Cuenta Mario Requena que, tras el último amistoso del campeonato del año 1994, le dijo a Daniel Bachanini: “Acordate que le vamos a ganar la final a Rivadavia”.
El capitán de aquella última consagración del Millonario en la Liga Villamariense confirma lo expresado por el DT de aquella épica conquista y reseña que el Verde era dirigido por su hijo Pablo y les habían pegado “un baile de novela” en el amistoso. “Nos golearon 5-0, fue un domingo por la mañana, previo al inicio del torneo, en el que le ganaríamos la final a Rivadavia en Plaza Ocampo. No me olvido más de esa anécdota”.
El secreto del DT y el capitán de la última estrella de River Plate sale a la luz 25 años después, al recordar aquella hazaña del Millonario que hace sonreír a Bachanini cuando se le vuelve a recordar la declaración de Requena. “Es cierto lo que dijo Mario, entrenábamos en el Parque muchas veces porque había poca luz en la cancha. ¿Dijo que sólo había una bombita de 45? (risas). River Plate fue siempre así, humilde, pero había gente, y no le regalamos nada a nadie a la hora de entrenar y de salir a la cancha”.
Aquel pibe que apareció en la primera irrumpiendo como un “10” fino, con mucha creatividad, se fue transformando en un guerrero, un caudillo que se debatía a muerte en cada batalla con rivales y también con los árbitros, hasta retirarse con ese título que se negaba desde 1989, cuando perdieron la final con Colón. “Ese era un equipazo que merecía el título. Después estuvimos muy cerca de lograrlo contra Alem en 1993, pero yo erré el penal decisivo. Por suerte se dio la revancha, porque también habíamos armado en el ‘91 otro equipazo memorable que enfrentó a Alumni en un torneo superior. Pero el fútbol es así, se dio justo cuando menos pensábamos, y Mario Requena lo logró. Rescató 4 jugadores de la Afuco y, con un par de refuerzos como Pato Delfino y Negrini, armó con los chicos del club un equipo campeón”.
La última estrella del Millonario se inició en los potreros. “No había Liga de Baby y jugábamos un domingo para un equipo y el otro domingo, para otro. Yo jugaba mucho para Los Leoncitos. Pero en inferiores me inicié en Alumni”.
Resalta: “Mi papá era muy hincha de Alumni. Recuerdo que compartí equipo en mi categoría con Sergio Hidalgo y Fabián Yuón (dirigentes del Fortinero). Un año después salté a River Plate, porque vivía más cerca y me quedaba más cómodo para ir a entrenar”.
Explica: “Allí nació un amor que fue para toda la vida, porque, si bien me tocó jugar en clubes importantes, siempre volvía a jugar en River Plate”.
Su camino a la fama
Bachanini aclara: “A los 17 años debuté en Primera. Estaba el Negro Gigio (Ramos). Un gran técnico y un gran tipo. Tuve la suerte de compartir equipo con Karmalita, Hugo Fassi, Rubén Miranda, Pelado Tello y Tatalo Giovanardi. Esa camada fue bárbara, porque jugaban bien, pero eran grandes amigos”.
Remarca: “Uno fue pasando de ser un pibe a ser uno de los más grandes cuando se fueron sumando Sergio Ponce, Guly Barengo, Taza Balario y Tatalo Giovanardi, que después pasamos a ser los más viejos cuando compartimos con esa camada que ganó el título compuesta por los Lauricella, los Velasco, Favole. Pero en el medio estuvieron Beto Arena, Germán Delpino, Walter Rena, los Benito, que eran una camada de pibes que jugaban muy bien y que tuvieron chances a nivel profesional”.
Resalta: “Me fui dos años a Rivadavia, donde también había gente muy buena. Siempre volvía al club, pero también jugué dos años en Defensores de James Craik con el Nano Conconi y Guly Barengo, en Rivadavia, y me invitaron a jugar torneos Interligas y Regionales en Sportivo Playosa, una fusión que hicieron Colón y Alem, y otro para Colón”.
Recuerda: “River Plate estuvo varias veces cerca de salir campeón, pero se me dio justo en el final de mi carrera. Después de ganar ese campeonato me fui a cerrar mi carrera a San Lorenzo de Las Perdices, donde me retiré”.
“Fueron como 20 años de fútbol. El corazón y el alma estuvieron siempre en River Plate”, insiste.
Asegura: “Me enorgullece y me reconforta que me reconozcan como un referente de River Plate y me emociona porque allí vivimos momentos muy lindos y tengo amigos de la vida”.
Las razones del corazón
Explica sin ánimo de ofender: “Me da pena ver a River Plate así, como está ahora, y no me gusta nada no poder darle una mano”.
Bachanini aclara lo que salta a la vista en la historia: “River Plate fue una cantera inagotable de talentosos jugadores. Hasta no hace mucho fue así. Les apuesto que aún hoy encontrarán en varios de los equipos de punta de la Liga a muchos jugadores del club. Y antes fueron más todavía, porque siempre se iban muchos chicos detrás de una moneda que le dan en otros clubes que pelean arriba”.
También estima: “Era envidiable el nivel de las inferiores de River Plate. Las formaron tipos como el Mono Galíndez, Muma Rodríguez y Marcelo Alamo, que con mucho amor y buen ojo les encontraban la vuelta a tantos jugadores que se iban y aparecían otros desde abajo. El mismo Mario Requena, que nació en el barrio y empezó en las inferiores del club”.
“River Plate está en un geriátrico”
“Hoy siento que River Plate es como un pibe que disfrutó de su niñez, que cuando fue joven estaba lleno de amigos, y que fue perdiéndolos al ser adulto, hasta llegar a quedarse muy solo y desamparado en un geriátrico. Hoy veo a River Plate en un geriátrico y lo atiende un tipo que es Titino Barrionuevo, pero van pocos a verlo”, describe emocionándose Daniel Bachanini.
Agrega con bronca: “Mañana cumple 81 años y los hijos del club que disfrutamos momentos inolvidables allí nos estamos alejando. Somos unos pelotudos, porque tenemos que estar todos allí de nuevo. Me gustaría estar con mis amigos Tatalo Giovanardi, Guly Barengo, Sergio (Ponce), Taza Balario. Vamos a levantarlo y sacarlo a pasear a nuestro viejo club”.
Indica: “Todo sirve. Desde pintar un poste o una pared. Me incluyo entre los que no hemos ido últimamente, porque si bien fui DT muchos años, y acompañé a mis hijos en inferiores, también me fueron a buscar este año y le dije a Titino que no podía. Pero voy a volver el año que viene. Ya lo decidí. Ayudaré desde el lugar que me toque, si es posible adentro de la cancha enseñando y transmitiendo lo que es River Plate”.
Nada ha cambiado
Bachanini sostiene: “La situación es muy difícil, lo sé, pero cuándo la tuvimos fácil en River Plate. Fue siempre igual de difícil y siempre hubo gente que amó a este club y lo sacó adelante”.
“Nada ha cambiado. Puede resultar doloroso lo que digo, pero no veo gente en el club, o vi poca gente cuando estuve. Me consta que nadie la tiene fácil en este país, pero todos juntos podemos darle una mano al club. Allí he sido muy feliz con mis amigos del alma y sería bueno que dejemos de lado los puntos de vista y volvamos todos a dar una mano”, insiste.
Apunta a su sentimentalismo y dispara: “No quiero pecar de pelotudo, y no voy a hablar por los demás, pero lo siento así. Me gusta saber que mis amigos sienten lo mismo por el club, y después de este impasse por la pandemia sería bueno reencontrarnos allí”.
La época dorada
El exjugador, DT y dirigente remarca: “River Plate siempre tenía categorías campeonas en inferiores y ahora le cuesta armar algunas categorías”.
Se ilusiona: “Quiero volver a verlo jugar a cancha llena como cuando enfrentamos a Alumni en la Plaza en el Provincial. Hemos enfrentado a Sportivo Belgrano de San Francisco, Sporting de Corral de Bustos y nadie nos goleó. Vamos a despertarnos los amigos que vivimos esos momentos y volveremos a dar una mano. Son tipos espectaculares, y se dio así. No nos fuimos nunca del club, pero hay que volver juntos”.
Destaca: “Lo mínimo que debe tener un club es una sede. No hablo de otros clubes, pero en River Plate siempre nos tomábamos un vermú, y era un ritual sagrado, una reunión de amigos, que después nos encontrábamos y defendíamos adentro de la cancha”.
Insiste: “Le pegaban una patada al Guly (Barengo) y saltábamos todos, porque era como un hermano de sangre. Eso tenía River Plate. No era lo mismo cuando le pegaban al 9 de James Craik”.
Subraya: “Iba mucha gente a ver las inferiores de River Plate. Si jugaban Marcelo Santoni, Chopo Morales, Christian Romero, Colorado Bévolo, Fabián Suescun y tantos otros”.
“Marcelo Alamo llevó a estos pibes a Independiente, a Newell’s a Ferro y también a Villa Dálmine, donde se fueron Silvio Munch, Germán Delpino, Pingüino Dequino, Beto Arena y Jetín Pereyra, que todavía vive en Buenos Aires. Y todos los años se cansaban de prestar a los chicos a otros clubes de nuestra y de otros Ligas. Son 81 años de mucho esfuerzo de un club con muy buen fútbol”, asegura.