugar para la cultura viva de la ciudad; siendo que la Universidad lo había recibido en comodato y ya se había restaurado”.
-Y decidieron que sería un espacio cultural...
-Claro, porque así lo marca la historia del inmueble. Esta es una casa con historicidad diversa y profunda, donde siempre se respiró cultura. Además, es patrimonio arquitectónico importante de la ciudad. Desde que el doctor Quiroga se la encargó al arquitecto Darrieu, pasando por la sede del Juzgado Provincial y hasta que la adquiere el doctor Sobral, este espacio siempre fue un referente de la cultura y la política villamariense.
-¿Podríamos decir que Sobral la marca para siempre?
-Sí, porque él vive dos décadas aquí, en tiempos en que brilla con su tarea pedagógica y política, desde los ´40 a los ´60. Y al final, vino el Conservatorio.
-¿Hay gente que entra a la Usina sólo para ver la casa?
-Muchísima. Sobre todo, los que vienen con el recuerdo de haber visitado a Sobral. Dicen que en esos tiempos la casa era de puertas abiertas, donde siempre había mucha cultura y educación.
-Actualmente, ¿cuál es el espíritu de la casa?
-Visibilizar el patrimonio inmaterial de la ciudad. Porque es un lugar permanente de muestras, exposiciones y conciertos. La casa es la prueba de que existe una cultura viva en la ciudad.
-¿Priorizan artistas locales?
-Totalmente. Villa María tiene espacios de formación muy importantes, desde las carreras de Diseño y Música de la Universidad hasta la Escuela de Bellas Artes y el Conservatorio. Son centros muy potentes . Y este espacio se nutre de ese semillero. Sin embargo, la dinámica del espacio hace que circulen artistas de otras provincias también. De hecho, el ciclo “Melodías del Monte” lo llevan adelante músicos santiagueños que integran el grupo “Guadal”. Y a ellos los sentimos como propios.
-¿Cómo es la grilla de la Usina?
-Se organiza en ciclos y tenemos una convocatoria permanente donde recibimos propuestas de los artistas. Pero entre noviembre y diciembre ya completamos todo. Este año hicimos los ciclos “Tardes de cámara”, “Piano solo” y “Música popular latinoamericana”. También el ciclo de jazz, “Tango en palabras” y “Melodías del Monte”.
Ciudad soñada
-¿Cómo definirías el público del lugar?
-Es un público que se renueva en cada instancia; en un espacio íntimo donde todo transcurre en las habitaciones.
-¿Cómo ves el presente cultural de la ciudad?
-Villa María está en un momento de cierre histórico e inicio de una nueva etapa; la que siempre deseó para sí. La ciudad nació con una impronta de progreso muy marcada. Basta con revisar los primeros periódicos y ver las ganas de generar actividad cultural que tenían sus primeros inmigrantes.
-¿Cómo es esto?
-Que desde fines del siglo diecinueve, Villa María deseó lo que recién pudo conseguir ahora, a principios del veintiuno; esta explosión de actividades culturales y oferta universitaria y terciaria, espacios de formación y difusión artística.
-¿La ciudad está pasando por un buen momento, entonces?
-Villa María está en un momento espléndido pero no es fortuito. Decanta tras un siglo de generaciones que quisieron convertirse en ciudad cultural. Y en ese sentido, esta casa es un símbolo. Quienes la habitaron dejaron una impronta de progreso y sus sueños de cultura.
Iván Wielikosielek. Redacción Puntal Villa María